Espías, ultras y fake news: las claves de la última crisis de Gobierno de Merkel
La actuación del jefe de los servicios secretos en el interior del país a raíz de la crisis anti-inmigración de Chemnitz enerva a los socios de la coalición.
Angela Merkel vuelve a capear una crisis en su coalición de Gobierno. Hace sólo seis meses que forjó con no poco sudor una mayoría relativamente firme tras una victoria poco brillante en las elecciones, se ha pasado el verano peleando con su socio bávaro y ministro del Interior, Horst Seehofer, sobre la cuestión migratoria -un asunto que por poco hace estallar el acuerdo-, y ahora es una historia de espías la que la trae a maltraer.
Básicamente, tiene un problema con el jefe de los servicios secretos en el interior del país, llamado Hans Georg Maassen. Por dos motivos: ha contrariado la versión de la canciller en cuando a los disturbios racistas vividos en las últimas semanas en la ciudad de Chemnitz y se sospecha que ha sido la fuente de una filtración a Alternativa para Alemnia (AfD), la creciente fuerza de ultradecha.
Parte de sus socios reclaman la dimisión de Maassen o su destitución. Parte de sus socios defienden su labor y quitan hierro a esta "actitud errática", como la llama la prensa germana. Merkel se encuentra en medio, critica al jefe de los espías, pero no pide su marcha.
Estas son las claves para entender el enésimo dolor de cabeza de la canciller en esta inestable legislatura.
Qué ha hecho Maassen
El presidente de la Oficina Federal de Protección de la Constitución (BfV) -como se llaman oficialmente los servicios secretos en el interior del país- causó una importante indignación al valorar a principios de esta semana en el diario sensacionalista Bildlas manifestaciones y revueltas que han tenido lugar en Chemnitz (Sajonia) a finales de agosto.
La muerte de un hombre tras una pelea en una fiesta popular en esta villa del este de Alemania desató lo que el Gobierno calificó como una "intolerable incitación xenófoba" y una "caza al extranjero". Un ciudadano alemán de 35 años -un carpintero de origen cubano-, murió tras ser atacado a cuchilladas en mitad de una pelea; entre las personas detenidas se encontraban un sirio y un iraquí, veinteañeros y solicitantes de asilo en Alemania.
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Su homicidio causó varias manifestaciones masivas, convocadas por la ultraderecha y los neonazis. Al calor de estos hechos, se han registrado en el país al menos cinco agresiones racistas graves e incluso se investiga otra muerte de un joven de 22 años en Köthen, con dos afganos como sospechosos (aunque las autoridades aún no pueden confirmar que se trate de un crimen). También, como contrapeso, se celebraron varias concentraciones por la paz y la tolerancia y un multitudinario concierto.
Pese a todo eso, Maassen afirmó al citado diario que no hay "pruebas fiables" de que se haya dado esa caza al extranjero e, incluso, dijo que los vídeos difundidos por medios locales mostrando a los neonazis cargando sobre los ciudadanos y persiguiéndolos eran sólo "noticias falsas", "fake news". En su entrevista, no mostró prueba alguna que corroborase sus aseveraciones, tan radicalmente contrarias a las dadas por Merkel.
"No hay pruebas de que el video que circula en Internet sobre este supuesto incidente sea auténtico. Habría buenas razones para creer que se trata de una desinformación deliberada para posiblemente distraer al público del asesinato en Chemnitz", dijo literalmente.
No ha vuelto a hablar del tema en la prensa, pero sus declaraciones le han costado una doble comparecencia parlamentaria en sendas comisiones, en las que ha matizado sus palabras, afirmando que su intención había sido advertir contra posibles campañas de desinformación. No habló mucho, pero dijo algo así como que se le había entendido mal, que formularía "una u otra frase de forma diferente" si hablase hoy día y que "quizá también evitaría" hacer directamente esas declaraciones. Sin embargo, mantuvo sus críticas a los medios de comunicación, que en su opinión no deberían haber escrito que hubo "persecuciones", indica Reuters.
