Europa aprende a surfear la ola verde... ¿Y España?
Los jóvenes europeos lideran una lucha sin precedentes contra el cambio climático
Lejos han quedado comentarios como el del expresidente del Gobierno Mariano Rajoy en 2007, cuando se preguntaba cómo alguien podía saber lo que ocurriría dentro de 300 años si nadie, según le contaba su primo catedrático de Física, era capaz de predecir el tiempo que haría en Sevilla de un día para otro.
El cambio climático es una realidad innegable, un problema de presente que en los últimos tiempos ha saltado a la agenda política y ciudadana con una intensidad desconocida. No es que antes no se hiciera nada, no es que antes no interesara, pero ahora se ha dado una conjunción única que explica este boom: hay más información que nunca y más canales para transmitirla, sabemos que habla la ciencia y no el alarmismo, hay una ventana de oportunidad para parar aún los efectos más perniciosos de ese cambio y, además, los jóvenes han tomado conciencia de que les estamos robando el futuro y han decidido no cruzarse de brazos.
Son esos jóvenes quienes han dicho basta, quienes se niegan a pagar el pato y piden responsabilidades a quien corresponda. Se han convertido en la punta de lanza de este reverdecer de la política y el activismo, con protestas masivas, bien organizadas y cuajadas de argumentos.
Bélgica es el país donde más intensa y sostenida está siendo su protesta. Las manifestaciones comenzaron con el año nuevo. Cada jueves, los estudiantes del país se ponen en huelga y se echan a la calle en las principales ciudades, con Bruselas como epicentro del movimiento, para reclamar a sus dirigentes que se muevan.
Las marchas —algunas convocadas en fin de semana, que han atraído hasta a 70.000 personas— han sido fruto inicialmente de un efecto contagio, de la influencia que sobre los jóvenes ha tenido el discurso de Greta Thunberg, la menor sueca que el año pasado encabezó las manifestaciones en su país y que se ha convertido en un icono mundial de la lucha. Anuna de Wever, una joven flamenca de 17 años, decidió que había que dar pasos similares en su tierra y así nació Youth for Climate, la plataforma que ahora organiza el movimiento belga.
Sus compañeras Luna Bauwens y Pili Verbinnen, que comparten la portavocía del grupo en Bruselas, explican que justo tres días después de su primera manifestación los políticos belgas votaron "por no ser más ambiciosos sobre el clima", y ese revés los hizo más decididos y fuertes en su pelea. ¿Pero qué es lo que quieren? La claridad y sencillez de sus deseos desarma: "Que tomen medidas para que las opciones verdes sean las más baratas. Queremos que los políticos sean ambiciosos y que se ocupen de los grandes contaminantes: las industrias. Y queremos que escuchen a los científicos", sostienen. Los compromisos acordados por las naciones del mundo en el Acuerdo de París de 2015 son la hoja de ruta a la que se aferran estos chavales para exigir cumplimientos.
Estas dos chicas de 17 años confiesan que, pese a la intensidad del movimiento, el eco en los medios y las declaraciones políticas tratando de llevarlos a su terreno, hoy no se sienten representadas por los partidos en el poder, por quienes toman decisiones, y se lo están "dejando claro" en cada protesta. A quienes los llaman soñadores, ilusos, a quienes creen que su pelea es un arranque de juventud respondona, Pili y Luna replican con contundencia: "Creemos que es realista. Sabemos que es realmente necesario y que muchos estudiantes lo saben y continuarán con ello". Para eso, es importante el contacto con otros grupos. Ahora mismo comparten red con la propia Thunberg y con otros países en los que el movimiento comienza a tomar fuerza.
John Branson, un chico anglo-belga de 16 años y residente en Amberes, que ha participado desde el principio en las manifestaciones, añade la visión del manifestante no afiliado a siglas ni movimiento alguno: "Lo que me mueve es saber que somos la última generación que puede salvar este planeta" y el haber constatado "que si te unes, puedes, que porque seas joven no eres menos que un adulto, que tus ideas valen igual y que, si lees y aprendes, las puedes defender. Tenemos Internet, las redes sociales, chateamos con chicos de Londres, de Oslo, de Berlín... ¿de verdad creen que pasamos de todo? Ahora sabemos lo que pasa, lo que ellos [los adultos] hacen y no hacen, y no nos gusta. Y como no nos gusta, pedimos otro mundo", resume este boyscout.
