Fernando Benzo: "Me siento muy orgulloso de haber llevado a ETA al género policiaco"
El político y periodista acomete en 'Nunca fuimos héroes' un relato en clave 'thriller' sobre la lucha de la Policía y Guardia Civil contra la banda terrorista.
Aplica a rajatabla el consejo de Luis Alberto de Cuenca de escribir todos los días, aunque sea un folio. Llueva o haga sol, se tenga más o menos cansancio. La constancia como arma contra la pereza. Fernando Bezo (Madrid, 1965) tiene tanto de político —ha sido Secretario de Cultura y ahora es director de Madrid Destino, Cultura y Turismo— como de novelista. Hurga en heridas que para muchos siguen abiertas y, para otros, ya están cicatrizadas, como el terrorismo de ETA.
El debate es antiguo y lo sintetizó Woody Allen cuando pergeñó una suerte de ecuación según la cual comedia es tragedia más tiempo. El terrorismo de ETA fue tragedia y, la gran pregunta, es si ha pasado suficiente tiempo como para transformarla en comedia. O incluso en novela. Bezo no lo duda: “Me siento muy orgulloso de haber llevado a ETA al género policiaco. Si estuviéramos en EEUU habría 200 libros como el mío, ¡200!”.
Toma Coca-Cola y no responde a las preguntas: conversa. Asume que Nunca fuimos héroes es una novela que llama mucho la atención a los periodistas por aplicar el género policíaco, el thriller, al ámbito del terrorismo etarra. Lleva decenas de entrevistas pero se muestra igual de entusiasmado que un escritor novel con su primera obra.
¿Por qué una novela policiaca sobre ETA?
Quería escribir un libro cuyo primer requisito fuera entretener al lector, que enganchase. Lo más entretenido es la trama de un thriller, de una novela policiaca, un género que yo no había tocado antes. Este libro es, por encima de otras muchas cosas, una novela policiaca, un thriller.
¿Entretener con ETA?
Construyo una novela policiaca, con suspense, giros, ritmo, desenlace con sorpresas… De ETA debemos empezar a escribir desde todas las perspectivas, también desde una perspectiva entretenida. Todos tenemos que ayudar a construir la memoria y el recuerdo de lo que pasó en este país durante muchas décadas. Y para eso hay que utilizarlo todo, ensayos sesudos, análisis sociológicos, económicos, políticos... pero también la ficción. Soy muy partidario de que se pudiera hacer Ocho apellidos vascos y de que uno se pueda reír con estos temas. Soy absolutamente partidario.
¿No impone novelar sobre una banda terrorista?
Como autor de este tipo de novela tienes que superar un pudor creativo, una serie de barreras que tienes puestas. Es una lucha personal, pero una vez que la rompes la historia fluye. Yo me siento muy orgulloso de haber llevado a ETA al género policiaco. Si nosotros estuviéramos ahora mismo en EEUU habría 200 libros como el mío, ¡200!
¿Cuando seamos capaces de hacer comedia con ETA significará que por fin la hemos superado?
Habremos superado a ETA cuando hablemos de ella desde cualquier perspectiva. Esa es la clave. El día que hayamos anclado el relato —aunque odie esa expresión—, el recuerdo de lo que pasó, lo habremos superado. Es el momento adecuado para empezar a construir esa historia y dejársela a los que vengan después. La sociedad debe mirar adelante, no puedes quedarte en el pasado, pero al mismo tiempo no puedes olvidar ese pasado porque la mejor forma para conseguir que no vuelva a pasar es que no olvides lo que sucedió.
¿Hay que contar lo que paso sin importar el género?
Tenemos un deber moral hacia las víctimas, los guardias civiles y policías… Tenemos el deber de contarlo y de que todo el mundo sepa lo que pasó, que no se olvide. Insisto en que creo que estamos en un buen momento para escribir sobre ello, aunque es cierto que está lo suficientemente cerca como para que muchos lectores conozcan el asunto de primera mano. Siempre digo que, si escribes una novela histórica sobre el siglo XII, eres el que más sabe sobre el siglo XII, puedes estar tranquilo. Pero cuando escribes sobre ETA sabes que una parte importante de los lectores tiene su propia visión, perspectiva, anécdotas…
¿No tiene la sensación de que nos hemos olvidado demasiado pronto de ETA?
Tenemos una memoria muy frágil: la sensación de fragilidad de la memoria individual y colectiva es tremenda. Aporto un dato: el 47% de los jóvenes universitarios vascos no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco. Me quedé sobrecogido cuando leí la información.
Hay muchos jóvenes que ni siquiera saben qué fue ETA...
¡Claro! Lo que me interesa transmitir en Nunca fuimos héroes es un punto de vista no sólo histórico, sino emocional, de los sentimientos. En este país vivimos en una realidad en la que mataban cada 48 horas y entrábamos en una tristeza colectiva, era un mazazo emocional. Eso mismo se lo explico ahora a mis hijos y no lo entienden.
¿ETA sigue viva?
