Esto es lo que nadie te cuenta de tener herpes
No todo el mundo se da cuenta de que sus llagas en la boca son herpes y yo tampoco estuve muy espabilada.
“¿Por qué lloras?”.
Esas fueron las primeras palabras que me dijo mi médico después de diagnosticarme herpes. Acababa de divorciarme, estaba muerta de dolor y pensaba que nunca volvería a tener citas. Creo que llorar estaba más que justificado teniendo todo en cuenta.
Mi conocimiento del herpes no era muy exhaustivo por entonces. Sabía lo que todo el mundo sabía. Que el herpes se transmite a través del sexo, que es el objeto de muchos chistes y que era algo de lo que avergonzarse.
Conocía el lenguaje que se utiliza para hablar de las infecciones de transmisión sexual (ITS), que si no tengo ninguna estoy “limpia” y que tener una, por tanto, implica que estoy “sucia”.
Cuando le mandé un mensaje a la única persona que podía habérmelo pegado, teniendo en cuenta la fecha, negó tener herpes y me dijo que aun así “me follaría”. ¿Esperaba que le diera las gracias?
Llegué a casa después de la cita médica con una receta de aciclovir y la certeza de que mi vida había acabado. Llamé a mi madre, que tiene mucha experiencia como enfermera. Fue todo lo comprensiva que se puede ser y me dio consejos para afrontar mi primer brote. (Consejo: si tienes un brote de herpes y te duele al hacer pis, échate agua tibia para ayudarte a poner todo en circulación).
Cuando por fin pude permanecer sentada más de unos minutos seguidos, gateé hasta mi ordenador y busqué ayuda en Google. Por una vez, Google cumplió.
Descubrí que hay dos tipos de herpes causados por el virus herpes simple (VHS). Al VHS de tipo 1 se le llama también herpes oral porque vive preferentemente en la boca. Al VHS de tipo 2 se le llama también herpes genital porque vive preferentemente en los genitales. En realidad, puedes desarrollar cualquiera de las dos cepas en cualquiera de esas dos localizaciones.
La organización Planned Parenthood, en cambio, considera que es herpes oral si se desarrolla en la boca, sea del tipo 1 o del tipo 2. Las llagas en la boca son herpes oral. Planned Parenthood también considera que si tienes llagas en los genitales tienes herpes genital, da igual cuál de las dos cepas las hayan provocado.
Cuando desapareció mi primer brote, esperé a que llegara el segundo. No tuve ninguno en seis meses y el que se produjo fue muy ligero. Tras varias pruebas, descubrí que tenía herpes de tipo 1. Como el virus no vivía en su lugar “favorito”, mis brotes eran menos frecuentes. Sinceramente, no recuerdo la última vez que tuve uno, y eso que ya hace nueve años que lo contraje.
Sé que no a todas las personas que tienen herpes les ha ido igual que a mí. Algunas sufren brotes mensuales; otras, solo de forma ocasional, y unas pocas personas sufren un brote inicial tan grave que tienen que ser hospitalizadas. (Los primeros brotes suelen producirse junto con síntomas gripales). Yo me siento afortunada porque, pese a mi vergüenza, encontré una buena asistencia médica y Planned Parenthood me ayudó cuando no estaba asegurada.
Tengo que ser justa con la persona que me contagió el herpes y admitir que probablemente él tampoco sabía que lo tenía. No todo el mundo se da cuenta de que sus llagas en la boca son herpes y yo no estuve muy espabilada al no preguntarle. Ni siquiera sabía que tenía que hacerlo y, como hacen muchos, no utilizamos ninguna protección para practicar sexo oral.
Mi búsqueda en Google también me hizo darme cuenta de que no estoy sola. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, más de 1 de cada 6 personas de entre 14 y 49 años tienen VHS de tipo 2 y casi la mitad de la gente (48%) padece VHS de tipo 1. Al igual que mi pareja sexual de entonces, muchas de estas personas no saben que lo tienen porque no muestran síntomas o porque son tan leves que los atribuyen a otra causa.
