'Érase una vez en Hollywood'... el mejor Tarantino desde 'Pulp Fiction'
Tarantino nos entrega la otra obra maestra que habíamos estado esperando.
Érase una vez en Hollywood es la mejor película de Quentin Tarantino desde… Pulp Fiction. Sí, así de claro. Porque a uno le puede haber gustado la extravagancia de Kill Bill o los ejercicios cada vez más estridentes y caricaturescos de Malditos bastardos y Django, pero en Érase una vez en Hollywood se muestra una vez más el cineasta inteligente, ingenioso, sarcástico e innovador que sacudió al mundo con Reservoir Dogs y Pulp Fiction.
¡Warning!: Érase una vez en Hollywood puede no gustarle a los fans de Tarantino enamorados de sus películas de género que homenajean las películas trash que tanto han seducido al cineasta, desde el cine de artes marciales con Kill Bill, el espagueti western italiano con Django o las películas de acción de bajo presupuesto con Malditos bastardos. Érase una vez en Hollywood es algo completamente diferente y es todo a la vez: es un homenaje al Hollywood de los sesentas, a las grandes estrellas del cine, es una comedia negra, es una película de acción, es películas dentro de películas dentro de películas. La película es tan vasta y ambiciosa que recuerda desde Sunset Boulevard de Billy Wilder hasta los grandes espagueti westerns de Sergio Leone, además de ser un trágico homenaje a la víctima de los asesinatos de Charles Manson, Sharon Tate. Tate era la actriz, esposa del director Roman Polanski, que murió embarazada de 9 meses, acuchillada por los seguidores de Charles Manson, en la mansión en donde ella vivía con el cineasta (que no estuvo presente esa noche).
La película sigue a tres personajes: Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un actor en decadencia que después de una exitosa serie de TV de vaqueros en los sesentas, trató de tener éxito en el cine y fracasó y ahora está destinado a hacer partes de invitado en series de televisión; a Cliff Booth (Brad Pitt) su doble para las escenas peligrosas, y su mejor amigo, que funge como una especie de protector, guardaespaldas y a la trágica Sharon Tate (Margot Robbie), a la que seguimos de su matrimonio con Roman Polanski a la fatídica noche de su asesinato.
A través de estos tres personajes Tarantino examina el universo de Hollywood, el de las estrellas en declive, el de las estrellas en ascenso, el de los personajes marginales que rodean el mundo de las estrellas. El personaje ficticio de Rick Dalton es el vecino de Roman Polanski y Sharon Tate. La carrera de él se colapsa, la de ella promete. Los personajes de Tarantino están tan enamorados del cine como él mismo: Dalton repite obsesivamente las líneas de sus películas con una grabación y está rodeado de los posters de sus grandes éxitos, como una versión light de Norma Desmond en Sunset Boulevard. Y Tarantino nos presenta una secuencia extraordinaria en donde la joven Sharon Tate experimenta el placer de entrar a una sala de cine a ver una película que protagoniza ella (The Wrecking Crew, con Dean Martin), pasar desapercibida y gozar del placer de la audiencia al ver el filme.
A su vez, el doble de Dalton vive en la marginalidad del mundo del cine. La película es una carta de amor al cine, pero constantemente nos recuerda la brutalidad de el mundo del entretenimiento y de la realidad en general. Mientras que el doble de Dalton, Cliff Booth, vive todo el día con la estrella y a veces se queda a cuidar su lujosa mansión, él vive en un tráiler destartalado; eso sí, con un poderoso simbolismo: junto a un autocinema. Una vida pobre, pero iluminada por su proximidad a la estrella.
No es coincidencia que por momentos Brad Pitt nos recuerde a tipos duros de la época como Lee Marvin o Steve McQueen (que aparece como personaje incidental en la película). Y el arco del personaje de Di Caprio recuerda en la vida real al de Clint Eastwood, que era una estrella de westerns de TV que encontró la fama internacional en los westerns filmados en Italia de Sergio Leone, con la trilogía del Hombre sin nombre.