No, por supuesto que no. ETA era una organización terrorista que mató a 900 personas y cometió unos 3.000 atentados. Ahora mismo no está matando a nadie. Puedes establecer el debate político que te dé la gana: existen partidos políticos que defienden los mismos postulados, de acuerdo, pero volvamos a la memoria: no estamos recibiendo cada 48 horas el mazazo de un atentado. Eso es indiscutible. La banda terrorista como tal ya no existe, clarísimamente.
¿Quién acabó con ETA? ¿Los políticos? ¿Gente como Gabo, el protagonista de la novela? ¿Un poco todos?
Todos. Y no me gusta nada cuando se apunta que este o aquel fue el que acabó con ETA. Con ETA se terminó por las fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado, es decir, los protagonistas de esta novela; con ETA acabaron todos los políticos y todos los partidos; acabó la fuerza de nuestra democracia, la cooperación internacional y la gente. ETA cometió un error estratégico con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Después siguió muriendo mucha gente, pero ese fue el principio de una larga agonía.
Policías, Guardias Civiles… ¿Fueron héroes?
El título de la novela tiene un punto de regañina porque creo que nunca hemos reconocido la heroicidad de esos policías y guardias civiles. Nunca hemos puesto en valor lo que hicieron por todos nosotros. No eran superhéroes con capa, eran tíos normales que tenían sus inquietudes, amores, etcétera, y que además dedicaban su vida a luchar contra el terrorismo. Son héroes, indiscutiblemente.
¿Y Gabo?
Es una personaje que hace un viaje existencial, que vive un proceso de madurez y al final acaba siendo una persona que no ha conseguido la fijación de su vida, que es capturar a un terrorista en concreto. Sigue dedicándose a lo único que sabe hacer, que es capturar a terroristas, aunque no caza al suyo. Cuando le aparece la última posibilidad esa investigación tiene para Gabo algo de redención, de justificación de toda su existencia.
¿Por qué decides utilizar la tercera persona en vez de la primera, que hubiera permitido acercar la historia al personaje?
La primera persona me hubiera hecho sentir como un farsante al fingir que soy uno de esos policías a los que tanto admiro. La tercera persona me genera la distancia emocional que necesito. Por eso tenía clarísimo que era la que tenía que utilizar.
Es una novela policíaca bien escrita, algo que no siempre ocurre..
Quería crear una obra literaria. Soy muy cuadriculado en el proceso de creación de un libro. Y aun así, cuando empiezo esta novela, una vez que ya he hecho una serie de esquemas y lo tengo todo organizado, no soy consciente de que estoy escribiendo una novela policíaca. No me doy cuenta, aunque quede raro reconocerlo. Yo creía que estaba escribiendo el retrato intimista de un personaje con un enorme contenido literaria, no un thriller.
Pero desde el primer momento reúne todos los elementos del thriller
Es que hay dos libros en uno: por un lado, una novela policiaca y, por otro, una novela intimista que recorre la vida de un personaje. El lenguaje y el ritmo que utilizo en ambos es totalmente diferente. Cómo combinarlos sin resultar brusco era, por eso, tan importante. Técnicamente el libro me ha resultado muy complejo de construir.
¿Eres un novelista que escribe con brújula o con mapa?
Claramente con mapa. Dedico varios años a pensar la idea, es un trabajo mental. Luego trabajo en estructuras. Soy muy cuadriculado y sé lo que voy a contar en cada capítulo, casi sé la longitud de la novela. Tengo que ser disciplinado en la trama, aunque disfruto mucho cuando un personaje está vivo y dejas de mandar sobre él. Eso ocurre y significa que la historia está funcionando. Esa sensación es maravillosa. Hay un personaje de la novela, Toni Gálvez, un viejo comisario que en principio no iba a tener un papel muy destacado en la trama y que ahora, para mí, es el personaje favorito de la novela porque me cayó muy bien.
Se nota
Claro que se nota. Cada vez que escribía sobre él me divertía horrores, me caía fenomenal. No iba a ser nada y al final lo es casi todo.
¿Es cierto entonces que hay personajes que se le rebelan al autor?
Sí, personajes que llevan su camino. Forzar los personajes hace que la novela se caiga. No puedes hacer a un personaje divertidísimo si no le pega ser gracioso. Lo mejor del proceso de escritura es cuando los personajes cobran vida, cuando hasta cierto punto pierdes el control. Si eso pasa, entonces es que la cosa funciona.
Al final del libro cuentas que el germen de la novela fue un ensayo sobre ETA que escribiste con Pedro Gómez de la Serna en 2011 y que nunca se publicó
Exacto. Nos ayudaron personas vinculadas al terrorismo y, cuando el libro estaba terminado, nos pidieron que no se publicase. Nosotros respetamos la confidencialidad. Pasaron 20 años y a mí se me ocurre la idea de escribir esta novela y aprovechar muchas de las ideas y de las anécdotas que contienen ese ensayo. Los libros como tal no se parecen en nada, uno era un ensayo lleno de datos, más análitico, y este es una novela en la que puedo especular o tomar licencias, adaptar la realidad a la trama.