Evidencia y resistencia del (no) binarismo sexual

Evidencia y resistencia del (no) binarismo sexual

Ligar reproducción y sexualidad es un buen comienzo para controlar los cuerpos —sobre todo de las mujeres— y ejercer distintas opresiones sobre ellos.

Un manifestante luce una pancarta en apoyo de los colectivos transEuropa Press News via Getty Images

En respuesta a ¿Darwin era tránsfobo?, publicado el 03/05 en El HuffPost.

“No es que la biología sea demasiado compleja, sino que nuestra noción de sexo es demasiado simple para describir la complejidad biológica” (Anne Fausto Sterling, profesora de biología y estudios de género en la Universidad de Brown, Estados Unidos).

Ligar reproducción y sexualidad es un buen comienzo para controlar los cuerpos —sobre todo de las mujeres— y ejercer distintas opresiones sobre ellos. La tarea de desligar reproducción y sexualidad es lo que ha preocupado y ocupado buena parte de las luchas feministas de los últimos años. Por eso seguimos peleando por el derecho al aborto libre y gratuito, o por eso seguimos defendiendo la planificación familiar como una estrategia liberadora para los cuerpos y las vidas de las personas.

Fundir sexo y sexualidad no solamente es una estrategia patriarcal, sino que es profundamente acientífica. El sexo es un complejo compendio de características cromosómicas, hormonales, físicas y también sociales que dividen clásicamente a la sociedad en hombres y mujeres. Pensar que las taxonomías son “naturales” es algo que las vidas que se alejaban de la norma sexual han sufrido durante años: la heterosexualidad era una categoría natural, la práctica del coito era una categoría natural; ambas conducían a la reproducción que, por lo visto, es el objetivo último de los cuerpos sexuados. Parecen obviar los que defienden esta acientificidad que los seres humanos, además de mamíferos placentarios, somos también seres con autonomía moral, como señala certeramente la filósofa Loola Pérez. Desprendernos de esta realidad y reconocernos solamente como mamíferos placentarios es una estrategia útil para las tesis que defienden que los hombres están hechos para la producción y las mujeres para  la reproducción.

La neurocientífica Daphna Joel (2021) afirma que el binarismo sexual se ve cuestionado por el hecho de que los cerebros humanos se componen de mosaicos de características típicas femeninas y masculinas y que la categoría de “sexo” solo explica una pequeña parte de la variabilidad de la estructura del cerebro humano. A pesar de esta evidencia, habrá quien aún afirme que es una anécdota y siga sexando a los seres humanos únicamente en base a sus genitales —como si fuéramos pollos en una macrogranja—. Aunque en los estudios del cerebro humano sean muchas más las variables ambientales, psicológicas y sociales que se correlacionan con la categoría de sexo (Fine, 2010; Joel y Fausto-Sterling, 2016; Joel y McCarthy, 2017; Jordan-Young y Rumiati, 2012; Kaiser, 2012).

Fundir sexo y sexualidad no solamente es una estrategia patriarcal, sino que es profundamente acientífica

Abundando en esta evidencia, la bióloga Fausto Sterling (2018) concluye que al igual que ocurre con el sexo cromosómico, el resto de características de la categoría “sexo” no siempre se convierten en estrictamente binarias. Además, pueden entrar en conflicto entre sí, siendo una binaria y otra no. Un bebé XX puede nacer con un pene, una persona XY puede tener una vagina, y así sucesivamente. Para aumentar la complejidad, la estratificación sexual no se detiene en el nacimiento.

Para sorpresa de muchos, la neurociencia nos ofrece respuestas y nos cambia el paradigma. En la ciencia deberíamos estar acostumbrados a comprobar cómo nuestro dogma se ve desmentido por nuevos descubrimientos y planteamientos, pero hay quien sigue insistiendo en acusar de acientíficos los avances de la ciencia, refugiándose así en axiomas pretéritos que están siendo superados a la luz de la investigación. Por ejemplo, un análisis de las siete conexiones que mostraban las mayores diferencias de sexo/género (de más de 4.000 conexiones evaluadas), reveló que ninguno de los cerebros era internamente consistente (Joel at. al, 2015). Y, de nuevo, a pesar de eso se seguirán defendiendo tesis disfrazadas de “verdad” que no serán otra cosa que construcciones fantasmáticas de la realidad.

En cualquier caso, las tesis que defienden que solamente existen dos categorías de “sexo” y que otras cuestiones como la intersexualidad o la variabilidad cromosómica y hormonal solo son pequeñas anécdotas únicamente tienen un objetivo: invalidar los cuerpos y las identidades que se apartan de la norma sexual. Como señala Abiétar (2020) esta dicotomía plantea el sexo como lo “biológico”; (y por ende, “natural”, definido “esencialmente”) y el género como lo culturalmente construido aunque la realidad sobrepase siempre la representación que hacemos de la misma (subjetiva, asociada a un contexto y por lo tanto mejorable).

Hay quien sigue insistiendo en acusar de acientíficos los avances de la ciencia, refugiándose así en axiomas pretéritos que están siendo superados a la luz de la investigación

Entre el 0,05 y el 1,7% de las personas son intersexuales (Keating, 2019). Son tantas como pelirrojas o personas con los ojos verdes. ¿Defendemos entonces que solo existen personas rubias y morenas? ¿Solo existen ojos marrones o azules? Este planteamiento acientífico se encuentra también en el centro de las tesis que defienden el binarismo sexual: necesitan reforzar una categoría que simplifica la realidad; necesitan únicamente defender tesis que refuerzan sus privilegios.

