Eusebio Poncela se quiere (nosotros también)
A sus 72 años Eusebio Poncela (Madrid 1945) presume de tener una "filmografía envidiable" porque puede. A lo largo de sus 51 años de profesión ha trabajado con Ivan Zulueta, Pilar Miró, Pedro Almodóvar, Carlos Saura, Imanol Uribe y Adolfo Aristarain entre una larga lista de reconocidos directores y ha inmortalizado su huella en títulos tan inolvidables como Arrebato, La ley del deseo o Martín (Hache) en cine o Los gozos y las sombras en televisión.
Últimamente le hemos visto dando vida a João Ferreira, el malo malísimo en la serie de Telecinco "El accidente" y encarnando a Bernarda en el teatro con la "Esta no es la casa de Bernarda Alba", bajo la batuta de Carlota Ferrer, y próximamente le veremos en la gran pantalla en "El Cuadro" un documental sobre "Las Meninas" de Velázquez dirigida por el director novel Andrés Sanz.
Thomas Canet y yo nos encontramos con él en un café de Madrid. Poncela, guapo (consciente), espontáneo, desenvuelto y astutamente ladino, tiene tan arraigada en su respiración la pasión por el arte dramático, que incluso cuando se le entrevista representa su mejor papel. En nuestro caso, su rol es el del típico actor de éxito (y hay que reconocer que es buenísimo en lo suyo) resignado, agotado y hartito de tener que responder las preguntas de la Prensa (presumiblemente casi siempre las mismas).
Entonces, quizá solo para no aburrirse, se enfunda el traje de vallecano (a mucha honra, dice) sobrado y pendenciero para irritar, amilanar o descolocar a su interlocutor con comentarios tan conmovedores como: "Tesoro ¿sabes escribir o es una cosa muy ardua?". Puede que lo haga porque puede (si no nos quedamos sin entrevista), para acortar este trámite tedioso, o simplemente él mismo sea un personaje en su vida.
No obstante, a medida que se va relajando, baja la guardia y su hosquedad se va diluyendo. Al final no es tan fiero como parece, incluso podría llegar a ser un buen tipo. "Mi bordería es única, peculiar y fomento lo borde -nos aclara-. Lo soy por temperamento. El borderío sintetiza y tiene que ver con que soy un barriobajero (y lo dice, puntualicemos, con musicalidad pija y una dicción admirable). Hasta los 10 años -que es cuando aún no te mientes a ti mismo- fui un muchacho de villa, luego ya me estropeé. Pero además de esa parte de borde, poseo otra seductora que es infalible. Combino las dos de maravilla con un arte que alucinas".
Como diría Perales: ¿Y cómo es él?
Con lo sociable que eres ¿Es fácil vivir contigo? Yo no le hago esa putada a nadie y tampoco me apetece vivir con nadie; no es necesario. Para empezar, yo no soy sentimental y luego adoro la soledad. Soy otro raro que dice que la soledad está muy bien, no me da miedo y es más, a mi la soledad me alimenta. Cuando quiero tomar un descanso, tengo amigos maravillosos, tanto en Sudamérica como aquí. Soy buen amigo.
Y por ejemplo ¿cuándo te despiertas eres persona tratable? Me despierto cantando. Soy un genio hasta que voy al baño, esos cinco minutos anteriores llámame jilguero cantarín. Luego ya viene la vida, los teléfonos y la biblia en verso, te van intoxicado un poco del rollo patatero. Por eso vivo en un pueblo con el aire limpio.
Se diría que te han educado en un colegio de curas... ¡Me echaron como de ocho! y de esos dos o tres eran de curas. Uno de los Salesianos en Atocha, San Juan Bosco, María Auxiliadora y Santo Domingo el Sabio. Era pésimo alumno respecto a lo que estaban enseñando. Ahora resulta que hemos avanzado un poquito y todos nuestros cerebros son distintos uno de otros. Mi cerebro no es el mismo que el tuyo, con lo cual ¿cómo puedes darme una clase exactamente la misma que te dan a ti? Eso ya está avanzando. En esa prehistoria de la que hablamos, no existía.
Si al profesor se le ocurría ponerme algún problemilla, yo estaba pensando en mis cosas y en ese sentido era un desastre de estudiante. Con lo cual mi madre muy preocupada, al octavo colegio del que me expulsaron, estaba un poquito preocupada.
