El discreto hombre en Moncloa que pone letra al estado de alarma
Así es Félix Bolaños: secretario general de Presidencia y la persona de máxima confianza de Sánchez “con el Estado en la cabeza”.
Toledo, 2014. Un desconocido diputado se prepara para un reto que parece imposible: las primarias para liderar el PSOE. A pocos les suena entonces el nombre de Pedro Sánchez. En esa ciudad tiene una reunión con varios socialistas, buscan representante jurídico para la candidatura. Un buen amigo en común le presenta a un abogado del Banco de España perteneciente a la agrupación socialista de Latina en Madrid. Por Félix Bolaños contesta.
Fue un flechazo instantáneo, cuentan fuentes presenciales. Sánchez salió con la mejor impresión de aquel encuentro y a Bolaños le cautivaron los mensajes del entonces diputado, sus valores y el proyecto de renovación que representaba para un PSOE a punto de la ‘pasokización’ y hundido electoralmente tras la etapa de Alfredo Pérez Rubalcaba.
Lo que nadie se imaginaba es que seis años más tarde los dos estarían trabajando codo con codo en el Palacio de La Moncloa y que tendrían que plasmar en reales decretos el estado de alarma para un país azotado por una pandemia desconocida y con el mayor desafío sanitario en el último siglo. La vida en toda su crudeza.
Bolaños es hoy el secretario general de Presidencia, el cerebro jurídico de La Moncloa, el hombre que más sabe de leyes y el que tiene el Estado en la cabeza. Muy pocos españoles lo reconocen en las fotos pero su papel ha sido esencial durante los últimos meses y su mano, determinante en la redacción del estado de alarma.
Muchos en La Moncloa recuerdan aquel 14 de marzo en el que se aprobó el primer estado de alarma. Todo el rato salían y entraban papeles del Consejo de Ministros para afinar aquel histórico decreto. El encargado de pilotarlo jurídicamente era él. El hombre de la letra pequeña. Un rol que también ha sido esencial en el texto ahora vigente, en el que trabajó junto a Carmen Calvo y Salvador Illa.
Cuando se pregunta por Félix Bolaños dentro de La Moncloa, del PSOE, entre los socios de gobierno de UP e incluso entre rivales de la oposición, es imposible encontrar una respuesta malsonante… y eso a pesar del enorme poder oculto que ostenta, algo que siempre despierta las suspicacias y envidias en la hiperbólica Villa y Corte.
Cuando triunfó la inesperada moción de censura en junio de 2018, Sánchez lo tuvo claro: quería a Bolaños junto a él, muy cerca. Desde aquella campaña de 2014 se había convertido en una de sus columnas políticas, siempre con lealtad y dispuesto a trabajar sin pedir nada a cambio. De su boca nunca salía ir, por ejemplo, en una lista. Comenzaba una etapa, dejando el Banco de España, para dirigir parte de las sombras de la política española al lado del todopoderoso jefe de gabinete, Iván Redondo.
¿Y cómo se llevan ellos dos? Una persona que los conoce bien lo sintetiza así: “Francamente bien, ha habido gente que en momentos ha intentado enredar entre ellos, pero han ido fraguando una buena amistad, inquebrantable, discreta”. “Son buenos amigos y se llevan francamente bien”, repite en varias ocasiones.
Bolaños ha tenido muchos retos desde que llegó al palacio presidencial, pero, sobre todo, las fuentes destacan su labor en la negociación y estructura del Gobierno con Unidas Podemos, el trabajo legal para exhumar a Franco y el diseño de la arquitectura del estado de alarma. Su papel ha sido clave. Estos días juega también es esencial en las negociaciones de presupuestos y mantiene hilo directo con Cs.
Recibió el encargo por parte del presidente precisamente de estructurar el primer Gobierno de coalición de España desde la II República, de darle forma a los ministerios y a los organigramas, en negociaciones con Ione Belarra (UP). “Tiene toda la Administración en la cabeza. Sabe cómo está construido el armazón de cada ministerio, se conoce hasta los directores generales con los ojos cerrados. Fue un gran baluarte para poner en marcha el Ejecutivo con UP. Es el libro gordo de Petete”, indican fuentes socialistas.