El aldabonazo juvenil está siendo un acontecimiento en Bélgica, para bien y para mal. Los partidos están apuntalando sus programas electorales con promesas verdes —"el rojo es el nuevo verde", dice por ejemplo el nuevo eslogan del PVDA o Partido del Trabajo—, y hasta están fichando a algunos de los portavoces estudiantiles para la campaña de las europeas, que se celebran el 26 de mayo próximo.
Pero también hay insultos y amenazas contra los chavales e incluso acusaciones falsas como la que lanzó la ministra de Medio Ambiente de Flandes, Joke Schauvliege, diciendo que tenía confirmación de las agencias de seguridad del país de que las marchas eran un complot contra las autoridades. Los chicos salieron al paso negando la mayor: no formaban parte de ninguna trama, no combatían con una agenda oculta, no estaban manipulados por terceros. Al final, Schauvliege reconoció que había dicho "algo incorrecto" y acabó dimitiendo entre lágrimas.
"Frente a la injusticia social y medioambiental, frente a la inacción climática, vamos a hacer que el Estado se enfrente a sus responsabilidades. Vamos a pedir a la justicia que ordene al Gobierno que respete sus propias leyes", advierte el vídeo de la campaña francesa L'affaire du siècle, una petición lanzada por cuatro ONG para promover un recurso jurídico por el que se obligue al Gobierno francés a actuar (de una vez) frente al cambio climático.
Con más de dos millones de firmas, "es la petición que más personas han apoyado nunca en Francia", celebra Magali Payen, fundadora del movimiento On est prêt. Ella es una de las culpables del éxito de la petición. Desde su organización se encargaron de "darle difusión con vídeos y noticias en medios y redes sociales" y han conseguido que "la ecología, el clima, se vea como algo guay".
¿Cómo lo lograron? Aliándose con "un centenar de influencers, instagrammers, incluso de cantantes" que hicieron llegar el mensaje "a su público de millones de jóvenes", relata Payen. Aunque "algunos hablaban por primera vez de este tema a sus seguidores", consiguieron viralizar el mensaje a través de retos diarios. "Durante 30 días fuimos lanzando entre la comunidad de los influencers desafíos que iban aumentando de dificultad. Al principio los retos eran fáciles, como comprarse una botella reutilizable, disminuir el consumo de carne... Luego hicimos una intervención en el mar y, al final, el gran reto era interpelar al presidente de la República [Emmanuel Macron] y al Gobierno a través de L'affaire du siècle", explica Payen.
La fundadora del movimiento habla de "logro cultural". "Para todos los ecologistas es una victoria enorme que pocas veces se ha visto en la historia de la lucha por el clima. Ha habido un progreso enorme", sostiene. Pero, para eso, antes tuvo que surgir una chispa.
En Francia, la mecha la prendió una "sucesión de acontecimientos" que tuvo lugar este verano: "Una ola de calor sin precedentes, la dimisión del ministro de Ecología Nicolas Hulot, que fue muy fuerte, las marchas por el clima, la publicación del informe del IPCC —enumera Magali Payen— y luego, nuestra campaña, que llegó a mucha gente que a priori no estaba nada sensibilizada".
Como en España todavía no ha saltado, aparentemente, esa chispa, Payen aprovecha para lanzar un llamamiento a los españoles, con quienes le "encantaría" colaborar. "Me gustaría animarlos a actuar y a expresar su postura, sus opiniones... No hay acciones pequeñas; hay que hacerlo todo", exclama. "Es primordial hacer ver a los políticos que estamos listos para medidas radicales. Pero también es responsabilidad de la población mostrarse preparada. Cada uno tiene su papel", afirma.
