Fernando Sánchez Dragó: "Hemos llegado a la séptima extinción, al Apocalipsis"
Entrevista al escritor, que en vísperas de su 85 cumpleaños acaba de reeditar 'El Dorado', su primer libro.
La casa de Fernando Sánchez Dragó es uno de los museos con más objetos que se pueden ver en Madrid. El autor de más de 50 libros recibe a El HuffPost en su espacioso piso del barrio de Malasaña, donde hay que descalzarse para entrar y donde es imposible no tropezar con algún libro, alguna figura o alguno de los gatos que merodean por la casa.
La editorial Berenice acaba de reeditar El Dorado, el primer libro que escribió Dragó en los años 60. Una novela que estuvo oculta hasta 1983, cuando Planeta, siendo ya Dragó un escritor conocido, la sacó al mercado. Cuenta emocionado que lo escribió a los 20 años “febrilmente” en 23 días “para conquistar a una chica” que conoció en Torremolinos a los pocos días de dejarlo con su primera mujer, con la que se casó en la cárcel.
Se abrió Twitter en el confinamiento, dice que no le interesa la política y adelanta en exclusiva que el 2 de octubre, día de su 85 cumpleaños, dejará de escribir columnas porque está “hasta los huevos”.
- Cuando dije que venía a entrevistarle, muchos me dijeron “pero cómo le dais voz a Dragó”. Imagino que cuando esto se publiqué muchos le dirán a usted “pero cómo les ha concedido una entrevista a estos”. ¿Toca rebajar un poco el tono?
Bueno, a mí es que esto me deja absolutamente frío. Me da igual. Yo hablo con gente de izquierdas, hablo con gente de derechas. Yo no soy de izquierdas, yo no soy de derechas, yo no soy de nadie ni de nada. Yo detesto todas las ideologías. Los ideologías son esclavitud. Entonces yo por mi parte no tengo ningún inconveniente. Ahora, si la gente de izquierdas, o de derechas, o quien sea, tiene inconveniente en hablar conmigo, que no lo haga.
Pero no creo que me lo digan porque ya me conoce la gente. Yo nací indiferente a la opinión ajena. Ya de niño lo era, me da absolutamente igual cualquier cosa que piensen o digan u opinen sobre mí.
- Lo de no ser ni de izquierdas ni de derechas lo suele decir la gente de derechas.
Eso sólo lo dicen los de izquierdas. Yo no hablo de política. A mí la política no me interesa. A mí la política me aburre. La ideología es el acartonamiento de las ideas. Lo que hay que tener es ideas, no adscribirse a una ideología. Quien tiene una ideología es un esclavo. Me da igual que esa ideología sea de derechas o de izquierdas.
Y aparte de eso, ya está bien de hablar de derechas y de izquierdas. Eso es un lenguaje del siglo XIX, que viene de la Revolución Francesa. Llevo 60 años viajando por el mundo entero y te aseguro que nunca nadie, en ninguna parte del mundo, excepto en los países europeos y en Estados Unidos o en países iberoamericanos, ha pronunciado delante de mí la palabra derecha o izquierda. Eso ya no existe y es algo completamente obsoleto.
Ser de derechas o de izquierdas, como dijo Ortega y Gasset, es una de las infinitas formas de ser estúpido que tiene la humanidad a su alcance.
- Esto de que no hay izquierdas y derechas lo vino a decir Podemos en su fundación con aquello de “los de arriba contra los de abajo”.
¿Quieres que hable de política? Vas a dar en hueso. Yo no hablo de política, no me interesa la política, me aburre la política. Has venido para hablar de literatura. A mí lo que me interesa es la literatura. Yo soy un escritor. Yo a los tres años ya dije que iba a ser escritor. Lo he sido siempre. Yo vivo permanentemente en una realidad literaria y no en lo que la gente suele considerar realidad social, realidad colectiva, realidad real, vaya. Hablemos lo que te dé la gana de literatura, pero lo que no sea literatura no me interesa lo más mínimo.