Hay que destacar aquí que Tarantino parece ser uno de los pocos directores en el mundo que todavía respeta, recurre y se apoya en el star power. Pocas veces Di Caprio, Brad Pitt y Margot Robbie habían sido tan amorosamente fotografíados y tan efectivamente usados. En un mundo en el que el cine de autor triunfó en los círculos intelectuales, los directores se han olvidado de la adoración (clave en el cine) a la belleza, a los grandes rostros, al carisma.
Y Tarantino no sólo fotografía como estrellas a sus estrellas, sino que también les da grandes papeles, especialmente a Di Caprio, que se da gusto con el actor decadente y con el papel de villano que a su vez interpreta en el western dentro de la película. En una de las mejores secuencias, Rick Dalton tiene una irónica y poética interacción con una niña actriz con la que Tarantino se burla del Hollywood actual, con la obsesión con los ‘actores del método’ y los políticamente correctos.
Brad Pitt la hace de tipo rudo, tan característico de los actores de esa época, y tiene un par de secuencias extraordinarias, una cómica en la que se pelea con Bruce Lee (y que generó críticas por parte de la familia del fallecido actor, por ser considerado como una burla) y otra que recuerda a un western en la que tiene un tenso encuentro con el clan de los Manson. Hay que destacar aquí la presencia en la película de viejas leyendas en pequeños pero lucidos papeles, como Al Pacino, Bruce Dern y Kurt Russell, y las notables presencias de dos actrices jóvenes, Margaret Qualley, atractiva y seductora, y Dakota Fanning, aterradora y perturbadora.
Margot Robbie tiene menos que hacer como Sharon Tate, en un papel largamente silencioso, pero que sin embargo cuenta como un claro homenaje a la trágica actriz. Lo que nos muestra Tarantino en Sharon Tate es a una mujer con el mundo a sus pies, lleno de posibilidades, y Tate se vuelve en una especie de figura mágica que se mueve como una diosa de la belleza en Hollywood y en Los Angeles.
Y la historia trágica de Sharon Tate se presta como ninguna al universo de Tarantino, el poeta de las coincidencias fatales y del absurdo metafísico. En las mejores películas de Tarantino la muerte irrumpe sin aviso y sin lógica, como lo recuerda la muerte del personaje de John Travolta en Pulp Fiction y la del de Bridget Fonda en Jackie Brown, por citar sólo algunos casos. Es un mundo de coincidencias de todo tipo, en donde la buena suerte de uno es la tragedia del otro, y en donde a veces el solo hecho de sobrevivir es un acto heroico.
Érase una vez en Hollywood también es un tributo al Hollywood de las grandes estrellas que cautivaban a las audiencias y que está a punto de desaparecer, víctima de las películas de superhéroes y fantasías. El presupuesto que le dieron a Tarantino para hacer esta película sería imposible de no tenerlo a él como director y a Di Caprio y a Pitt como estrellas. Los adultos cada vez van menos al cine y prefieren quedarse a ver Netflix, a menos que tengan que llevar a sus hijos a ver una de las películas de Los Vengadores. Una película como Érase una vez en Hollywood es hoy una completa anomalía, y vale la pena totalmente tomarse la molestia de salir de la casa y comprar boletos para ver la película en pantalla grande, como se merece.
El final es puro Tarantino de su segunda etapa, de la etapa de Kill Bill, Malditos bastardos y Django, y obviamente desentona con el resto de la película. Pero a diferencia de las otras películas, en donde el castigar a los malos históricos, como Hitler y los racistas sureños, parece infantil y ridículo, en Érase una vez en Hollywood tiene un toque poético y melancólico, y se vuelve en una complicada meditación sobre las tenues líneas del destino
Finalmente después de Pulp Fiction, Tarantino nos entrega la otra obra maestra que habíamos estado esperando. Se ven muchos Oscar en el horizonte.