España como reclamo (y Borrell, también)
Las claves de la semana.
Ahora que se cumple el 80 aniversario de la muerte de Machado. Ahora que el presidente ha decidido viajar a Colliure, donde el poeta murió en el exilio. Ahora que España está malherida. Ahora que, como quedó escrito, "nos la pusieron pobre, beoda y escuálida". Ahora que Pedro Sánchez quiere hacer suyo el verso "El hoy es malo, pero el mañana... es mío". Ahora que estamos en campaña. Ahora, justo ahora, todo es España.
España. "Mi querida España". La España de la educación. La España de las personas dignas. La España de la sanidad pública. La España feminista. La España culta. La España de la que nadie tenga que irse y nadie quiera irse. La España europeísta. España como reclamo del socialismo.
Pedro Sánchez ha decidido cambiar el tercio, sacudirse los complejos y llenarse la boca de España. De aquí al próximo 28-A la verán en sus eslóganes y la escucharán en las bandas sonoras que le acompañen durante la campaña. El PSOE de Sánchez ha pasado de "Un futuro para la mayoría" (2015) y el "Sí por el cambio" (2016) a "La España que quieres" (2019) como lema y a tararear, de paso, el Como yo te amo y Mi querida de España. En tiempos de crispación e insultos, el presidente arranca el ciclo electoral con grandes dosis de "paz y amor", sobre todo amor.
Ni rastro de "Pedro el Rojo", del presidente del "gobierno de izquierdas", del defensor del "federalismo", del hombre del "no es no"... Ahora, en Sánchez, todo es positivismo, todo es España y todo es Constitución. El objetivo: que ambas dejen de ser patrimonio exclusivo de una derecha que manosea la una y la otra en beneficio propio para alimentar el frentismo entre Cataluña y el resto. Ese es el propósito. Que lo consiga es otra cosa. Demasiados registros en tan poco tiempo para saber, en realidad, cuál es el sincero en un medioambiente político que, por lo demás, en términos electorales premia más a los hooligans que a quienes desarrollan posiciones conciliadoras.
Aún así, el manual de campaña está listo y los socialistas han decidido en esta ocasión apostar por la política útil, conciliadora y tolerante frente a la estrategia "faltona" de otras formaciones en busca de la centralidad. Otra España es posible como lo fue en su día otro PSOE es lo que subyace tras la estrategia electoral de un candidato que intenta que la bandera, el lenguaje y los símbolos pierdan sus estigmas, se normalice su uso y dejen de identificarse sólo con una parte del espectro político.
Sea como fuere, es la primera vez en 15 años -la última fue en 2004, con "Merecemos una España mejor"- que el PSOE incluye en un eslogan electoral la palabra España. Antes lo hizo en 1989 ("España en progreso") y en 1996 ("España en positivo"). Ahora, como entonces, los estrategas de la campaña socialista creen que en la política hay un marco emocional de inflamación que justifica un reclamo con el que el PSOE pueda situarse en el centro del tablero de una España diferente y moderada, entre la convulsión del independentismo y el retroceso que representa la triple derecha de Casado, Rivera y Abascal.
Y esto con Cataluña más que nunca en el epicentro de la campaña. El PSOE no da puntada sin hilo. Por un lado, necesita combatir el falso relato de que se ha rendido y cedido al independentismo catalán. Y por otro sabe que sin un buen resultado en aquella Comunidad, no contará con una mayoría holgada en el conjunto del territorio. De ahí que tras la resistencia de Josep Borrell a encabezar la lista a las elecciones europeas y el anticipo electoral de las generales, se plantee llevar de número uno por Barcelona al ministro de Exteriores. Nadie mejor que él para desmontar el "marco fake" en el que la derecha ha situado a Sánchez por haber sido elegido presidente con los votos de los secesionistas.
Las negociaciones están tan avanzadas que tanto en el entorno más próximo del jefe de la diplomacia española como en la calle Ferraz dan por hecho que será cabeza de lista al Congreso por la misma circunscripción en la que también concurriría la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, que pasaría a ocupar la segunda posición. Desde La Moncloa aún tratan de vencer alguna resistencia que existe en la dirección del PSC, ya que el discurso sobre Cataluña del ministro en favor de la unidad e implacable con el secesionismo no es en absoluto homologable al desplegado en los últimos años por el socialismo catalán.
En Ferraz, sin embargo, creen que con el nombre de Borrell, bestia negra del independentismo, pueden aprovechar el desgaste de Ciudadanos para recuperar la primacía electoral en Cataluña, una posición que les permitiría defender el relato del diálogo y el entendimiento con mayor legitimidad tras el 28 de abril.
Concejal, secretario de Estado de Presupuestos, ministro de Obras Públicas, candidato frustrado a la Presidencia del Gobierno de España, eurodiputado, presidente del Parlamento europeo, máximo responsable del Instituto Universitario Europeo y ministro de Exteriores, Borrell lo ha sido todo (o casi todo) en política. Y, aunque hacía años que no frecuentaba la primera línea, Pedro Sánchez le recuperó para su "gobierno bonito" cuando ya estaba apartado del mundanal ruido. Meses antes se había convertido en referente del "unionismo" con un histórico discurso en favor de la unidad de España durante una manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana en la que poco le importó mezclarse con "lo más granado" del nacionalismo español.
Que hubiera alguien como Borrell -catalán, socialista y europeista- que, desde la pasión y sin complejos, desmontara, aquel octubre de 2017, tan solo unos días después del referéndum ilegal, las proclamas del independentismo y llamara a extremar el respeto y reconstruir los afectos fue unánimemente aplaudido. El impacto de sus palabras en un momento de especial convulsión emocional hizo que algunos sectores del PSOE se plantearan ya entonces que fuera candidato a la Generalitat. De haber sido así, ni el espectacular resultado de Ciudadanos hubiera sido tal ni el PSC se hubiera hundido como se hundió.