- Tengo aquí preguntas de literatura, pero me ha dado pie a hablar de política.
Yo no he dado pie a hablar de política. Yo no he intervenido nunca en política. Yo me he metido en aventuras. Soy un tipo de escritor Hemingwayano que era mi modelo de escritor cuando yo empecé a echar los dientes.
A mí me gusta el peligro y ahora estoy tascando el freno porque me gustaría irme a Kabul. Naturalmente, ya no puedo irme a Kabul porque yo sé que hace unos años yo cogía el teléfono, llamaba el director de un periódico y decía “Oye, envíame a Kabul”. Y me enviaba. Ahora ya no lo hacen porque el periodismo se ha acabado, porque no hay dinero, etc. Y además porque ya no se puede viajar, entre otras razones, por culpa del covid. Entonces no puedo ir a Kabul, pero a mí me gustaría estar ahora es en Kabul, ¿Eso significa que yo me intereso por la política de Afganistán? No, me intereso por la aventura.
- Dice que “el periodismo se ha acabado”. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
Estamos en la séptima extinción. Soy muy apocalíptico y creo que el mundo ha terminado. Lo que pasa es que el proceso de finiquitud del mundo es lento. Yo no lo veré, tú probablemente tampoco, a lo mejor tus nietos no terminarán de ver la séptima extinción, pero estamos en la séptima extinción. Hemos quemado el planeta.
Desde ese punto de vista, el periodismo también cae, como cae todo lo demás. El periodismo empezó a decaer cuando surgieron las facultades de Ciencias de la Información. Un periodista es un señor que trabaja en un periódico y que va en busca de la noticia y que se la juega y que sale a la calle. El periodista se ha convertido en un funcionario, en un oficinista, en un señor que está metido en una redacción muerta donde ya no se bebe whisky, donde ya no se fuma, donde ya no se liga con las chicas. Están todos entre mamparas, corta y pega, recibiendo noticias, muchas de ellas fake news a través de Internet. En eso se ha convertido el periodismo.
Yo estallaba la guerra de Vietnam y me iba a la guerra de Vietnam. Eso es ser periodista. Lo que se hace ahora no tiene nada que ver con el periodismo.
- Repasando un poco su biografía, parece que siempre ha ido a la contra.
Es un rasgo de carácter. Siempre he jugado a la contra. Es que a ir a favor no le veo sentido. Hay que ir a contracorriente. Hay que ir aguas arriba. Hay que ir en contra siempre del sistema de valores dominantes. Si tú te sumas a la corriente de tu época, eres un don nadie, eres un tonto, estás haciendo lo que hacen los demás, eres mimético. Si tú quieres tener tu propia personalidad, tu propia identidad, oponte.
- En una de sus últimas columnas en Estado de Alarma hablaba de “delirios” como “el progreso, el teletrabajo o la digitalización”. ¿Está en contra del progreso?
Estoy en contra de lo que llaman progreso. El mundo retrocede constantemente desde el Siglo V o VI (a.C), que es el siglo del pensamiento presocrático, de los Órficos, de Pitágoras, el Siglo en Oriente de Buda, de Confucio, de Zaratustra. A partir de ese momento, en lo que se refiere a la moral, a la ética y a la estética, la humanidad ha retrocedido constantemente. Entonces a lo que llaman progreso no es progreso, es todo lo contrario. En estos momentos hemos vuelto al mono. Cuando ves lo que hacen los botellones... Eso es lo que hacen los chimpancés cuando se reúnen en un calvero de la selva y empiezan a levantar los brazos, a darse golpes en el pecho.
- Ustedes tenían los guateques, que son los botellones de hoy en día.
No, perdona. Los guateques eran cosa de buen gusto, una cosa contenida donde media docena de chicos y media docena de chicas, generalmente estudiantes todos, en fin, por lo tanto con cierta cultura, poníamos música que no era ruido. Los botellones son sólo un ejemplo. El mundo ha perdido el sentido común. Yo ahora abro un periódico, da igual el que sea, y te quedas atónito, te quedas perplejo. La gente se ha vuelto loca. Todo lo que dicen son son atentados contra el sentido común.
