Henár Álvarez: "No quiero ser una subcategoría, quiero ser la categoría principal"
La cómica publica la novela gráfica 'La Mala Leche' y resume la situación actual en cinco palabras: "Todo es una gran mierda".
Década de los 90. Henar Álvarez (Madrid, 1984) fue un día a clase dejando su ombligo al aire y se convirtió en “la puta de la clase”. De la suya, porque en casi todas las aulas había al menos una. Años después contó la historia en el programa Late Motiv y su testimonio se hizo viral. Fue el primero de sus muchos monólogos que se comparten de forma masiva en las redes sociales.
Ahora pone el toque cómico en el programa de radio Buenismo Bien y publica junto a la ilustradora Ana Müshell La Mala Leche (Planeta), una novela gráfica con tintes autobiográficos en la que la protagonista, recién cumplida la treintena y siendo madre primeriza, trata de gestionar su deseo sexual no resuelto, los machismos encubiertos o la culpa por no ser buena madre o buena pareja.
¿Qué has querido contar escribiendo La Mala Leche?
Me han preguntado mucho si era un libro sobre maternidad y siempre digo que no. Me lo preguntan sobre todo tíos porque creo que piensan ‘si va de ser madre, paso’. Es un libro contextualizado en un momento en el que la protagonista acaba de ser madre, pero trata sobre la gestión del deseo cuando ya pasas de la treintena, acabas de tener un bebé y sientes que te haces mayor.
¿Cómo se gestiona ese deseo?
No se gestiona o lo gestionas mal. Lo quise contextualizar dentro de la maternidad para meter el detonante de que me chuparan la leche materna. Pero, en realidad, todas la mujeres, antes o después, acabamos haciendo clic. Es cuando nos damos cuenta de que nos hemos cansado de ser un objeto de deseo, que habíamos aceptado ese rol. Que lo jugábamos. Yo lo sigo jugando: me tiño, me baño, me pinto… Hay cosas de las que intento quitarme lo máximo posible, pero no soy capaz. Además, la pandemia me dejó claro que no lo hago por mí, sino por los demás, porque me pasaba el día con un moño y en pijama. De repente dices ‘joder pues es que a lo mejor lo que yo pensaba que me gustaba no es así. A lo mejor a mí un cuerpo bonito, una cara bonita o un chaval joven también me puede llenar’. Creo que es un clic que te salta siempre y en mi caso lo ha hecho cuando me acercaba a la treintena.
Eres de las pocas mujeres que hacen comedia en programas de grandes cadenas. ¿Cómo se come eso?
Me da rabia que la mayoría de los programas tengan aún una deuda con las mujeres. Se siguen haciendo equipos de cinco hombres y una chica. En Buenismo bien no soy la única chica: está Gema, que tiene 23 años y es validísima. He visto otros programas donde se les da oportunidad a chicos jóvenes pero, a chicas, ni de lejos.
Al final hay una realidad: como son los hombres los que están en los puestos de poder, tienen acceso a los medios y toman las decisiones. O nos dan ellos la oportunidad o hay muy poquito que hacer. Y hablo de medios de comunicación, porque irnos a un escenario o espectáculo, con un open mic lo podemos hacer y los que hay con chicas tienen bastante buena acogida. Pero joder, no sé por qué en los medios no termina de explotar. Es una deuda pendiente que hasta que ellos no decidan subsanarlo no va a ser posible saldar.
¿Se separa el humor en general de un supuesto “humor de las mujeres”?
Sí. Me da rabia cuando a mí me preguntan si hago humor feminista porque me limitan con eso. Evidentemente que hago humor feminista porque soy una persona feminista. Así que cualquier cosa que escriba tendrá matices implícitos. Pero eso no implica que sea una turra, que es lo que tiene la gente metido en la cabeza cuando escucha la palabra “feminismo”. Me da rabia porque me limitan al ponerme en esas etiquetas y así nos convierten en una subcategoría. No quiero ser una subcategoría, quiero ser la categoría principal porque encima somos la mitad de la población.
Ayer mismo fuimos a RTVE a una entrevista e hice una coña que luego subí a redes y ahora lo tengo colapsado. Me dijeron que qué tenían que hacer los hombres por la igualdad. Y yo dije a mi cámara: limpiar los baños. Es un chiste, un chiste feminista, pero es un chiste.
Como madre trabajadora, ¿existe un problema para la gente joven a la hora de tener hijos?
Claro. Los jóvenes no se pueden permitir ser madres o padres. Yo hablo de esto con muchos compañeros que tienen 30 años. Volvemos a la historia de no poder irte de casa de los padres hasta los 30 con suerte, porque son trabajos precarios donde muchas veces cobran por debajo de los mil euros. ¿Cómo vas a tener un niño?
El tema de las guarderías es increíble: no hay suficientes guarderías públicas para los niños. Yo creo que esto es una especie de maniobra para que las mujeres no terminemos de salir al mercado laboral. Es increíble. ¿Cómo es posible que a un niño con 10 años no le falte un colegio público pero a los más pequeños sí? Al final los tenemos que llevar a guarderías privadas y eso es una media de 400 euros al mes. Cuando mi hijo dejó la guardería, nosotros notábamos como si nos hubiesen subido el sueldo. Si tienes un hijo y no consigues una plaza pública, tienes que pagar 400 euros de guardería y ganas 1.000, ¿cómo lo haces? Si un alquiler en Madrid son ya 800 euros, ¿cómo vas a tener hijos? Es imposible.
Y, si los tienes, llega el problema de la conciliación.
La conciliación no existe. Siempre que se habla de conciliación se buscan acciones para aparcar a tus hijos, como ampliar el horario de la escuela. Eso no es conciliar. Conciliar no es que alguien me cuide al niño, sino que yo pueda tener una vida familiar y cenar con mi marido y mi hijo. Todo cada vez está más destinado a producir y producir y es muy complicado lidiar con eso.
De hecho, durante la pandemia hemos visto las carencias de la conciliación. Todos lo hemos pasado muy mal pero también es verdad que, mucha de la gente que tengo alrededor sentíamos que nos habían obligado a parar y por fin pasábamos tiempo de verdad con nuestros hijos. Dentro de que todo sea una gran mierda.