Donde sí están demostrando ya esta disposición es en Alemania. Aunque antes sólo se hablaba del auge de la extrema derecha encarnada en el partido Alternativa para Alemania (AfD), en un año Los Verdes han ganado dos elecciones regionales —en Baviera, con un 17,5% de los votos y en Hesse, con casi un 20%—, su popularidad ha pasado del 12 al 20% y ya se sitúan como segunda fuerza política en intención de voto.
La mayoría de analistas políticos explica este ascenso como reacción directa a las medidas populistas, antiinmigrantes y euroescépticas de la ultraderechista AfD. Pero la eurodiputada alemana Ska Keller, copresidenta del Grupo Verdes/ALE y candidata de Los Verdes a presidir la Comisión Europea, va más allá. Para ella, no sólo "existe la necesidad de una fuerza política que haga frente a la extrema derecha, al nacionalismo y a la división de la sociedad", sino que también "hay ganas de que alguien se tome realmente en serio el cambio climático y todos los riesgos que conlleva". "Se necesitan proyectos que pongan a las personas y al planeta por delante de los beneficios", resume Keller. "La gente pide acción y creo que Los Verdes están bien situados a la hora de representar ambas facetas".
El próximo 26 de mayo es su gran oportunidad, y Keller cree que con las elecciones al Parlamento Europeo "veremos un cambio en el escenario político". No obstante, de momento las encuestas no le dan del todo la razón. Según un sondeo publicado este lunes, el Grupo de Los Verdes / Alianza Libre Europea tendría 45 escaños, frente a los 52 que ocupa en la actualidad. Aunque en el nuevo Europarlamento se reduce el número de diputados totales por la salida de Reino Unido (de 751 a 705), Los Verdes no mejorarían su resultado según esta proyección.
En cualquier caso, el batacazo electoral apunta a los socialistas europeos, y algunos ya hablan de los verdes como los nuevos rojos. "La verdad es que no he visto a los socialdemócratas europeos como una fuerza claramente contraria a la extrema derecha, y creo que ese es parte del problema", sostiene Ska Keller. Pero a la eurodiputada no le gustan las comparaciones: "Tampoco queremos ser los nuevos socialdemócratas. Nos alegra mucho que nos llegue apoyo de muchas partes por nuestras ideas y nos encantaría tener más fuerza en el nuevo Parlamento, pero no se trata de ser los nuevos algo". "Somos Los Verdes", zanja.
Consciente de la polarización actual de la sociedad, Keller apela a la participación en las urnas como dique frente a las ideologías de extrema derecha. "La verdadera pregunta de estas elecciones europeas es: ¿dónde queremos que vaya Europa? ¿Queremos una Europa que vuelva al nacionalismo, a los conflictos, a las fronteras? ¿Queremos una Europa que sólo beneficie a las grandes empresas? ¿O queremos una Europa ecológica y social? Eso último es lo que nosotros queremos", plantea.
La copresidenta de Los Verdes tiene esperanza en los jóvenes; reconoce que los movimientos estudiantiles ecologistas de Europa la tienen "impresionada". "Recuerdo esas discusiones de políticos mayores que decían que a los jóvenes les da todo igual. Y ahora esas mismas personas dicen que por qué salen de clase para manifestarse. Yo veo maravilloso que los jóvenes, los estudiantes, se involucren y pidan acciones reales", opina.
Para Keller, estas manifestaciones tienen más poder que los debates de gente mayor, "porque no serán ellos los más afectados por el cambio climático, sino los jóvenes. Así que tienen todo el derecho a protestar". Tampoco cree que la ola verde "se limite al norte y centro de Europa". "Tenemos mucho potencial en todo el continente", asegura. "Cada país tiene una situación diferente, pero eso no significa que no haya concienciación o necesidad de cambio", explica. Sólo se necesita tiempo.