Yo creo que el mundo retrocede y que en estos momentos hemos llegado al punto de ruptura, a la séptima extinción, al Apocalipsis. Entonces, por supuesto que estoy en contra de todas estas cosas. Odio el ordenador, mira qué teléfono tengo. Esto es mi único vínculo con la tecnología. No tengo otro. Tú sabes que te espían. Tú sabes que basta con que tengas un televisor apagado para que todo lo que dices o todo lo que haces quede grabado en la nube.
Cómo voy a estar a favor de ese mundo de esclavitud. Nunca, en el peor momento de la historia, aunque pensemos en los más abyectos, inmundos sátrapas tiranos de la historia de la humanidad, el hombre ha sido tan esclavo como en estos momentos y lo es por culpa de la tecnología.
- Hay una charla muy viral entre usted, Carlos Alsina y Jesús Quintero en la Universidad de Málaga hablando de periodismo en la que usted dijo que no tenía nada que preguntarle a Pedro Sánchez, ¿Tiene ahora algo que preguntarle?
No, porque yo no hablo de política. No me interesa.
- Usted hace política. Usted ha dicho en una columna que está en contra del progreso.
Eso no es hacer política. La política política hacen los ciudadanos. Yo no soy un ciudadano. Política viene de polis. La política surge de un concepto de Aristóteles, que dice que los hombres somos Zoon politikón, es decir, animales sociables. Yo no soy sociable, yo soy un solitario, yo soy huraño. Yo me he ido a vivir a un pueblo de Soria de 12 personas. Yo me he pasado la vida entera yendo a China, a Japón, al centro de África, al Sáhara, a los lugares más exóticos del planeta porque yo no soy un animal social, yo soy un animal cordial.
Los políticos son los que se consideran a sí mismos animales sociales que muy bien, allá ellos, pero yo no lo soy. Yo soy de campo. Yo siempre digo que yo soy como un personaje secundario de película de Western. ¿Hablo de política? Sí, acabo de hablar contigo de este ordenador o de ese teléfono, pero eso no significa que me interese el ordenador y el teléfono. Hablo de las cosas. Soy un escritor que hablo del mundo que me rodea y en el mundo que me rodea, por desgracia, hay política, porque si de mí dependiera pegaría un tijeretazo y la política desaparecería de la historia de la humanidad.
Los políticos son personas, por lo general, extraordinariamente incultas y obcecadas, que se inventan problemas e intentan convencer a los demás de que esos problemas existen y de que son ellos quienes los pueden arreglar. ¡Mentira! Esos problemas no existen.
La mayor parte de los problemas son inventados por los políticos en su propio beneficio. Entonces no, yo no tengo nada que preguntarle al señor Sánchez. ¿De qué voy a hablar con el señor Sánchez? Si el señor Sánchez no ha leído un libro en su vida, yo he leído 30.000. Si el señor Sánchez no viajado en su vida. Si el señor Sánchez vive encasquetado en la política, en el Congreso, en la imagen, en la publicidad, en las derechas, en las izquierdas, en Casado, en Vox, en patatín y patatán. Yo no tengo nada que decir sobre eso. No me interesa, me aburre. Mire el libro que estoy leyendo de qué habla: de la filosofía de los gatos. Eso me interesa mucho más que el señor Sánchez, mi gato. Pero te digo Sánchez y te lo diría prácticamente de cualquier político. No me interesa lo más mínimo.
- Como diría Ramón Arangüena: ¿Qué hay de su agría polémica con Canadá?
En Canadá quemaron 4700 libros infantiles. Es decir, hicieron lo mismo que Hitler. Quemaron los libros de Tintín, los de Pocahontas, de Asterix. Y entonces se me ocurrió, extravagante como soy, jugando a la contra, ir a quemar una bandera de Canadá a la Feria del Libro.