Hablando de aprendizaje ¿llegar a tus 70 años te ha enseñado a saber qué es lo importante, lo urgente y lo trivial? Lo que aprendes es que te queda menos tiempo y si no has aprendido...
Por cierto ¿has hecho un pacto en plan Dorian Gray? A simple vista no te ve muy pasado por el quirófano como muchos actores que ya han dejado de ser ellos mismos, tú ¿no lo necesitas? ¿Tú has visto este cuerpo? Éste no va a caer en eso porque además yo adoro las edades, nunca he tenido problemas con ellas, me parecen que todas son fabulosas. Claro que tengo una autoestima muy alta y una confianza única en mi universo y en el átomo. Quitando la adolescencia, porque si tengo que volver a ser adolescente me pongo a gritar aquí mismo y me tienes que poner esposas porque no la soporto con la clavícula que me crece cuando estoy hablando contigo, el resto de las edades me parecen fantásticas. Todas tienen su punto.
Todo el mundo quiere ser juvenalia y dice que el tiempo no existe. Pero nosotros sí existimos y somos los que pasamos. Los juvenalias están tan tranquilos aunque nieve, haga sol, se levanten, se acuesten... Pasar es una de las condiciones de la vida, normalísima y a mucha honra, y ahora todo el mundo está empeñado en que no y se customizan.
... Decían de ti que eras "guapo, sexy y moderno" ¿Sigue vigente? Déjalo en que sí. ¿El más moderno? Es que no sé cómo está la modernitud ahora. Ando un poco desconectado, algo pueblerino. ¿Quién es la modernitud para mí en este momento? ¿En Sudamérica, aquí? Ahora todo está como desteñido, deslucido. Los actores de ahora, para tener la fuerza que teníamos nosotros, por más que hagan 180 películas... Las películas actualmente son un poquito como irrelevantes en cuanto a que pasan sin más, y te preguntas: ¿porqué será recordado fulanito o menganito? Lo que me ocurre con la modernitud, es que no me hallo.
Hablemos de trabajo...
En la Transición había gente como Antonio y Mariano Ozores, Esteso, Juanito Navarro, Alfredo Landa... ¿Tú cómo te salvaste de caer en el Destape? Yendo a Nueva York y rascándome los huevos allí. El franquismo era cuestión de salir pitando, de no perder el tiempo con gilipolleces que no tenían nada que ver con mi espíritu. Tenía un espíritu profundamente moderno y avanzado. ¿Dónde ocurrían las cosas cuando yo tenía 18 años? En Londres y Nueva York y allí me iba.
¿Es diferente encarnar a un personaje en teatro, en cine o en televisión, te involucras con ellos de igual modo? Sencillamente de un medio al otro solo la concentración es diferente. Por ejemplo, cuando haces una película, como decía Fernando Fernán Gómez, tú dices: "estoy aquí para esperar", me pagan para ello. Y durante ese tiempo, en el que colocan las luces, el vestuario, que a la primera actriz la maquillan, etc... La espera es saber conectar para cuando te llamen a rodar. Es parte del oficio. Siempre es diferente y lo que cambia es una metodología de trabajo.
Si el director es retrasado mental profundo -y hay como unos cuantos, tengo una lista-, no es igual a que te esté dirigiendo un hombre muy inteligente o una mujer muy sensible. Tú tienes una técnica que va más allá de quien te pueda dirigir bien o mal. Pero si está con gente que merece la pena, que tiene una visión con una perspectiva, es lúcida y trascendente, ese método no se parece en nada.
¿Y en teatro? Cuando llevas tiempo haciendo la misma representación cada día, como en Esta no es la casa de Bernarda Alba ¿no te aburres? Yo no hago todos los días lo mismo aunque la obra sea la misma. Por algo llevo 51 años en este oficio y he debido hacer bien, porque no me quemé y estoy trabajando como si nada. ¡Es oficio! Cuando un texto es bueno, profundo, no se agota nunca. El personaje de Bernarda Alba es maravilloso, me gusta Lorca, me gustan las palabras. Esas palabras cada día se transforman en algo nuevo, tienen vuelo.
Naturalmente, unos días llega la musa y entonces te elevas por encima del escenario, los espectadores y vuelas; pero es algo que se da cada tanto, no todos los días. Cuando no ocurre, te apoyas en un texto muy profundo, una madurez como artista y una técnica que puede con todo. En el peor de los casos, tú lo estás haciendo de puta madre y en el mejor, sobrevuelas y eres un genio.