Florent Marcellesi, también eurodiputado del grupo Verdes/ALE y candidato de Equo para las europeas, coincide con Ska Keller. Él habla de este impulso verde como una "ola de fondo". "Quizá no sea tan visible desde fuera, pero luego de repente llega la chispa y ocurre como con el 15-M. Con la ola verde estamos en el mismo punto: no sabemos cuándo va a llegar a España la chispa, pero va a llegar", aventura. De hecho, ya se ha convocado una huelga global para el 15 de marzo y, según Marcellesi, "estudiantes de ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla o Valencia ya se están organizando".
La propia ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, llamó a la huelga en Twitter citando a la congresista demócrata estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez. "Dices que amas a tus hijos y nietos pero no tienes problema alguno en destruir su futuro", recrimina la ministra, al tiempo que anima a la movilización este 15 de marzo.
La responsable del programa de Clima y Energía de WWF, Mar Asunción, también ve brotes de esta ola verde, que describe como "movimientos que no se dan de arriba abajo, que surgen en redes sociales, donde es más fácil para los jóvenes hacer llegar su voz". "Antes sólo podías pagar por un artículo o pegar carteles por las calles", compara. "Ahora están consiguiendo comunicar y hacer aflorar un sentimiento de insatisfacción entre la juventud, que se ve sin futuro ambiental, sin futuro social y con muchísimas repercusiones económicas". Y con razón.
La presidenta del Partido Animalista PACMA, Silvia Barquero, añade el desencanto como ingrediente de estas nuevas acciones. Las fuerzas tradicionales, dice, "no han movido un dedo ni por el Medio Ambiente ni por los animales, están dando la espalda a una corriente social amplísima y que viene para quedarse, sin reparar en la enorme preocupación que genera la materia", y eso ha calado en ciertos sectores sociales, hasta la movilización.
Cuando se le pregunta por el punto de origen que marca el inicio de esta ola verde, Marcellesi cita la última Cumbre del Clima en Katowice (Polonia), celebrada el pasado diciembre. "Ahí ya sabíamos que la reacción de Trump y Bolsonaro no estaba a la altura de lo que dicen los científicos. Pero entonces llega la joven sueca [Greta Thunberg] y nos dice: 'Miraos, estáis matando nuestro futuro".
"Me gusta mucho que los adolescentes nos increpen, porque no les estamos haciendo caso y su futuro próximo es problemático", admite Asunción. "Su mensaje es potentísimo: 'No queremos hipotecar nuestro futuro, queremos un futuro que sea sostenible desde hoy. No queremos el futuro de Bolsonaro ni el de Trump; queremos que el cambio climático sea uno de los pilares de cualquier política social o económica", prosigue Marcellesi, que asegura que "en España este mensaje se está escuchando en muchos Parlamentos, está resonando en muchas casas".
"La gente joven tiene una gran preocupación porque sabe que son ellos los que van a pagar las consecuencias de nuestra dejadez y desidia. Son muy conscientes de que les vamos a dejar un planeta convertido en una basura, y de que si no le ponemos freno inmediatamente, no hay vuelta atrás... Me desespero cuando veo que en España el debate es el Sálvame y no se dan cuenta de esto, cuando los más jóvenes lo ven claro, y más en un país en el que vamos a ser terriblemente sacudidos por el cambio climático", abunda Barquero.
Relata que están recibiendo muchas llamadas y mensajes de chicos que prometen afiliarse al Pacma (ahora tiene 5.000 militantes y en las últimas elecciones de 2016 logró casi 300.000 votos) en cuanto cumplan 18 años, y eso es "porque hay un cambio positivo, quieren pensar en un nuevo modelo alimenticio y de consumo en el que la ciudadanía pueda no sólo ser parte del problema, sino también de la solución. Saben, por ejemplo, que para producir un kilo de carne de ternera se gastan 15.000 litros de agua y que eso no es de recibo", insiste.
Efectivamente, hay señales de un cambio de mentalidad positivo. Pese a la postura escéptica de líderes mundiales como Donald Trump, "su mensaje negacionista no está pasando, ni entre la sociedad civil ni en las instituciones", celebra Mar Asunción. "La realidad del cambio climático ha calado. El papel que llevamos haciendo muchos años [los ecologistas] ya figura en la agenda de gobiernos, empresas y en el sector financiero, y esto último es muy importante. Ahora la clave reside en cómo se trasladan la sensibilización y los gestos a la acción", detalla.