Al final desistí porque soy incapaz de conseguir una bandera de Canadá. Me dijeron que se compran por Amazon pero nunca he comprado nada, sólo compro pagando en metálico, sólo compro lo que toco, lo que veo, jamás compro online. Entonces no consigo una bandera de Canadá y luego a lo mejor es un delito y me meto en un lío padre.
-Se ha negado a ir a la Feria del Libro este año.
Las ferias son para las ovejas. Me parece una falta de decoro para los escritores. Por supuesto que he ido a muchas Ferias del Libro, claro, hasta que un determinado momento me di cuenta de que ir a firmar a la Feria del Libro es como ser puta en un escaparate de Amsterdam. A una feria del Libro no llegan los lectores, que son los que van a una librería, buscan el libro, hablan con el librero, indagan y leen el libro... Los que van a la Feria del Libro, hay de todo, estoy exagerando, son fetichistas, que lo que quieren es la firmita.
Me parece un juego verdaderamente de una vanidad y una frivolidad insoportable. Es verdad que lo he hecho, pero puedo decirte cosas escandalosas. Yo me iba allí y me divertía. Hubo una época en la que yo firmaba muchísimos libros, había grandes colas, llegaban chicas muy monas a pedirme el libro y yo en las dedicatorias les ponía mi número de teléfono. Bueno, esto me imagino que el nombre de la corrección política, si lo cuentas ahora horrorizará, no sé, al director de tu periódico, a los lectores, pero era así. Algunas de estas chicas me llamaban por teléfono. Bueno, todo eso me divertía, todo eso era alegre. Pero quienes quienes dicen este cuento de que “oh, el momento”, escritores, amigos míos, “el momento más sublime de nuestras vidas es el contacto con los lectores” pero gilipollas no estáis teniendo contacto con los lectores, estáis teniendo contacto con señores que coleccionan vuestras firmas como si fuerais un futbolista, un cantante, un político o un actor.
- ¿Es usted de los que se cabrea cuando ve a un youtuber con mucha cola en la Feria del Libro?
Yo no me enfado nunca. A mí es que todo me gusta. Yo siempre digo que a mi me gusta hasta coger una gripe. A mí, por ejemplo, ir a la cárcel me encantaba, estaba corriendo aventuras, estaba construyendo mi propio personaje de novela y encima cuando salía a la calle era un héroe en la Universidad, imagínate en el bar de la Facultad de Letras. Yo, o los que hacían las cosas que hacía yo. Éramos los reyes del mambo en la cárcel. Nosotros éramos los hijos de papá, claro, éramos los hijos de los vencedores de la Guerra Civil. Miguel Ruiz Jiménez, ministro de Educación, era mi tío. Estaban allí los hijos de Sánchez Mazas, ministro de Franco, estaba Dionisio Ridruejo, entonces nos trataban de guante blanco.
A mí me encantaba ir a la cárcel. He estado en prisión domiciliaria, me escapo y con el pasaporte de un amigo, he sido un experto en viajar con pasaportes falsos, cruzo la frontera por Andorra con 7.000 pesetas en el bolsillo y tardo siete años en volver. Recorro el mundo entero. Eso lo cuentas a uno de estos niñitos... Los Millennials, los Centennial, la Generación X, a lo mejor vosotros, no lo sé, y se quedan pasmados. Y eso me encantaba. Es una adrenalina pura, eso sí que era un chute en vena de entusiasmo, de alegría de vivir. No comprendo que haya motivos para enfadarse. A mí todo lo que me pasa me sirve para escribir y si me sirve para escribir, ya sea ir a la cárcel, ya sea irme con 7.000 pesetas y con un pasaporte de un amigo al exilio, lo vivo con enorme alegría de vivir. Entonces que un youtuber firma más que yo ¡Bendito sea Dios! Pues me alegro por el youtuber.
