Ese partido político del que usted me habla
Que el PP desplegase toda una trama de espionaje, robo y chantaje le sitúa directamente en la órbita soviética de los años 80.
En febrero de 2013, Pablo Casado iniciaba un artículo en Libertad Digital con una frase excelente por premonitoria: “Como recordó ayer el propio Rajoy a Rubalcaba en el Debate del Estado de la Nación, destruir es mucho más rápido y fácil que construir”. Ese mismo año, el PP inició el presunto espionaje a Luis Bárcenas para destruir hasta la más mínima prueba que involucrase al partido en las fechorías que cometió su tesorero y de la que se beneficiaron tantos en la formación.
La frase de Rajoy que hizo suya Casado se aplicó con tanto afán en la sede del PP que, entre 2013 y 2015, el objetivo único era destruir: discos duros, pendrives, carreras políticas, confianzas, pruebas de todo tipo que revelasen lo que hoy casi nadie niega, que el PP de esos años fue un lodazal de corrupción en el que sólo prosperaban los más aviesos. El interés y las prioridades no se situaban en cómo mejorar la situación del país, sino en cómo mejorar la situación personal.
La operación Kitchen es un escándalo mayúsculo. Que un partido de Gobierno desplegase toda una trama de espionaje, robo y chantaje nos sitúa directamente en la órbita soviética de los años 80, donde todos los movimientos, palabras y comportamientos quedaban convenientemente registrados. Que encima se llevase a cabo con financiación estatal, como si se abriera una biblioteca o se inaugurase un colegio resulta, sencillamente, indecente. Si aplicaron esas técnicas con los suyos, da miedo imaginar qué no harían con los demás.
Pero es que además la mera existencia de esa trama, ordenada presuntamente por Jorge Fernández Díaz con la complacencia de María Dolores de Cospedal y el conocimiento de Mariano Rajoy, revela que los supuestos casos de corrupción conocidos hasta ahora en el PP son sólo una parte minúscula de lo que realmente hubo y probablemente nunca llegaremos a conocer.
Es mucho más sencillo destruir que construir, escribió Casado en 2013. Siete años después el líder del PP está empeñado en mantener esa máxima quitando relevancia al inapelable informe de la Fiscalía Anticorrupción, apelando a la presunción de inocencia y escudándose en que por aquel entonces él era “un diputado por Ávila”. Ese partido del que usted me habla, le ha faltado decir rememorando el “ese señor del que usted me habla” con el que se refería Rajoy a Bárcenas.
Resulta obvio que nadie está reclamando la imputación de Casado por la trama de espionaje, pero sí se espera de él que marque una distancia sideral con el pasado más reprobable del partido por la vía más expedita posible. Cuando sucedieron los hechos él era diputado raso, pero hoy es el presidente del partido cuya honorabilidad se está volviendo a cuestionar.
En realidad Casado no se distancia ni un milímetro de su predecesor. No en vano, fue Mariano Rajoy quien pronunció la memorable “esto no es una trama del PP es una trama contra el PP” cuando se destapó el caso Gürtel. Ahora Casado utiliza el mismo recurso de defensa —‘van contra nosotros’— cuestionando a la Fiscalía, liderada por una exministra socialista, cargando contra el PSOE y, por supuesto, contra Podemos, a los que reprocha estar “imputados por financiación irregular”. Todo eso después de reclamar la presunción de inocencia. Puro cinismo.
Casado se quita cualquier responsabilidad de encima aduciendo que por aquel entonces era diputado raso por Ávila. Más que seguir a pies juntillas las frases de Rajoy, Casado debería hacer caso a lo que dejó escrito la abulense Santa Teresa de Jesús: “La verdad padece, pero no perece”.