Pero ninguno de esos datos abordaba mi preocupación más urgente: ¿Volvería a tener citas? A medida que investigaba en internet, descubrí algo interesante: webs de citas para personas con herpes. Hay quienes argumentan que la existencia de estas páginas son innecesarias y que aumentan el estigma. Para ser sincera, no conseguí demasiadas citas memorables a través de estos sitios. Sin embargo, sí que encontré publicaciones en las que hablaban de quedadas locales, y decidí ir a una de ellas.
¿Qué es lo que me encontré ahí? Un grupo de gente muy amigable, algo que impresiona teniendo en cuenta que lo único que nos unía a todos era una enfermedad cutánea. Conocí a personas con herpes que tenían pareja o que se habían casado pese a tener herpes. Algunos habían encontrado parejas con herpes y otros, sin herpes.
Me metieron en una amplia red de grupos de Facebook privados, algunos de ellos para tener citas y otros, para contar penas, hablar, publicar memes y resolver dudas.
A medida que fui haciendo acopio de valor para empezar a tener citas, me prometí que desvelaría que tengo herpes a las potenciales parejas que fuera conociendo.
Solía revelarlo en cuanto consideraba que las cosas avanzaban en una dirección en la que empezaba a ser relevante que el otro lo supiera. También se lo decía a parejas sexuales del pasado con las que pensaba que tal vez reconectaría en el futuro. Lo hacía en persona, por teléfono o incluso por correo, según la vía de comunicación que soliera emplear con esa persona en concreto. Sinceramente, prefería por correo, ya que me permitía incluir enlaces a páginas web con información importante y precisa que no estigmatizaba a las personas con herpes.
Cuando iba bien, pasábamos a la siguiente conversación para asegurarme de que conocían los riesgos. Primero les animaba a que se hicieran pruebas, ya que hay mucha gente que tiene herpes y no lo sabe. También debían saber que el herpes se puede contagiar en cualquier momento, aunque no haya ningún brote visible. A medida que la gente se familiariza con cómo reacciona su cuerpo al herpes, es capaz de percibir cuándo va a sufrir un brote (algunas personas notan un hormigueo) para evitar mantener relaciones sexuales que faciliten la propagación del virus.
Los preservativos y las barreras bucales ayudan, pero el virus puede contagiarse mediante el contacto piel con piel de áreas que no están cubiertas. También puedo seguir una terapia supresora diaria (algo que ya he hecho) para reducir el riesgo de transmisión.
Hay personas que están dispuestas a asumir los riesgos y otras que no. Y no pasa nada. Las citas no siempre tienen por qué ir bien y hay muchos motivos. Aunque una persona decida no salir conmigo después de conocer mi infección, al menos espero que se marche un poco más informada sobre las ITS.
Al final conocí a una persona encantadora de género no conforme en uno de estos grupos. Habíamos hablado por internet y nos habíamos conocido en un evento nacional para personas con herpes. Sí, también existen ese tipo de eventos, y son una ocasión para que personas de todo el país descubran un nuevo lugar y se diviertan (que cada uno defina esa diversión como prefiera). Yo me lo pasé bien y me acabé mudando a la otra punta del país para estar con mi pareja.
Sinceramente, ya no pienso mucho en mi herpes en la actualidad. Como mi pareja y yo tenemos herpes, no tomamos ninguna precaución especial cuando practicamos sexo.
En definitiva, tener herpes y otras ITS no significa que se termine tu vida sexual. Se vuelve diferente, un poco más estresante en ocasiones, pero no está acabada en absoluto. Busca buen asesoramiento médico, apoyo (los grupos privados de apoyo en Facebook son un buen punto de partida) y sumérgete de nuevo el mundo de las citas cuando creas conveniente. Mientras tanto, hay una gran comunidad dispuesta a echarte una mano. Lo prometo.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.