De las machadas de los Oscar al cine del bueno en el festival de Málaga
"Más cine en español, más cosas como Málaga, más calidez, más mujeres y menos campañas estruendosas".
Había empezado a escribir una crónica entusiasta sobre el festival de Málaga, que acabó este fin de semana premiando una película maravillosa, Cinco Lobitos, y todo lo que supone. ¿Entusiasta por qué? Bueno, porque me he propuesto ayudar en lo que pueda al cine español, a la ficción española, que creo que es lo único que nos puede librar de la amargura y del desconcierto: a lo largo de los tres días que estuve salí emocionada de varios estrenos, de bastantes encuentros, de conversaciones interesantes, de momentos gratos. La crónica la interrumpí anoche para tragarme entera la gala de los Oscar y asistir estupefacta a esos momentos delirantes machistas y violentos protagonizados por Will Smith, que distorsionaron todo lo demás. Y al Oscar grande a una peliculita, CODA, como la ha calificado con acierto la periodista María Guerra, que ha costado 456 veces más que la de Cinco lobitos, la ópera prima de la vasca Alauda Ruíz de Azúa que se ha llevado, decía, la Biznaga de Oro entre otros premios.
Así que esta mañana, con el mal humor que dejó la gala de los Oscar, por lo que podría haber sido y no fue, me he dicho: con mayor motivo vas a acabar esa crónica que resuma las bondades de un festival que lleva 25 años intentando contar su amor por el cine hecho aquí. Porque esa es otra: el cine hecho aquí cuenta cada vez con menos apoyos, con menos estructura. El cine americano se lo sigue llevando todo: el espacio en los medios, en las salas, en la vida de los espectadores.
Por eso Málaga es más especial que nunca. Las veía llegar al hotel, con su peli, con su serie ESPAÑOLA debajo del brazo, contentas, nerviosas, entusiasmadas… Preparadas para la alfombra roja primero, para el estreno después, en ese Festival de Málaga tan cálido, que lleva 25 años poniendo a la ciudad en el escaparate fecundo de la ficción española…
En las puertas de los hoteles, en las del Teatro Cervantes, o en las del cine Albéniz, donde se pasará la película o la ficción, hay admiradores que quieren observarlos de cerca, que se hacen selfies, que esperan horas para verlos desfilar, y que luego seguirá sus proyectos, que irán a los cines (ojalá) o que los verá en cualquier plataforma o cadena… Contarán cómo fue su serie, o su peli, cómo fue su sonrisa, su paseo por la alfombra. Qué contaron, qué explicaron.
Asistes a las ruedas de prensa, a los estrenos, los ves contar con pasión lo que llevan años intentando levantar, y que el público va a recibir en primicia y te despiertan empatía y quieres que te guste lo que vas a ver, y reírte donde debes reírte o emocionarte donde toque, porque sabes que los creadores, los actores, están ahí contigo, presenciándolo todo. Me doy cuenta en esos encuentros de lo importante que es un escaparate así, de lo grato que es ver a actores, directores, productores, guionistas, jefes de prensa, periodistas, juntarse y nutrirse para lograr que el producto llegue, se vea, se entienda, haga felices, emocione, convenza… Vaya bien en taquilla, o en audiencia. Que el esfuerzo haya merecido la pena.
Entrabas en la sala del hotel AC, donde tenían las ruedas de prensa de presentación, (y en cuya entrada, el remolino de fans es permanente durante los 10 días que dura el festival), y ahí estaban, los compañeros de Atresmedia contando su nueva apuesta, la serie Heridas, que protagonizan Adriana Ugarte y María León. Basada en una serie japonesa, que luego fue turca, luego francesa, y ahora, en una curiosa vuelta de tuerca, será española, un equipo de guionistas, productores nos contaba cómo había sido ese viaje, esa adaptación… Y por qué Málaga era el lugar elegido para mostrarse. Ahí tenemos a sus dos actrices protagonistas, a sus creadores, a sus responsables contar cómo ha sido ese proceso, por qué están aquí. Me entero ese día de que Atresmedia lleva 25 años (empezaron cuando aún era solo Antena 3) acompañando a este festival, apoyándolo, patrocinándolo, cuando en los inicios estaba más vinculado al género de la comedia. No lo sabía, (culpa mía) y me parece raro no haberlo sabido, porque es importante y porque hay que decirlo: esa cadena de televisión, junto a otras parejas de baile, permite que el festival viva, porque un festival necesita dinero y talento, necesita un motor, necesita amor y trabajo. Necesita canales que lo cuenten, que lo expliquen por dentro, que lo nutran. Y eso solo lo pueden hacer de manera consciente una cadena de televisión potente.