Pedro Sánchez presentó esta semana el anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, aprobado este viernes en el Consejo de Ministros. "El Plan Integrado de Energía y Clima contempla la salida de la energía nuclear del sistema eléctrico español entre 2025 y 2035, y que, al final de la década más del 70% de la generación [eléctrica] será renovable", anunció la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera.
Cuando El HuffPost entrevistó a Mar Asunción, el plan todavía no se había presentado, pero en WWF sí habían visto "borradores que indican avances respecto al del anterior Gobierno". Los "avances" siempre son un motivo de celebración, pero Asunción prefiere mostrarse prudente: "Necesitamos saber en qué queda la proposición y en qué resulta el debate del Parlamento, y si los partidos pueden dejar de lado sus perspectivas más partidistas para hacer frente al cambio climático y a la necesidad de descarbonizar la economía". "Aunque haya soluciones previstas, el cambio climático avanza mucho más rápido que ellas", recalca. Lo que tampoco se sabía entonces era que se convocarían unas elecciones anticipadas para el 28 de abril.
España es precisamente uno de los países europeos que más se verá afectado por el cambio climático, avisa Marcellesi: "Seguramente los próximos refugiados climáticos sean los andaluces". Pero el eurodiputado trata de mostrarse optimista. "De momento hemos ganado el debate sobre el relato del cambio climático. Si hace unos meses se proponía un cambio en el modelo de dieta o en la agricultura para reducir las emisiones de CO2 y mejorar la salud de las personas o el bienestar animal, la gente todavía se reía —recuerda—, ahora nadie se ríe, la gente escucha a Los Verdes. Hemos ganado a Rajoy y a su primo".
A las puertas de unas elecciones europeas en las que, ahora sí, Pacma espera lograr representación, Barquero incide también en ese mensaje de que lo verde es serio, se entiende como tal y cala. "Y más que debe hacerlo". La razón es evidente: "Se nos abren dos posibilidades: estamos ante una ventana de oportunidad entre la destrucción de nuestro planeta, y no hay planeta B, o sobrevivir a la hecatombe". Frente a esta corriente "lúcida" que entiende el mundo que le ha tocado vivir y se sabe "agente" del cambio, para bien y para mal, la líder de la formación animalista pone a "los partidos que siguen como la orquesta del Titanic, tocando mientras este buque va hacia el precipicio". "No podemos permitirnos el lujo de caer", advierte.
¿Cuál es entonces su propuesta? "Usar el cambio climático como palanca para crear un modelo económico que dé seguridad y empleo a las personas", describe Florent Marcellesi. "La transición ecológica va a crear muchos más empleos de los que existen ahora en las industrias fósiles, ya sea en la agricultura ecológica, en las energías renovables, en la gestión de residuos sostenibles, en la gestión del agua, en la economía sostenibles", enumera. "Ahí están los empleos del mañana, que son dignos, de calidad y respetuosos con el medio ambiente. La transición ecológica es una gran oportunidad", defiende Marcellesi.
Algo similar al Green New Deal que proponen algunos sectores demócratas estadounidenses, un plan radical de gasto federal para que el país vaya abandonando los combustibles fósiles e invierta en una estrategia verde. "Debemos volver a invertir en desarrollo, producción, uso y distribución de energía, pero esta vez de energía verde", explicó a la edición estadounidense del HuffPost la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, principal defensora de este plan.
"Es evidente que los combustibles fósiles tienen los días contados (y de hecho la producción de carbón ya sale más cara que el propio carbón), pero el lobby quiere seguir explotando la gallina de los huevos de oro hasta el final", lamenta Mar Asunción, que al mismo tiempo celebra los gestos de algunas entidades financieras que sí miran al cambio climático. "En WWF hemos empezado a trabajar con propietarios activos y con bancos, y vemos que las entidades empiezan a entender que tienen un riesgo de transición", explica la experta.
