Españoles... ETA ha muerto, pero el PP no se ha enterado
Españoles... ETA ha muerto. Hace siete años que anunció el cese definitivo de la violencia y tres meses ya que comunicó su disolución y el desmantelamiento de todas sus estructuras. Pero para el PP sigue viva o, mejor dicho, pretende mantenerla con respiración asistida para sus intereses partidistas. Contra la banda vivían mejor. Y ahora que está desparecida, hacen como si aún existiera.
Ha sido llegar a la oposición y resucitar la etapa más negra de nuestra historia —y de la suya propia—. Con Pablo Casado se confirman los peores augurios. Vuelven los años en los que el terrorismo era materia de confrontación y crispación continua: la traición a los muertos, las concesiones, la radicalización de las posiciones políticas...
Es como si España hubiera retrocedido 14 años hasta situarse de nuevo en 2004. Entonces no reconocieron la legitimidad de un Zapatero por ganar las elecciones contra todo pronóstico y después del engaño masivo de aquél infame "ha sido ETA", y hoy se resisten a admitir la legitimidad de un Sánchez que llegó a La Moncloa tras una moción de censura.
Entonces como ahora, el PP se vio en la oposición de un día para otro, sin esperarlo. Y entonces, como ahora, se aferró a la teoría de la conspiración, de los pactos ocultos y de las cesiones a los enemigos de España y a los amigos de ETA. No hay que ser un lince para atisbar lo que llegará a partir de ahora: una derecha echada al monte dispuesta a hacer una oposición bronca día tras día, y dure lo que dure la Legislatura.
Los primeros síntomas se escucharon en una de las primeras sesiones de control al Gobierno Sánchez el pasado junio, cuando el entonces aún portavoz del PP, Rafael Hernando, espetó al presidente aquello de "no se si será capaz de mirar usted a los ojos a las víctimas de ETA". La confirmación ha llegado esta semana en la que Pablo Casado ha utilizado el traslado de dos presos etarras en tercer grado para cargar contra los socialistas, pese a que la decisión es consecuencia de la política penitenciaria aplicada con Mariano Rajoy aún en el Gobierno.
Con el reconocimiento del tercer grado, el traslado cumple con todas las exigencias legales: desvincularse de ETA, pedir perdón colaborar con la justicia, afrontar las responsabilidades económicas de la sentencia y haber cumplido tres partes de la condena. Pero aún así Casado se ha empeñado en vincular la decisión con un supuesto precio político pagado por Sánchez a los partidos nacionalistas vascos que le apoyaron en la moción de censura. "Premiar a los verdugos y castigar a las víctimas", es el nuevo lema acuñado por los populares contra el Gobierno.
Algo ha cambiado, no obstante, que hace que el PP lo tenga más difícil que en 2004 para usar el terrorismo como arma arrojadiza. Uno, que Rajoy ya dio los primeros pasos para la reinserción de algunos presos de acuerdo a ley penitenciaria. Dos, que la hemeroteca es implacable incluso con aquellos dirigentes del PP —incluido el ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz— que en su día mostraron en público su disposición a modificar la política de dispersión penitenciaria el día que ETA se disolviera. Y tres, que las víctimas del terrorismo no están por la labor ya de que nadie utilice su dolor en beneficio propio ni de secundar las invectivas de la derecha contra el Gobierno sólo por el cumplimiento de la legalidad estricta.
A nadie puede ofender más que a ellas que los terroristas salgan a la calle. Pero por encima del dolor, está la ley, el Estado de Derecho, la verdad y la decencia que debiera disuadir de la manipulación y la mentira en política, mucho más cuando se trata de un asunto de Estado como el que nos ocupa.
Por eso han sido ellas, las asociaciones de víctimas que hace 14 años compartían pancarta con el PP en las manifestaciones contra el Gobierno de Zapatero, las que han dejado en evidencia a un Casado que ha olvidado que fue Aznar y ningún otro presidente quien acercó a casi 200 presos etarras sin que la banda se hubiera disuelto y que fue la Administración Rajoy quien elaboró los informes que han permitido ahora el acercamiento de los dos etarras que el presidente del PP considera una cesión del PSOE al nacionalismo vasco por sus votos en favor de la moción de censura.
Pues eso, que no todo vale para tratar de ocultar un máster regalado o erosionar al adversario en plena canícula agosteña... Y todo con ETA ya disuelta.