Respecto a las personas trans, una vez más la ciencia es el mejor antídoto frente a los dogmas. En un interesante estudio, Bauer et. al. (2022) destacan que la autodeterminación de género no se asoció significativamente con síntomas depresivos o malestar psicológico, muy por el contrario se asoció con puntuaciones más bajas en ansiedad. Siguiendo esta línea de investigación que pone en el centro a las personas trans, Paceley et. al (2021) entrevistaron a varias de ellas: “No dejas de oír a toda esa gente que no quiere que existas, da miedo”, afirmaba una de ellas. Todos los jóvenes entrevistados en su estudio coincidieron en que las políticas contrarias a la autodeterminación transmitían el mensaje de que las personas trans no iban a ser aceptadas y que ese mensaje era perjudicial para ellas. ¿Quién pone su tiempo y su esfuerzo en dibujar una realidad en la que las personas trans son experimentos o caprichos? ¿Cuánto tiempo más las pondrán como escudo humano para seguir postulando tesis acientíficas y magufas sobre el sexo y el binarismo sexual?

P.D. Errasti apostilla en el artículo de ¿Darwin era tránsfobo? que qué hacen dos hombres hablando de feminismo: como señala la filósofa argentina Diana Maffía, el feminismo no es una cuestión hormonal, es una cuestión política. Debemos ser cuidadosas con el lenguaje: asimilando que el feminismo es únicamente “cosa de mujeres” llegaremos a afirmaciones tan peligrosas como que Rocío Monasterio es potencialmente más feminista que Obama, o que Margaret Thatcher fue tan feminista como Carme Chacón. En todo caso, el problema no está en el debate, sino en las herramientas para el mismo. Y ahí hace tiempo que decidí no usar las herramientas del amo, como recuerda la feminista lesbiana y negra Audre Lorde.

No me gusta crear guetos en cuanto a los feminismos: son plurales y diversos. Afirmar que existen solo determinadas mujeres que representan EL FEMINISMO es, de nuevo, una estrategia androcéntrica. Feministas que defienden tesis parecidas a las que expongo en este texto hay incontables: Gracia Trujillo, Marisela Montenegro, Beatriz San Román, Irantzu Varela, Judith Butler, Sonia Reverter, Diana Maffía, Angela Davis y tantas otras. A ver si lo que ocurre es que al final el borrado de las mujeres era esto: borrar a aquellas feministas que no piensan como uno, negarles la existencia y ridiculizarlas.

Referencias:

Abiétar, D. (28 de junio de 2020). En Maldita ciencia. Ciencia y personas trans: lo que se sabe sobre la disforia de género, la transición de género y cómo la discriminación afecta a su salud.

Bauer, G. R., Lawson, M. L., Metzger, D. L., & Trans Youth CAN! Research Team. (2022). Do Clinical Data from Transgender Adolescents Support the Phenomenon of “Rapid Onset Gender Dysphoria”?. The Journal of  pediatrics, 243, 224-227.

Fausto-Sterling, A. (2010). A review of sex differences: Summarizing more than a century of scientific research Taylor & Francis Group.

Fine, C. (2010). Delusions of gender: How our minds , Society and Neurosexism Create Difference. W.W. Norton, New York.

Joel, D. (2021). Beyond the binary: Rethinking sex and the brain. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 122, 165-175.

Joel, D., Berman, Z., Tavor, I., Wexler, N., Gaber, O., Stein, Y., . . . Assaf, Y. (2015). Sex beyond the genitalia. Proceedings of the National Academy of Sciences - PNAS, 112(50), 15468-15473.

Joel, D., & Fausto-Sterling, A. (2016). Beyond sex differences: new approaches for thinking about variation in brain structure and function. Philosophical transactions of the Royal Society of London. Series B, Biological sciences, 371(1688), 20150451.

Joel, D., & McCarthy, M. M. (2017). Incorporating sex as a biological variable in neuropsychiatric research: Where are we now and where should we

be? Neuropsychopharmacology (New York, N.Y.), 42(2), 379-385.

Jordan-Young, R., & Rumiati, R. I. (2011). Hardwired for sexism? approaches to sex/gender in neuroscience. Neuroethics, 5(3), 305-315.

Kaiser, A. (2012). Re-conceptualizing “sex” and “gender” in the human brain. Zeitschrift für Psychologie, 220(2), 130–136

Keating, A. (2019). Intersex: Beyond the sex binary. Spotlight on current events: Essays on contemporary world issues.

Paceley, M. S., Dikitsas, Z. A., Greenwood, E., McInroy, L. B., Fish, J. N., Williams, N., . . . Levine, D. S. (2021). The perceived health implications of policies and rhetoric targeting transgender and gender diverse youth: A community-based qualitative study. Transgender Health

MOSTRAR BIOGRAFíA

Doctorando en Psicología por la Universitat Autònoma de Barcelona, en la línea de investigación "Poder, Subjetividad y Género". Activista por los Derechos Humanos. Máster en Intervención Psicológica por la UDIMA y Experto Universitario en Trastornos de la Personalidad por la misma universidad. Máster en Formación del Profesorado en UNED. Diplomado en Perspectiva de Géneros y Bioética Aplicada por la Universidad de Champagnat, Mendoza, Argentina. Formación de posgrado en violencia de género y participación en congresos internacionales de temática feminista, bioética, diversidad sexual y género. Dos veces portavoz de derechos del Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica, único organismo internacional público en materia de juventud en el mundo. Premio Cristina Esparza Martín 2020 en la categoría de Activista del año por su defensa de la igualdad de género y a favor de los derechos del colectivo LGTBI. Ha sido uno de los observadores internacionales coordinados por el centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero para velar por el cumplimiento de la Ley de Amnistía del Estado de México.