"Por ejemplo, si tienen activos en combustibles fósiles, van a perder valor. Si vamos a descarbonizar la economía como pretende el Acuerdo de París, ahí no caben el petróleo ni el gas, y por supuesto tampoco el carbón. Hay que hacer algo. Ellos ya lo están metiendo en su modelo", señala. "Somos la única ONG ambiental que está trabajando en ello. Al fin y al cabo, todos somos pequeños inversores, todos tenemos dinero en el banco, así que luchemos por que se hagan inversiones positivas para el planeta", defiende.
WWF observa que, poco a poco, su "lluvia fina va calando". Desde la organización han notado sobre todo "un aumento progresivo de apoyos en La Hora del Planeta". Este evento, "un pequeño gesto" que promueven cada año desde hace diez años y que consiste en apagar las luces una hora, "tiene cada vez más implicación por parte de individuos, de empresas y de ayuntamientos, que lo entienden como un paso para, a partir de ahí, involucrarse más", apunta Mar Asunción. Este año se celebra el 30 de marzo.
Pacma, por su parte, también se enorgullece de portar una bandera que otros ni se plantean sacar, asuntos muy concretos en los que estas nuevas generaciones sí reparan, que sí entran en ese nuevo debate mundial, por la importancia que tienen no sólo estrictamente para el medio ambiente, sino para la salud y el consumo. Por ejemplo, Barquero habla de la lucha por el control de las granjas industriales, "con consecuencias para el bienestar de los animales, del medio, los territorios y las personas". "Ahora mismo es la actividad que mayores emisiones de gases de efecto invernadero causa, es determinante en el cambio climático. Provoca problemas de gasto de agua, de emisiones, de acuíferos... Eso nos obliga a pensar en un nuevo modelo alimenticio y de consumo en el que la ciudadanía y su comportamiento pueda no sólo ser parte del problema, sino también de la solución. "Cada vez el ciudadano, el votante, hila más fino, pero es que es necesario", remarca.
Lara Lázaro, la investigadora principal sobre Cambio Climático del Real Instituto Elcano, explica que la llamada agenda verde ha ido fluctuando en las mesas de los Ejecutivos del mundo, pero no se puede decir categóricamente que no se ha hecho nada. "Las acciones son insuficientes, claramente, pero las políticas a nivel legislativo se han multiplicado por 20 desde 1994. El movimiento ha sido muy significativo, aunque haya estado más o menos presente en el discurso de los medios o la calle", enfatiza.
En Europa, en particular, sostiene que ha sido importante la "trayectoria de las acciones" de la Unión; "más allá del debate más público, la Unión siempre ha sido un adalid de la lucha ambiental y de la acción climática, incluso superando diferencias internas (...). Siempre ha sido uno de los líderes direccionales, mediante el ejemplo, de la acción climática internacional. Un buque insignia desde hace más de dos décadas. Hoy, añade, es importante que la preocupación ha dejado de estar solamente en el despacho del comisario del ramo, el español Miguel Arias Cañete, y ha pasado a ser parte de la materia de política exterior y seguridad que comanda la italiana Federica Mogherini. "Ha dejado de ser un tema nicho y empieza a ser un tema de riesgo económico", afina.
Por eso Lázaro no cree acertado que se hable de una moda de lo verde, de algo pasajero. "La acción climática y ambiental es más una tendencia que algo puntual". Los motivos son varios: está el "reconocimiento y conocimiento" de los límites planetarios ante el cambio real; la publicación más reciente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) diciendo que tenemos apenas 12 años para evitar las peores consecuencias de ese cambio; los dosieres del Foro Económico Mundial, "que año tras año, desde 2011, dicen que el cambio climático y sus fenómenos extremos son de los que tienen más certidumbre y más probabilidad de causar una destrucción significativa en el mundo"... "Todo eso son señales que se alinean, como los astros, para que estos asuntos no sólo estén en la agenda, sino que estén en la acción", resume.