¿Qué tal tu experiencia con el documental "El Cuadro" sobre Las Meninas de Velázquez? Un coñazo importante, me he aburrido como una mona. Si tenía un récord de aburrimiento ha sido en ese rodaje, con lo cual no quiero decir que no sea una película buenísima, sino mucho más. Andrés Sanz es un director excelente. Yo hablo de mi impresión y para qué se me utilizo. Una de las cosas que me pueden agotar es que me falten el respeto o que me aburra. Si tú me ves en plan vallecano feroz es que me están pasando esas dos cosas. Me aburrí tanto que el tercer día de rodaje le estaba gritando a todo el mundo ¡No podía soportarlo más!
Lo que se requería de mí, era casi hacer de Marcel Marceau: ahora una rápida y ahora una lenta ¡A mis años! Yo domino el cuerpo como el que más, pero bueno, que llamen a otro. Pero no, ¡querían un icono de...! No sé de qué seré icono yo, pero querían uno. La alegría que me dio cuando me dijeron que ya había terminado...
El actor en cierto modo es un detective que indaga en la esencia de cada personaje. ¿Se aprende mucho de la vida y la sociedad? ¡Siiiiii, cómo no! Para mí está unido, por eso he cuidado tanto mi trabajo. Tengo un Pepito Grillo que es muy criticón y no me deja dormir. Mi filmografía es envidiable porque no podía ser de otra manera ¡Yo no me dejo vivir a mi mismo! Soy muy exigente. El amor a este oficio, si lo haces en serio, te obliga a ser investigador, y no solo al personaje en sí mismo, sino a qué época, qué paso aquí, cómo vestían, por qué haría esto o esto otro, quién era más, quién era menos.
Si vas sin estar informado, como hace la mayoría, es que ya ni se les entiende ¿Qué ha dicho éste? ¡Qué dice ésta! No saben ni hablar y es que no conocen la hermosura de este oficio que es muy generoso en el sentido de que te ayuda a crecer como persona. Yo soy muy listo.
¿De todos tus papeles, cuál es el personaje qué más has querido? No quiero tener ese tipo de memoria y sobre todo no quiero verbalizarla. Son misterios de un oficio que no conviene develar.
Si tuvieras que dar vida a un tipo como Eusebio Poncela ¿qué remarcarías de ese rol? Lo he hecho en Martín (Hache). Dante era yo, más cerca ya imposible. En todo caso, de Eusebio Poncela diría que tiene un par de huevos como el caballo de Esparteros. Está bien ser fuerte, porque así puedes aguantar mucho chaparrón, mucha metedura de pata, auto-metedura de pata ¡Hay que ser fuerte!
Una peli de la historia del cine, tipo el Ciudadano Kane, que te hubiera gustado protagonizar... No sé, las que quería hacer ya están. Admiro cantidad de películas, me gustan mucho Wells, Ford, Eastwood... Pero nunca pienso qué haría yo en esas películas. Si acaso, me hubiera gustado hacer la escena de Mulholland Drive en que ellas y ellos salen disfrazados de conejos. Vestido de conejo entero, yo conejo, conejillo, hablando por teléfono. Es la única vez en mi vida en la que pensé "No hubiera estado mal" con ese color verde espinaca detrás.
Y de postre...
La felicidad es... No tengo ni idea. Lo que has aprendido de la felicidad, es que es una cosa muy fugaz, que realmente no tiene mucha importancia. A mí me gusta más la armonía y desde ahí puedo trabajar con una lucidez extrema.
¿Trabajar quiere decir vivir? Es lo mismo ¿verdad? La felicidad como concepto me da igual.
Nunca has dicho ¿qué feliz soy ahora mismo? Qué bien me siento ahora mismo, sí. Feliz, no.
¿Y el lujo, qué es? El lujo máximo es la fidelidad a tus siete mismos. Es muy sencillo decir; "Sé tú mismo" y yo digo "¿cuál de los siete?", tengo uno para cada día de la semana. El lujo máximo es contemporizar y armonizar con los siete la batalla. Ser leal y justo con estos siete y llevarlos lo más alto que puedas. A veces lo consigues y otras no. En pocas palabras: el lujo es hacer lo que te salga de los cojones.
Este post se publicó originalmente en el blog de la autora.
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