Y siempre con absoluta discreción, como repiten todas las personas consultadas. Ni a sus más íntimos les cuenta lo que pasa dentro de las paredes de La Moncloa ni del despacho del presidente. Él mismo recuerda a algunos en privado que la palabra secretario viene de secreto. Cuando alguien intenta sonsacarle, él pone una sonrisa, pero no suelta ni prenda. Es una de las cosas que más valora Sánchez desde que lo conoció.
“Es un tipo bastante normal”, comenta un socialista que lo conoce desde hace muchos años. Lo describe así: “Se ha hecho a sí mismo y fíjate dónde ha llegado. Se puso a estudiar Derecho, se convirtió en uno de los mejores abogados de Uría y dio el salto al Banco de España”. Esto es algo que destacan mucho sus allegados: su formación y experiencia. Licenciado por la Universidad Complutense, Bolaños fue número uno de su promoción tanto en el Curso General de Abogacía como en el Curso Especial de Derecho Laboral en la Escuela de Práctica Jurídica de ese centro. Luego trabajaría en el bufete Uría Menéndez -en la parte laboral- y llegaría al Banco de España en 2005, obteniendo la única plaza convocada como letrado asesor en materia laboral, sindical y de Seguridad Social. Hasta su marcha a Moncloa, estuvo diez años siendo el jefe de la división de Asesoría Jurídica Laboral y Documentación Jurídica.
Una de sus personas más cercanas en La Moncloa hace este dibujo: “Es una gran persona. Le darías las llaves de tu coche, las de tu casa. No se adivina ninguna maldad en su forma de ser. Tiene una inteligencia amable, que triunfa por sí misma, sin apabullar. Por eso se le quiere. Nada de lo que hace hiere. Un gran tipo, tres en uno: inteligente, astuto y simpático”. Y destaca algo en lo que coinciden muchos: su forma de trabajar. “Escrupuloso, exacto, pero no maniático”, apostilla esta fuente gubernamental. Cuando algo pasa por sus manos, “se resuelve”, señala al hilo.
Cuando un partido gobierna, suele abrirse una rivalidad contenida entre la sede y La Moncloa. Pero en Ferraz, Bolaños tiene una excelente imagen, ha estado con Sánchez desde el inicio y, además, fue el encargado de renovar los estatutos del partido, algo que le costó críticas por parte de los estertores del susanismo al entender que se debilitaba a la organización para darle más poder al liderazgo del secretario general.
Un miembro de la Ejecutiva también cercano al presidente comenta: “Es un tipo muy afable y accesible. En eso no ha cambiado. Una persona muy eficiente y trabajadora. Además, es un socialista de tradición, carné y principios, sin pretensiones nunca de figurar. El mejor del gabinete”.
“El esfuerzo personal es su seña de identidad, además de la responsabilidad. Es un tipo que cada paso que ha dado le ha costado mucho esfuerzo. Es de origen humilde, nunca se olvida de donde viene”, ilustra otro socialista que lo trata desde hace décadas. Cada vez que puede, se escapa a las asambleas importantes de su agrupación socialista de Latina. Uno se lo podía encontrar como uno más incluso en las fiestas de Aluche en la caseta sirviendo cervezas o haciendo bocatas o chorizos a la plancha.
Además, no perdona la tradición de ir a pegar carteles. “Se pone su chándal y se pone a hacer cola en el cubo con agua. Se coge la escoba y se pone como un militante más”, revela un compañero de la agrupación. Todavía recuerdan allí muchos cuando se ofreció y ayudaba en la sede a militantes y vecinos sin recursos del barrio a resolver consultas jurídicas. “Siempre ha arrimado el hombro”, dicen fuentes socialistas, que destacan: “Nadie le ha regalado nada, eso se nota mucho, no está en su castillo de marfil en La Moncloa. Se comporta igual de respetuoso con el rey que con un vecino de Aluche. Tiene unos fuertes valores socialistas, arraigados en su propia experiencia”.
Advierte este compañero socialista de Bolaños: “Pero esto no significa que sea un hooligan del PSOE. Le gusta escuchar mucho. No está hablando todo el día de política, no es un pesado. Le gusta entender a los rivales políticos, colocarse en la posición del otro”. Son horas y horas en La Moncloa, un trabajo absorbente. Y es lo único que le fastidia un poco: el tiempo que no ve a su familia. En cuanto puede, se escapa corriendo para dedicarle tiempo a su hijo, su gran pasión.