¿Es posible ser amigo de tu ex?
La idea de ser amigos surge como un intento de respetar los buenos momentos de una relación en la que ambos miembros han invertido tanta carga emocional.
Existen diversas razones socialmente fundamentadas que respaldan la decisión de intentar mantener la amistad con la expareja cuando la relación se rompe.
Para el miembro de la relación rechazado, la perspectiva de una amistad puede suponer una especie de premio de consolación. Quizás ya no pueda compartir cama, tener hijos ni pasar el resto de su vida con esa persona, pero al menos hay algo positivo entre las cenizas: la posibilidad de seguir hablando por teléfono, contarle las preocupaciones o ir al cine juntos.
Para la persona que decide cortar, la perspectiva de mantener la amistad puede ser igual de atractiva. Puede que haya echado de su vida al otro miembro de la relación, pero tiene sentimientos. Puede que diga eso de que no estaban hechos el uno para el otro, pero simplemente no quiere pasar el resto de su vida con esa persona, obviando el asunto del sexo. Además, se suele aferrar con firmeza a la idea de que no es un monstruo. Como sabemos, la gente simpática siempre trata de ser amiga de sus ex.
Estos argumentos pueden sonar sensatos, pero, bien analizados, están cogidos con pinzas y son un desastre para ambas partes.
Para quien ha sido rechazado, dar el paso de novios a amigos es una eterna humillación. De planear una vida juntos a salir a cenar el segundo jueves de cada mes hay, dicho suavemente, una pérdida de categoría. Es más, cada reencuentro con la expareja es una garantía de que se reavivará la llama de la esperanza, algo que solo conduce a una humillación mayor. Esa persona no es una amistad, sino más bien una tortura involuntaria.
Para el miembro que corta, esa "amistad" es un continuo recordatorio de su culpabilidad y crueldad. Ni siquiera puede estar tranquilo siendo amable, por si acaso la otra persona lo malinterpreta y, tras varias copas, se echa a llorar para pedir otra oportunidad.
La idea de ser amigos surge como un intento de respetar los buenos momentos de una relación en la que ambos miembros han invertido tanta carga emocional. No conciben la posibilidad de desaparecer de repente y completamente de sus vidas, de modo que la amistad es la solución que queda para conmemorar una fase importante de sus vidas.
Si se mira con mayor frialdad, mantener la amistad con los ex le hace un flaco favor tanto al recuerdo de la relación como a los méritos que debe reunir una verdadera amistad. Es una traición a todo lo bueno que pudo tener la relación anteriormente y a los ideales de una amistad, que jamás debería estar construida sobre las cenizas de una relación personal más intensa.
Lo que debería sustituir a una relación no es la amistad, sino algo mucho más honesto: una distancia cordial. Eso y la seguridad de que la relación, sus mejores momentos más bien, vivirán eternamente en el único lugar que puede ocupar sin peligro: la memoria.
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Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.