-¿Ha sido usted el escritor que quería ser?
Sí y no. Toda mi literatura es autobiográfica. La literatura es una batalla perdida. Un escritor conocido dijo que él publicaba para dejar de corregir. Tú no te puedes imaginar la dureza del trabajo de un escritor que entiende la literatura como la entiendo yo. Yo trabajo 12 horas al día, 365 días al año, sin tomarme jamás ni un solo día de vacaciones.
Yo no sé lo que son las vacaciones, porque mi gozo, mi forma de vivir, mi forma de respirar es escribir. Incluso cuando conduzco el coche y voy solo, llevo en el asiento del copiloto un libro abierto. Leer es como escribir. Uno no puede ser escritor si no lee. En un semáforo, en un embotellamiento total, aprovecho y leo cinco líneas, lo que puedo, hasta que el semáforo se abre o hasta que los automovilistas que están detrás empiezan a pitar.
Yo siempre que escribo lo hago lo mejor que puedo. A veces me sale mejor. A veces me sale peor, pero siempre doy el máximo. Yo construyo mi vida como la de un personaje de novela y a la hora de escribir digo qué coño me voy a inventar a Pepito, el vecino del quinto, si me tengo a mí, si yo soy mejor personaje, no digo mejor escritor, pero sí mejor personaje de novela que Pepito, el vecino del quinto, porque me conozco mejor y porque además he montado mi vida como la de un personaje de novela, de una forma literaria, de una forma aventurera, de una forma peligrosa.
- Ha muerto Mario Camus, ha muerto Aquilino Duque, Antonio Martínez-Sarrión, se están muriendo los intelectuales de su época, ¿Es usted la resistencia?
Son personas con las que yo he tenido mucha relación a lo largo de la vida. Y es que uno detrás de otro. Mi agenda de teléfonos se está convirtiendo en un camposanto lleno de lápidas porque, además, los voy tachando con típex y son como lápidas blancas, son como sepulcros.
Yo estoy bien, o por lo menos parece que estoy bien, sigo llevando una vida muy activa. Tengo un hijo de nueve años, una novia de 28, he publicado tres libros este año y escribo cinco columnas a la semana, que, por cierto, estoy hasta los huevos de escribir columnas, pero es que puedes caer en picado en cualquier momento. Yo no sé si voy a tener tiempo para desarrollar mi obra literaria tal como yo la concibo, porque a mí me faltan, por lo menos, tres libros de memorias.
Entonces he tomado la decisión, esto casi es una exclusiva que te doy, pero no estoy seguro de si voy a ser o no capaz de mantener de el día 2 de octubre, fecha en la que yo cumplo 85 años, digo ya está bien, dejo de escribir columnas, porque me devoran la vida.
El problema es que yo, por mi mala cabeza, porque tengo un hijo de 9 años, porque tengo un montón de familiares que, más o menos dependen en mayor o menor medida de mí: aquí encima vive un hijo mío, aquí encima otra hija mía. Estoy lleno de obligaciones. Necesito ganar una cantidad de dinero al mes inverosímil para mantener un cotarro que no es el mío, porque yo soy de una frugalidad absoluta. Yo no gasto nada en mí, ni en ropa ni en nada. Me gusta comer bien y de vez en cuando me voy a comer a un buen restaurante.
Hay en mí un lado Jansenista, un lado cristiano, del que yo asumo siempre mis responsabilidades. Me siento responsable de los demás. Ganar dinero es algo que se ha puesto muy difícil, pero es que no pagan nada ya en ninguna parte. La literatura ha muerto, los libros no se venden, con las columnas ganas cuatro perras, los programas de radio lo mismo. Si yo dejo de escribir las columnas, ya el magro ingreso que todavía alimenta esta situación económica al final se desvanece.
Entonces, no sé si voy a ser capaz, pero al mismo tiempo me desespero de tal manera escribir columnas que en teoría el día 2 de octubre yo desaparezco. Seguiré escribiendo libros, pero nada más.