Así que es un gran trabajo en equipo y a mí me encanta verlo. Observo con admiración a los que levantan el festival, a esta cadena de tele que desde hace dos décadas trae al festival películas exitosas, películas arriesgadas, profesionales del cine y la televisión. De todo esto me entero ahí, en ese encuentro. Luego, los espectadores verán lo que sucede en Málaga durante estos días, porque la cadena se encarga de contarlo todo, de narrar lo que sucede dentro de los teatros, en las calles…
Allí coincidí con periodistas de cine, que llevan años cubriendo el festival, como María Guerra, que además de prestigiosa, reputada, es amiga. Para guerra, Málaga es imprescindible: “Empezó como un festival de comedia, gracias al patrocinio inicial de Antena 3, y se ha convertido a lo largo de estas dos décadas en un escaparate de todo tipo de géneros, además de la comedia: de autor, de cine latino americano, de óperas primas. El festival de cine es ahora mismo, en este tiempo de transición más prescriptor que nunca, de ahí su importancia. Esa labor de filtro, de selección, de escaparate es fundamental”.
Málaga ha lanzado carreras noveles. Ha acogido a mujeres cineastas: ahí estuvo Carla Simón o Pilar Palomero. “Han sido auténticos descubridores y han apostado por las caras nuevas, han sabido combinar muy bien el cine comercial con el de autor, han llevado a la prensa a donde había que llevarla”, apunta Guerra, que recuerda los inicios de “festival arranca camisas” (por el fenómeno fan hacia actores como Mario Casas o Hugo Silva) y su transformación en algo sólido y consistente. Abrió la mano del cine español al cine en español, cobijando así a la ficción latinoamericana, que nos deja joyas cada año.
Ver la ciudad llena de cine, de ficción es un jolgorio. Levantar una película, una serie, es tan complejo, tan caro, requiere tanta paciencia, tanta pasión, que si un solo eslabón de la cadena que se inicia en la idea y se acaba en el visionado, no funciona, todo puede acabar en un bluf. Por eso es curioso ver cómo ese engranaje está engrasado en Málaga. Las instituciones públicas, el propio festival, bajo la dirección de Juan Antonio Vigar, los pequeños y grandes patrocinios privados, la citada Antena 3 lograron que Málaga fuera algo más que una ciudad con turismo de sol y playa, tal y como recuerda María Guerra. “Contribuyeron a un turismo cultural, con actividades durante todo el año, con cines abiertos todo el año, con actividades vinculadas al cine todo el año”, apunta.
A lo largo de estos días me encontré corrillos de espectadores deseosos de llenar los estrenos, desperdigados por toda la ciudad, saludando a los actores y compadreando. Esa maravilla de paseo por la calle Larios, salpicado con 80 fotones gigantes de farándula española, con el ya mítico 25, de la fotógrafa Lupe de la Vallina. Asistí a estrenos emocionantes como el de la película Alcarrás, (que nadie debería perderse) o a ese divertimento puro que es Cámera café, la película que ha levantado Arturo Valls, (que se empecina siempre en la felicidad ajena) y que ha dirigido Ernesto Sevilla, en esta insólita y magistral faceta suya (nunca voy a cansarme de recomendar el episodio Mi padre, en Capitulo 0, la serie que creó con Joaquín Reyes para Movistar Plus).
Vi 800 balas, el documental de Netflix y de Bambú, que cuenta el atentado en las Ramblas de Barcelona, que recomiendo; oí a creadores emocionarse al explicar sus películas, sus proyectos. Vi a Pepón Nieto presentar bien una gala cordial. Vi cómo Antonio Banderas acudía y se implicada una vez más en el festival. Esa Mercedes Morán recogiendo su premio Retrospectiva (en colaboración con Málaga Hoy)…
Javier Calvo y Javier Ambrosi, la pareja de creadores audiovisuales me sirven para concluir y hacer de la anécdota, categoría. Ellos llegaron por primera vez al festival hace muchos años, novatos, ilusionados, cada uno con uno de esos proyectos bajo el brazo, como los que citaba al principio. La semana pasada, tras una buena trayectoria audiovisual (Paquita Salas, La Llamada, Veneno, Cardo), recogían su premio Málaga Talent, como reconocimiento a todo lo que han creado juntos. Se cerraba un círculo bonito. “El festival ha acercado el cine a la gente y se ha distinguido por la diversidad”, apuntaron al recoger el premio.
Así que más cine en español, más cosas como Málaga, más calidez, más mujeres y menos campañas estruendosas, menos premios absurdos, y por supuesto menos hacer machadas, querido Smith, y menos consentirlas querida Academia de Hollywood.