Eterna Judy
La gloria y la gran fragilidad de la estrella se fraguó en Oz, allá donde se consiguen los sueños, pero también donde se esconden terribles secretos.
Ahora que se encuentra en cartelera la película de Rupert Goold, protagonizada por Renée Zellweger, Judy, es importante recordar que a Judy Garland se le ha recordado en muchas ocasiones como la Eterna Dorothy. El año pasado se cumplieron ochenta años del estreno de El Mago de Oz en Estados Unidos y cincuenta del fallecimiento de la estrella, dos hechos íntimamente ligados.
Judy Garland llamaba a Over the Rainbow, la más famosa de las canciones de El Mago de Oz, Mi canción triste. No había una forma más clara de definir algo. Su canción triste, porque evocaba un tiempo de gloria y a la vez una época muy dura que fue el germen de todos sus problemas posteriores.
El 24 de febrero de 1938, la Metro-Goldwyn-Mayer, anunciaba en Variety que Judy Garland interpretaría a Dorothy en su producción El Mago de Oz. Garland, de nombre real Frances Gumm, había entrado en la Metro en 1935, con trece años de edad cumplidos. Sabía cantar, bailar, interpretar drama o comedia. Actuaba y maravillaba en las fiestas privadas. Pero no fue la primera opción para el personaje de Dorothy, antes se barajaba a Shirley Temple, entonces la llamada “niña más famosa de América”. Pero Temple estaba en contrato, “pertenecía”, a la Twentieth Century Fox, y aunque se plantearon “intercambiarla” momentáneamente por Clark Gable, que estaba contratado en la Metro, la operación no prosperó. Así eran aquellos tiempos, las estrellas estaban atadas a sangre con los estudios, pura moneda de canje, que se arreglaba en las partidas de póker de los magnates.
El Mago de Oz fue el comienzo de todo lo importante para la Garland, lo bueno y lo malo, el estrellato y el declive. En junio de 1969 Judy Garland fallece en un hotel de Londres por una sobredosis de barbitúricos. Tenía cuarenta y siete años recién cumplidos y no era la primera ocasión en que había intentado suicidarse. Muere por su dependencia a los fármacos. Una dependencia que se inició en el rodaje de El Mago de Oz.
Las estrellas de Hollywood debían de ser perfectas. Y Judy Garland a ojos de los magnates no lo era: directamente un ejecutivo se refería a ella como un “cerdo con coletas”. Ni su físico era el común de las estrellas, ni los fans del libro El Mago de Oz ayudaron inicialmente. Parece ser que se sondeó a los seguidores de la publicación sobre quién debería interpretar a Dorothy. Y estos consideraron mayoritariamente por voto popular que Shirley Temple debía de ser la intérprete, veían demasiado mayor para el papel a Garland. Esa es otra cuestión que resultó desestabilizadora para Judy, el choque que suponía para una adolescente el interpretar personajes infantiles, y ser demasiado joven para hacer personajes adultos.
Desde el momento en que fue contratada por el estudio, Garland comienza un proceso de varios años de entrenamiento de voz, arreglo dental, cirugía nasal, aplicación de corsets a la cintura, y a una estricta dieta. Este proceso se agudiza en el arranque del rodaje de El Mago de Oz, donde se desata una obsesión para que adelgace y se disimule su pecho, esto último a base de apretar con bandas el cuerpo, ponerle unas coletas que disimularan, o indicarle la instrucción de que diese muchos abrazos al perro Totó y se lo apretase hacia ella en las diferentes escenas.
La cuestión de adelgazar, fue definitiva. Por un lado, la única alimentación de vegetales y líquidos para Garland hizo acrecentar su ansiedad, incrementando su adicción al tabaco, hasta ochenta cigarrillos diarios cuentan. Y por otro, aún más agresivo, el uso de anfetaminas de día para el rodaje y de barbitúricos por la noche para intentar descansar, no sólo resultó un cóctel fatal, sino que también fue decisivo para desarrollar la dependencia de por vida, y de resultados fatales.
El grado de “posesión” de los estudios de cine a sus estrellas y empleados era absolutamente cruel y asfixiante. Durante el rodaje, Garland tenía una entrenadora personal que hacía las veces de su doble, Barbara Bobbie Koshay. Y según parece, después del rodaje estaba asignada para espiar a la actriz todo lo que hiciese. Esto era habitual entonces por parte de la Metro, el contratar a personas que hiciesen seguimiento de las principales estrellas que tuviesen cláusula de comportamiento. La presión era tal, que Judy tenía una sustituta preparada durante el rodaje por si algo no salía bien. Una cover, Janice Chambers, de doce años, con buena voz y que bailaba bien, perfectamente preparada para asumir el papel. Esto lo sabía Judy Garland. En realidad, era una forma de presionar por parte del estudio a la estrella de turno, si no hacían lo que querían, si se volvían demasiado engreídos o no lo hacían bien, se les sustituía.
Reivindicada como una gran estrella, especialmente entonces por el colectivo gay, los “amigos de Dorothy”, ahora por el LGTBI, que toma el arcoíris de Oz como una bandera, la devoción generalizada no ayudó para que Judy Garland no fuese otra muñeca rota de Hollywood. La eterna Dorothy. Tras El Mago de Oz y su popularidad absoluta, años más tarde la actriz inicia una relación dura con la Metro. Le despiden de varios proyectos por no presentarse a rodaje entre otros problemas, cuestión que se retroalimenta con ataques de ansiedad e intentos de suicidio. Aunque también supo levantarse una y otra vez para luchar, hasta que no pudo más, regalando trabajos tan maravillosos como el de “Ha nacido una estrella”, y por supuesto su maravillosa voz.
Judy es inseparable de Dorothy. El look que le aportó uno de los directores de El Mago de Oz, George Cukor, quedó para siempre en un inolvidable personaje. Y la secuencia de Over the Rainbow, que le tocó dirigir a King Vidor, resultó una de las emblemáticas de la historia del cine.
La gloria y la gran fragilidad de la estrella se fraguó en Oz, allá donde se consiguen los sueños, pero también donde se esconden terribles secretos. Oz siempre persiguió a Judy Garland, y Over the Rainbow pasó a ser su “canción triste”. La vida misma.
Eterna Judy.