Esto es agua, #TeatroConfinado para pensar en lo obvio
Dentro de la inmensa oferta cultural gratuita y de pago que el confinamiento está poniendo en Internet, una llama poderosamente la atención por su originalidad. Es la de #TeatroConfinado puesta en marcha por el Teatro de la Abadia. Se trata de espectáculos unipersonales, monólogos, en directo para un máximo de 20 espectadores que se conectan a través de una herramienta Web que permite ver al resto del público, igual que cuando se va al teatro. Cuya recaudación va a financiar el proyecto de investigación #YoMeCorono.
Dentro de esta propuesta, que lleva ya dos semanas, este fin de semana han ofrecido un estreno. Se trata de Esto es agua. Conferencia dada por David Foster Wallace en la ceremonia de graduación de los alumnos de Artes y Humanidades de la Universidad de Kenyon. Monólogo interpretado por Israel Elejalde y producido en colaboración con el Teatro Kamikaze.
La experiencia resulta curiosa. Encontrarse con los sospechosos conocidos. Es decir, con profesionales, críticos y público habitual del teatro. Volver a verles las caras en presente después de tanto tiempo. También choca la demora. Se convoca a las 20:00 pero se comienza 30 minutos más tarde, pues se va probando que todos estamos disponibles y bien acomodados con las nuevas tecnologías para disfrutar de la propuesta. Algo que hace el jefe de sala de la Abadía con una eficacia pasmosa, como si lo hubiera hecho toda la vida. Ni siquiera falta el toque de campana avisando de que la función va a comenzar.
Y cuando la función comienza, nos encontramos con medio plano de Israel Elejalde a través de un vaso de agua azul, en un intento claro de puesta en escena que comienza a contar la típica parábola. A la que ya nos han acostumbrado la técnica de los storietellers norteamericanos que lo mismo dan una conferencia inspiradora para un círculo de empresarios, una ceremonia de graduación, una asociación de mujeres o para las populares charlas TED.
Un texto que, en su aparente sencillez, por esa estructura de conferencia inspiradora, resulta difícil. Para el actor. Al que el texto se le resiste, tiende a írsele. Tal vez por la dificultad para introducir acciones, pequeños gestos en un texto que no está pensado para ser representado, como una obra y menos dicho ante una cámara en el salón de una casa.
Aunque no se puede olvidar que todas estas conferencias de graduación tienen siempre puestas en escena. Quizás, en esta urgencia coronavirica en la que vivimos, de que hay que hacer algo, el actor no haya tenido suficiente tiempo para probarlo o para trabajarlo o para mostrarlo a una mirada externa previa. También porque el aislamiento obliga a montarlo con lo que se tenga y donde se está. Algo que un actor como Elejalde irá perfeccionando a medida que vaya teniendo representaciones y vaya observando las reacciones de los espectadores.
Tampoco es fácil para el espectador. No es que se trate de un texto complejo. Un texto filosófico lleno de citas y conceptos abstractos. No. Su autor es un escritor de ficción y reportajes periodísticos. Eso se nota. Aunque, como el buen autor que es, tiene algo que contar y es algo que de puro sencillo resulta complejo. Lo que cuenta es la dificultad que todos tenemos para ver lo obvio, si eso obvio no somos nosotros mismos. Esa dificultad para evitar escuchar sin mediar nuestros motivos, nuestros deseos, al yo y su libertad, consagrados en lo más alto por las democráticas sociedades occidentales y por las que se justifica arruinar y condenar al resto en nombre de la libre competencia.
Por otro lado, no es lo mismo sentarse en la (in)comodidad del salón, del despacho o cualquier lado, con el ordenador para ver una obra que sentarse en el teatro. El lugar en el que estemos y la falta de otros humanos alrededor, condiciona la percepción, aunque se nos haya pedido que apaguemos los móviles y que usemos auriculares para evitar distracciones. Por mucho que se intente reproducir al máximo las condiciones que habitualmente se tiene en el teatro.
Todo lo anterior son simple y sencillamente factores circunstanciales. Momentáneos. Fruto de poner en marcha algo novedoso y con carácter urgente. Algo que la práctica, tanto de los artistas como del público, irá normalizando, mejorando, hasta convertirlo en un acto más. Tan sencillo como resulta ver una película en una plataforma o bajarse un libro. Aspectos técnicos.
Lo importante es el contenido. En eso no hay ninguna duda que no han fallado. Artistas que siguen defendiendo el carácter público y, por tanto, político del teatro proponiendo a sus espectadores que usen su capacidad para pensar decidiendo en qué y cómo pensar. También en circunstancias como estas que favorecen el encierro sobre uno mismo. Han encontrado un texto con el que avisarnos. Hay que pensar en lo obvio, y lo obvio no somos cada uno de nosotros mismos, con nuestro enfado por no recibir lo nuestro. Ahora que se tiene tiempo, hay que pensarlo.