Hay más: según la revista Kontraste, el jefe de los servicios de inteligencia en el interior habría filtrado a un diputado del partido de la AfD información confidencial. El escándalo se conoce cinco semanas después de que se produjeran los contactos. La fuente principal de esta exclusiva es una antigua militante del partido, Franziska Schreiber, quien ha detallado que Maassen se reunió con varios dirigentes ultras para darles consejos sobre cómo no ser vigilados por sus servicios de seguridad. Les filtró, además, el informe anual de los servicios de Inteligencia antes de que fuera publicado.
Que ayude a Alternativa para Alemania, cuando precisamente se acusa a esta formación de ser una de las que echan leña al fuego de las protestas racistas, en un momento de euforia demoscópica (podría lograr al menos un 17% de los votos y la segunda posición, dicen las encuestas), ha generado un enorme malestar en el resto de fuerzas políticas del país.
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Qué dicen los socios
En las últimas horas, los medios alemanes sostienen que Maassen podría acabar aceptando una jubilación anticipada, como salida más honrosa tras este choque con Merkel. Sin embargo, por ahora sobrevive. El martes está previsto que la canciller se reúna con sus aliados y debata de nuevo la situación. Tras la comparecencia parlamentaria del jefe de los espías, ya hubo otro encuentro similar, del que nada salió en claro, más allá de las palpables diferencias entre las partes.
La decisión de su continuidad no está en manos de la lideresa, sino de su ministro del Interior, Horst Seehofer (sí, el mismo con el que chocó por los inmigrantes). Este ministro pertenece a la CSU (Unión Social Cristiana de Baviera), que forma la triple alianza del Ejecutivo, junto al SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) y el partido de Merkel, la CDU (Unión Demócrata Cristiana). Es decir, es un socio quien tiene la sartén por el mango.
Seehofer ha defendido a Maassen públicamente, ha aplaudido su labor, lo ha ratificado en el cargo y, cita El País, "fue más lejos y se atrevió a asegurar que él habría participado en las marchas de protesta de Chemnitz, pero que su cargo de ministro se lo impedía".
No lo ven igual los socios de Gobierno: los socialdemócratas creen que "está claro que Maassen tiene que irse". "Para la dirección del SPD está absolutamente claro que hay que tomar medidas. Merkel debe actuar ahora", ha manifestado el secretario general del SPD, Lars Klingbeil, haciendo a la canciller responsable de su continuidad. La líder de este partido, Andrea Nahles, tras la reunión del jueves (de hora y media y sin fruto alguno), dijo que el cuestionado funcionario debe aportar "pruebas claras" de lo que afirma y,"si no es capaz de hacerlo, entonces ya no será aceptable en su oficina".
Un momento delicado
Las tensiones que está generando la figura de Maassen se producen en un momento muy complejo para la política alemana, a apenas cuatro semanas de las elecciones en Baviera, donde a la CSU se le pronostica que perderá la mayoría absoluta que ha tenido casi ininterrumpidamente durante décadas.
La formación de Seehofer representa el ala más derechista del bloque conservador de Merkel y tanto en la pasada legislatura como en la que se inició el pasado marzo, con el nuevo pacto de coalición, ha presionado sobre la canciller para que endurezca su política migratoria, una baza electoral que le renta.
Tampoco es buen momento para el SPD, que cada vez está más presionado para desmarcarse de las políticas más conservadoras del gabinete, que quiere dejar claro a sus electores que no todos los que están en el Ejecutivo son iguales. Tienen experiencia de gestión y eso es importante, también el hecho de haber dado estabilidad a Merkel desde marzo, tras las elecciones generales de septiembre de 2017. Pero hay que diferenciarse. Es lo que reclaman cada vez más voces dentro de la formación.
Ya fue muy discutido el acuerdo a tres que encabeza Merkel, con lo que la resistencia interna es alta, y casos como este no se quieren perdonar. Las encuestas, que les dan mínimos históricos, tampoco ayudan.
Rodeada por el caos, Merkel. ¿Podrá también con esto?