Explotación 'millennial'
Estas son historias reales.
Los eventos descritos en el presente artículo acontecieron en las ciudades de Madrid y Sevilla entre los años 2016 y 2018.
Por petición de los supervivientes, y para evitar futuras demandas de personas físicas o jurídicas, sus nombres han sido cambiados.
Por respeto a los fallecidos, el resto se ha contado tal y como ocurrió.
El 5 de septiembre de 2016, Fernando Sanz comenzó a trabajar como gestor de proyectos en la empresa Alabama Traducciones. Durante los seis meses que permaneció en plantilla, tuvo que lidiar, junto a sus cuatro compañeras, con Larisa Calve, la jefa autoritaria de la empresa.
Larisa había decidido renovar su empresa contratando a un equipo nuevo, joven, mediante la página Primer Empleo. Las nuevas incorporaciones desempañarían los roles de gestor de proyectos, un cargo propio del mundo de la traducción en el que se trabaja con bastante presión. La edad del nuevo equipo oscilaba entre los 23 y 26 años; por ello, tenían poca o ninguna experiencia en el mundo laboral.
Debido a los errores que cometían durante el proceso de aprendizaje, sin haber contado con un proceso de formación previo prometido en la entrevista y estipulado en el contrato de prácticas que todos habían firmado, recibían comentarios en los que Larisa afirmaba que estaban "muy verdes". Esos comentarios evolucionaron a "sois unos inútiles", acompañados en ocasiones de correos electrónicos, con todo el cuerpo en mayúscula, en los que evidenciaba su descontento con el trabajo del equipo, su arrepentimiento por haberlos contratado y que, debido a ello, no podía dormir por las noches, con el único fin de hacerles sentir culpables por no conocer algo que nadie les había enseñado.
En los días siguientes, como cualquier maltratadora, la presidenta comenzó a erigirse como figura salvadora de sus empleados, ya que sostenía que "[sin ella] no tendríais trabajo, deberíais estar agradecidos de que haya confiado en vosotros y haberos dado vuestro primer empleo". Los acusaba diariamente de finalizar su jornada laboral más tarde de las 18:00 horas, hora acordada en sus contratos, por "no saber trabajar, ya que si lo hicierais correctamente, estaríais libres a las 17:00". Incluso trataba de apoyar sus argumentos añadiendo que el trabajo que realizaban los cinco, anteriormente lo desempeñaba una sola persona.
En algunas ocasiones, la plantilla no se resignaba y plantaba cara a su jefa. En esas situaciones, Larisa les faltaba el respeto, los amenazaba con denunciarlos por querer sabotear su empresa y "jugar con sus lentejas". Una vez, incluso confesó ante Fernando que le "hubiera pegado una hostia" a otra trabajadora.
Una tarde, la empresa recibió la agradable visita de una inspectora de Hacienda. Larisa, que se encontraba fumando en su despacho, acudió bastante nerviosa, ya que sabía la multa que podía caerle por contratación indebida; había firmado trece contratos de prácticas en 8 meses.
Finalmente, tras seis meses de trabajo, Fernando y otra compañera decidieron comunicarle que no continuarían tras el vencimiento del contrato. Entonces, recibían mensajes en los que se les exigía con engaños, gestor de la empresa mediante, la firma de una carta de renuncia del contrato entonces vigente, con el objetivo de evitar que pudieran recibir, en caso de considerarlo, cualquier posible subvención económica. Por fin, tras días de lucha, se negaron a firmar dicha carta, y en su certificado de empresa apareció que la finalización de contrato había sido la causa de la interrupción de los servicios del trabajador.
Actualmente, Fernando y sus compañeras, que abandonaron la empresa poco a poco, han encontrado otros puestos de trabajo en el que se sienten cómodos y a gusto.
Larisa Calvo, por el contrario, sigue siendo la CEO de Alabama Traducciones. Recibió una demanda de una empleada posterior a Fernando, que presentó como prueba un audio de 40 minutos de una conversación entre ambas en las que se escuchaba a Larisa manifestar que "si te insulto o te digo puta, lo hago a la cara". El resultado de dicho juicio es desconocido.
En julio de 2018, Esther Ferrer comenzó su convenio de prácticas en Mr. Tomato, empresa de marketing online para superar los créditos necesarios para acabar un máster por la CEU.
Durante los primeros días, Esther tenía que insistirle a Susana González, directora de la empresa, que le diera de alta en la Seguridad Social. Tardaron semanas en hacerlo, pero antes tuvo que lidiar con una jefa que la llamaba "puta pesada" delante de toda la plantilla de trabajo, formada también por cuatro personas de 23 a 26 años.
Diariamente, Susana González y Esteban Rivera, pareja de Susana y CEO también, esperaban a sus empleados y, en caso de que alguno llegase con un minuto o dos de retraso, comenzaban la mañana riñéndoles, afirmando que eran unos "cretinos y unos inútiles que no se tomaban su trabajo en serio".
Esteban, además, no tenía ningún nivel en marketingonline y en bastantes ocasiones regalaba ciertos comentarios machistas a sus empleadas.
En otra ocasión, una compañera de Esther, encargada de poner el lavavajillas tras la comida, recibió un audio vía Whatsapp de Susana, fuera de la jornada laboral, en la que ésta cuestionaba su higiene personal y la de sus compañeros, por no haberlo puesto, ya que no estaba lleno para ello.