La analista constata que ahora todo ello viene acompañado de una preocupación ciudadana mayor, porque estamos ante "un problema serio, planetario, y por lo tanto parecería muy raro que la gente ignorase esto". Recurre a la pirámide de necesidades de Maslow para explicarse: llega un momento en el que, cuando ya hay otras urgencias cubiertas, levantamos la mirada y reparamos en otras amenazas. Y entonces vemos, por ejemplo, la que se avecina con el cambio climático.
Hay nuevos aires pero, hasta ahora, nunca ha estado lo verde entre las prioridades de voto en nuestro país. El medio ambiente, relata, no aparece entre los principales problemas que detectan los ciudadanos, según las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). En el contexto comunitario es la tercera mayor preocupación, según el Eurobarómetro.
Pero empieza a haber cambios: el CIS de noviembre deja ver a las claras que los españoles piden "específicamente" a los políticos que se ocupen del cambio climático. "Es una demanda, si bien para el 40% de los encuestados en España la relevancia de este tema a la hora de formular su voto es entre regular-bastante-mucha y para el 60% restante, entre poca o nula. Pero ya hay una marea de fondo que dice que si a esto no le prestas atención pues puedes perder votos", analiza.
Esa marea es la que está dando casos como el de Alemania y la que está haciendo que la corriente de conciencia sea generalizada, de izquierda a derecha. Y, con fluctuaciones, alcanza incluso a países de los más emisores, como EE UU. Los informes de Gallup en ese país, explica, demuestran que, pese al alejamiento del Gobierno federal, en la gente hay preocupación, con un 71% de los encuestados que se cree a los científicos cuando afirman que el cambio es real.
El propio Instituto Elcano al que pertenece Lázaro pregunta en sus informes cómo de prioritaria debe ser la lucha contra el cambio climático en las prioridades de política exterior y los datos confirman la concienciación al alza: es la segunda prioridad en EE UU, en Alemania, en Francia... Era la segunda para España desde 2011 pero en 2017 y 2018 se ha convertido en la primera. "El tema está sobre la mesa y no se va a ir a ningún sitio", resume.
"Altura de miras" es, por tanto, lo que deben tener, dice, los gestores de lo público para afrontar el reto y dar respuestas. "Reconciliar la necesidad de un cambio tan profundo con una necesidad de justicia, de transición justa, va a requerir unos pactos de estado a nivel internacional", vaticina. Toca analizar todos los modelos que sean interesantes y estar abiertos a un cambio de modelo productivo. Es el camino.
"Estamos sólo a un tercio de aquellos esfuerzos que necesitaríamos para limitar el aumento de las temperaturas a menos de dos grados con respecto a la era preindustrial. Tenemos que aumentar esos compromisos", repite, insistente. En el plano individual, hay que estudiar qué hacer, más allá del reciclaje al que más o menos todos nos hemos acostumbrado, con medidas de verdadero impacto. "Separar y reciclar está muy bien, pero no es de las cosas que tienen mayor impacto inmediato en la reducción de gases de efecto invernadero. Sí lo tiene reducir los vuelos trasatlánticos, cambiar nuestras dietas, los sistemas de transporte y consumo... Hay mucho por hacer y, para empezar, se puede comunicar mejor no sólo por parte de los medios, sino de los Gobiernos", propone.
"Ni los países tenemos los compromisos que deberíamos tener ni a nivel individual hacemos todo lo que debemos hacer. La ciencia nos dice que hace falta más, que no llegamos, y eso hay que comunicarlo de la mejor manera posible, la más clara y constructiva", señala. Pero avisa igualmente del riesgo de "paralizar a las personas", dando a entender que no hay soluciones, con mensajes catastrofistas. "Está complicado, cada vez más, pero hay muchas cosas que se pueden hacer todavía", concluye.
Mar Asunción también apunta a esas cosas por hacer. "Si no abordamos el cambio climático, no es que se acabe el mundo, pero sí las sociedades tal y como las conocemos", resume. "El cambio de paradigma es necesario y va a llegar sí o sí. La cuestión es cuánto tardaremos en implementarlo. Cuanto más tardemos, más costoso será a nivel ecológico, económico y social".