Este año no pienso estresarme con los regalos porque puedo dar mucho más de mí
Mi primera Navidad como anfitriona la pasé entre lágrimas. Entre la decoración y la elección de regalos para mi nueva familia, acabé totalmente exhausta.
Mi primera Nochebuena como mujer casada la pasé entre lágrimas.
Me disponía a hacer mi debut como nuera anfitriona y, habiendo vivido hasta el matrimonio a base de pan de pita y baba ghanoush, el menú que me había propuesto hacer era demasiado ambicioso para mí. Tenía pensado guardar en salmuera la carne durante la noche anterior y acompañarla de varias guarniciones.
No estaba dispuesta a aceptar ninguna ayuda, ni siquiera de mi marido. Quería mostrarle a mi suegro (el cocinero por excelencia de su familia) que su hijo tenía "buen gusto" eligiendo esposa.
El estrés me pilló totalmente desprevenida. Habría sido normal en los 50, pero estábamos en el cambio de milenio. ¿Qué me pasaba? Convertirme en esposa había aumentado el estrés, sin duda, pero la presión de la festividad también tenía gran parte de la culpa.
Acabé exhausta tratando de decorar la casa a la perfección. Y elegir los regalos ideales para mis nuevos familiares llevó mi estrés a su punto máximo. Sencillamente, perdí mi habitual sentido del equilibrio y de la perspectiva.
Los objetivos que me puse aquellas Navidades fueron demasiado agobiantes. No pude disfrutar de la calma, del cariño ni de la felicidad. En una época concebida para el regocijo, me sentí estresada, triste y vacía.
Demasiadas presiones
La Clínica Mayo señala que estas festividades, pese a que son días de celebración, pueden llegar a convertirse en una de las épocas más temidas del año. Además de los seres queridos, de lejos o de cerca, diciembre también puede traer consigo dos invitados indeseados: el estrés y la depresión. La presión social de hacer que todo luzca tan perfecto como en las postales de Navidad (o en Pinterest) puede ser agotadora.
Es muy fácil olvidarnos de nuestras prioridades habituales y perder el horizonte. En el fondo, somos conscientes de la importancia del equilibrio emocional y los límites, y siempre tratamos de mantener la perspectiva y ser conscientes de las necesidades de nuestros seres queridos.
Sin embargo, para finales de diciembre, nuestra versión más sensata parece quedar enterrada bajo una cacofonía de reclamos publicitarios y las voces de nuestra ansiedad y de nuestros miedos pueden hacerse oír más que los villancicos.
Perdiendo el horizonte
Una encuesta publicada recientemente en World Vision Canada ilustra muy bien lo que acabo de decir. Al llegar la Navidad, muchos de nosotros buscamos mucho más de lo que nos pueden ofrecer los supermercados. Según los resultados de la encuesta, a casi el 60% de los canadienses les gustaría realizar una donación en su nombre. ¡Una donación! Un regalo en su nombre para ayudar a una persona necesitada.
Sin embargo, pese a la evidente y generalizada búsqueda de un sentido navideño más significativo, el 70% de los canadienses nunca ha recibido una donación benéfica o una tarjeta regalo. ¿Por qué no hay más gente colaborando? "Por miedo a decepcionar al destinatario" fue una de las respuestas más frecuentes.
Y yo me identifico. He escogido mis amistades y valoro a mis familiares por su amabilidad y generosidad, pero a pesar de todo eso, acabo ignorando todas las verdades anteriores y regalándoles cualquier cosa, desde unas chanclas hasta un molinillo de pimienta, en lugar de hacer alguna donación benéfica o una tarjeta regalo.
¿Sabéis cuál es la mayor ironía de todo esto? Que ese suegro al que me pasé los primeros años de mi matrimonio intentando impresionar era el mismo que frecuentemente hacía donaciones benéficas. Es algo que él siempre ha valorado mucho y que habría apreciado en mí, pero yo siempre estaba demasiado cegada por el estrés.
Deja atrás el estrés
Las donaciones y las tarjetas regalo pueden desempeñar un papel importante a la hora de superar el estrés, según la Clínica Mayo, simplificando las compras y alejándonos de los supermercados. Pero es importante planificarlo con algo de tiempo, porque cuando la tensión esté a tope, será difícil pararse a reflexionar.
Antes de hacer tu lista de tareas navideñas, échale un vistazo a los beneficios de hacer una donación o regalar una tarjeta regalo:
- Hacer una donación puede ser muy emocionante. Me enteré de ello el año en que mi propia madre, en mi honor, ayudó en la prevención de la transmisión maternofetal del VIH a una familia al otro lado del océano. Por entonces, yo estaba embarazada por primera vez y nunca olvidaré la emoción de salvar la vida de un bebé en Navidades.
- Elegir una donación o una tarjeta regalo es como darle al botón de pausa. En lugar de imaginar las muchas formas en que puedes decepcionar a un ser querido, podrás darte el gusto de considerar qué es lo que le ilusiona, teniendo en cuenta qué valores son los que más aprecia. Yo aceptaría ese cambio en cualquier momento.
- Evitar los supermercados trae paz al planeta. Olvídate de esas maniobras de locos para aparcar y esas filas que no hacen más que crecer conforme avanza el día: muchas donaciones y tarjetas regalo pueden pagarse por Internet. Puedes hacerlo en tu hora del café con algún amigo.
- Reducir el estrés puede salvar el planeta. Ya no tendrás que preocuparte por la gasolina, las bolsas de la compra y el papel de regalo. Las donaciones o las tarjetas regalo están disponibles en forma de tarjeta electrónica. Además de apoyar una buena causa, cuidas el futuro del planeta.
- Ajustarte a un presupuesto te proporcionará tranquilidad y felicidad. Se acabó esa sensación de impotencia al ver cómo aumentan tus gastos día a día. Si aun así te preocupa que tu regalo no sea lo suficientemente bueno, escribe una dedicatoria sincera explicando por qué has elegido ese regalo para esa persona en concreto.
Por último, si valoras las donaciones o las tarjetas regalo, asegúrate de que tus familiares lo sepan. Además de recibir algo fuera de lo común, ayudarás a alguien de tu entorno a quitarse presión de encima.
Y eso es maravilloso.
Un artículo escrito por Debbie Wolfe, periodista y trabajadora de la ONG World Vision.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.