Tras muchas discusiones y conflictos derivados de situaciones como las descritas, los CEOs de Mr. Tomato instalaron cámaras de seguridad falsas en el despacho de sus empleados, con el fin de, como admitieron posteriormente, intimidarlos.
Día tras día, las personas que la habían contratado intentaban aislar a Esther del resto de sus compañeros; al parecer temían que, tras la insistencia de su empleada por conseguir lo que le correspondía, la empleada pudiese poner en su contra al resto de la plantilla. Esther fue apartada físicamente de los trabajadores, trabajaba en otra sala distinta, no podía comunicarse con ellos y, en caso de que así fuese, Susana o Esteban le enviaban un correo electrónico en el que le recomendaban que "solamente se dirigiese a sus superiores".
Esther Ferrer no llegó a finalizar su convenio de prácticas. A los dos meses y medio fue despedida con un "coge tus cosas y vete" durante una disputa con Susana, que le gritaba por haber dejado abierta la puerta del microondas.
Esther ha encontrado otro lugar en el que realizar sus prácticas. Susana y Esteban siguen al mando de Mr. Tomato.
En mayo de 2016, Martina Roldana comenzó a trabajar en un hotel de la cadena Alcazaba del Rey en Sevilla. Ella también tuvo que hacer frente a una encargada que, literalmente, le hacía la vida imposible.
En su caso, Virginia Malvido trataba de mejorar su condición laboral a costa de los empleados que se encontraban a su cargo. Todos, incluida ella, disponían de dos días a la semana de descanso que, al ser sector hostelero, no se correspondían con los fines de semana comunes. Casi siempre que podía, cambiaba a su antojo esos días a sus subordinados, para poder tener esos dos días juntos; en otras ocasiones, fingía estar enferma el día anterior a sus dos días de descanso, para poder ganar uno extra gracias a que algún compañero viese el suyo eliminado. Martina canceló viajes a la playa, días de cine, tardes de teatro, entre otros planes, debido a las enfermedades de su encargada.
Además, si alguien le llevaba la contraria, Virginia se encargaba de que esa persona solamente tuviera turnos de noche, de 00.00 horas a 08.00 de la mañana, hora en la que ella entraba al hotel. Sin embargo, siempre llegaba tarde y esas ocho horas podían convertirse en diez. Martina tuvo ese turno durante diez semanas tras una discusión con Virginia por haberle cambiado los días de descanso sin consultarle, ya que tenía billetes de AVE comprados.
No obstante, no todo se reducía a los días de descanso, sino que también recibían llamadas telefónicas por parte de Virginia en cualquier momento del día. Si su encargada tenía turno de noche, Martina podía recibir una llamada a las cuatro de la mañana. Si no contestaba, se exponía a cambios de turnos y de días de descanso. Virginia se salía con la suya siempre porque podía disponer a su antojo los turnos de sus empleados, así como sus días libres.
Martina decidió poner fin a su contrato antes de que venciera, para poder dedicarse a la traducción en una agencia madrileña.
Decía Holden Caufield que su hermano mayor se prostituía porque escribía guiones para Hollywood. La industria estadounidense del cine le otorgaba una remuneración a cambio de las historias que su creativa mente imaginaba y transcribía; es decir, trabajaba para ellos.
Si en el 2018 consideramos trabajar como una manera de prostitución o alienación, en la que una persona ofrece unos servicios a una empresa a cambio de un salario, no debemos olvidar que aquella empresa para que la que trabajemos (siempre en el sector privado), se enriquecerá muchísimo gracias a nuestra aportación, mientras que dicho salario constituirá una ínfima parte de lo que aportamos a la empresa. En otras palabras, la empresa gana muchísimo gracias a nosotros, mientras se nos retribuye con una cantidad ridícula.
Durante y tras la crisis, se ha normalizado que estos salarios sean tan bajos; si en el año 2000 se veía con incredulidad que una persona cobrase mil euros al mes, hoy en día, muchos jóvenes se ven obligados a dar gracias por cobrar tal cantidad o, peor aún, por cobrar. Además, la proliferación de contratos de prácticas durante los cinco años posteriores al término de los estudios universitarios, ha conseguido que a muchas empresas no les cueste apenas mantener trabajadores jóvenes, recién llegados al mundo laboral.
Si sumamos todos estos factores, el resultado es una población joven bastante cualificada que no ve recompensa en su vida laboral. Pero, para más inri, en muchas ocasiones se encuentran situaciones como las descritas anteriormente; jefes que se aprovechan de la situación y los maltratan de manera psicológica hasta que cambian de trabajador.
Nuestra generación, muy criticada, está sufriendo la situación creada por las previas: una crisis financiera, una lenta recuperación y una situación posterior peor a la anterior. Nuestra generación, que desea trabajar para poder vivir cómodamente, en lugar de dedicarle toda la vida al trabajo, no solamente se encuentra en su día a día con una situación laboral deprimente, sino que además los casos de jefes autoritarios, déspotas y explotadores han aumentado de una manera considerable. Nuestra generación sufre, en su día a día, de ataques de ansiedad y principios de depresión derivados de una vida laboral que debería realizarnos como personas, no provocar que vayamos a terapia.