Es la lectura, estúpido
Siempre que se publican los informes sobre la lectura en España, procedemos bien a rasgarnos desde el tuétano hasta las vestiduras o bien a celebrar que la alfabetización ha avanzado a pasos agigantados desde el siglo XVIII, cosa cierta y comprobable, como nos recuerda el sabio y especialista en la historia de la lectura Roger Chartier.
Solo que...el zeitgeist. Esa palabra que viene a capturar el espíritu del tiempo, el momento en que vivimos, creamos, pensamos y amamos. El Zeitgeist es lo que nos define y como todas las definiciones, nos limita. Y aunque nos duela, el momento presente lo definen personajes como Donald Trump, Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan o una Unión Europea cautiva de directivas, burocracias y fronteras. Las noticias falsas dan vuelcos electorales, y la ultraderecha agita orgullosa sus eslóganes xenófobos y las actitudes homófobas afloran con una despreocupación insolente. Son malos tiempos para el pensamiento (nos han dejado hace poco gigantes del humanismo: Zygmunt Bauman y Tzvetan Todorov, por ejemplo), para la reflexión y para la lectura.
¿Qué nos ha llevado a este punto? Probablemente las explicaciones son diversas: una que está muy en boga, y seguramente además tiene la virtud de ser cierta, es que la globalización, mal gestionada y salvaje, ha generado desequilibrios económicos flagrantes que se expresan a través del miedo y el voto a las soluciones fáciles. Personalmente prefiero otra, más sencilla aún: nos hemos olvidado de leer.
Desde hace unos diez o veinte años, las infinitas opciones de ocio a nuestro alcance (en forma de televisión, videojuegos, dispositivos móviles o similares) ha desplazado la lectura como alternativa de entretenimiento. Y no digamos como camino de aprendizaje. Con la grave ironía de que consumimos Internet de manera audiovisual, sí, pero básicamente nos pasamos el día leyendo en pantalla: leyendo las redes sociales, los periódicos digitales, los mensajes que nos mandan amigos y desconocidos. Es decir, que leemos sin leer verdaderamente. La lectura profunda, la concentración dedicada a un libro o un texto extenso no es lo mismo que esa lectura en diagonal (veloz, hiperconectada, distanciada, distraída) que la ha sustituido.
Por eso las noticias falsas, las archifamosas fake news que han marcado las pasadas elecciones norteamericanas, surten efecto. Para desentrañar si algo es verdad o mentira, hay que estar informado, tener criterio, disponer de información. Hay que, en suma, saber leer. Así que, imitando la variante del eslogan «Es la economía, estúpido» que caracterizó la campaña presidencial de Bil Clinton (y que le dió la victoria contra George H. W. Bush), basta con darle la vuelta a la situación y que la lectura (la de verdad, no la funcional) vuelva a ocupar el papel que le corresponde, para tener ciudadanos informados y que no se dejan engañar por titulares falsos. Es decir, es la lectura, estúpido.
Claudia Casanova (Barcelona, 1974) es escritora. Ha publicado La dama y el león y La tierra de Dios (Editorial Planeta), y colabora con Ràdio 4, medios digitales y revistas de divulgación histórica. Su última novela es La perla negra (Ediciones B).