“Es como un niño chico, no digas nada, no sea que se despierte”: la tensa calma por el volcán
En La Palma piensan que es mejor cantar nanas que entonar aleluyas...
“Es como un niño chico, no digas nada, no sea que se despierte”. Esta frase de una vecina evacuada del Valle de Aridane resume la tensa calma con la que se vive lo que podría ser los últimos días de la erupción del volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma.
El volcán, que ha descendido su actividad en todos los parámetros que se vigilan desde este lunes, ha dado un respiro a los habitantes de los municipios afectados por la erupción y por consiguiente, a la isla de La Palma, aunque aún nadie quiere “dar al volcán por muerto”.
Desde la plaza de Tajuya, una de las localidades de la isla, las sensaciones son contradictorias: están los turistas que continúan llegando por cuenta propia o como parte de tours organizados, que lamentan no haber venido antes, y los vecinos que vienen para cerciorarse de que lo que escuchan por los medios es real y que no hay signos de actividad eruptiva.
Una de las figuras más habituales del mirador de la zona es don Marcos, vecino de la zona directamente afectado por la pérdida de su vivienda bajo las coladas del volcán, y que comenta que “gracias a Dios ya se va viendo el final, pero mejor vamos a darle cuatro o cinco días para creerlo del todo”.
Algunos vecinos evacuados ya piensan en la vuelta, como José Agustín, que confía en poder entrar a la zona de exclusión para conocer el estado de su vivienda, y si fuera posible, celebrar la Nochebuena en su hogar. “Ese sería el mejor regalo que me pudiera dar el volcán estas Navidades”, ha comentado con optimismo.
Rubén López, vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional, tiene dos lecturas diferentes del estado actual de la erupción: “como vulcanólogo es cierto que el proceso eruptivo es apasionante, pero a nivel personal es una alegría inmensa poder contarle a los vecinos y conocidos que ya se puede hablar del fin de la emergencia”, ha comentado en declaraciones a EFE.
Domingo Guerra, párroco de la iglesia, no quiere “lanzar las campanas al vuelo” ya que ha vivido desde su templo distintos momentos de reactivación del volcán, aunque reconoce cierta felicidad contenida, que es lo que también le han compartido sus feligreses.
Mientras tanto, el volcán ofrece una imagen de tranquilidad, sin ceniza, lava, ni piroclastos, solo unas pequeñas emisiones de vapor de agua perceptibles en su cara occidental, y a sus pies más de 1.200 hectáreas de negra lava solidificada.