Entrevista con Pedro Baños: "La falta de justicia puede llevar al mundo a la convulsión absoluta"
El coronel, experto en geoestrategia, publica 'El dominio mundial', un repaso a los instrumentos empleados por los poderosos para imponerse y marcar el paso del planeta.
Puede que en la foto tenga pinta de tenebroso director de la CIA, pero Pedro Baños (León, 1960) se dedica justamente a lo contrario: atesora información, sí, investiga y tiende lazos con medio mundo, también, pero lo que recopila lo expone a la luz de todos, negro sobre blanco, las claves del poder mundial saliendo de la imprenta. Tras publicar Así se domina el mundo(que ya va por su novena edición), este coronel de Infantería retirado, uno de los mayores expertos en geoestrategia de España, publica ahora El dominio mundial (Ariel), un repaso a los instrumentos empleados por los que mandan para imponerse y marcar el paso del planeta.
El libro es un manual de cómo actúan los modernos príncipes, cómo se apoyan en las armas o el dinero para lograr sus objetivos, los riesgos que se nos vienen encima por esas pugnas de poder, una radiografía que se completa con un centenar de gráficos que permiten a cualquier ciudadano, en un golpe de vista, entender el mundo en el que vive. Hay datos, historia, versiones oficiales y hasta teoría de la conspiración, algo a lo que Baños tiene acostumbrados, por ejemplo, a los espectadores de Cuarto Milenio. Pese al escenario sombrío, pese a las amenazas, pese a sufrir en carne propia los azotes de las guerras de información -le costó hasta la dirección de Seguridad Nacional-, habla con gravedad pero sin desesperanza. "Está en nuestra mano -insiste- trabajar por un mundo distinto".
Hace un año, teníamos que empezar definiendo qué es la geoestrategia y ahora es usted un superventas. ¿Al final sí interesan las relaciones internacionales?
Completamente. En las presentaciones, quien más pregunta es la gente joven, que tiene un futuro incierto, que está muy preocupada por lo que le pasa a este mundo. Por eso creí necesario hacer algo más, accesible, popular, no para una élite intelectual, porque todos tenemos derecho a saber qué ocurre.
¿Y qué es esto del poder, en nuestros tiempos?
El poder actual es el que se ejerce a través de la economía, sin lugar a dudas. Eso no significa que no esté respaldada por otros elementos como la diplomacia, los servicios de inteligencia o el ámbito militar. Pero ahora se trata, sobre todo, de tener músculo económico. Un país, por más que tuviera un ejército potente, sin esa capacidad económica siempre sería un país débil. Hay que pensar que lo que permite la potencia económica es tenerlo todo: un buen ejército, un buen servicio de inteligencia, una buena diplomacia, recursos naturales, comunicaciones... Todos los demás elementos que conforman la columna vertebral en la que se sustenta un estado.
El dinero. No falla.
Lo primero que intentan todos los países es tener esa potencia, siempre. Lo tenemos en el claro caso de China, cuando Deng Xiaoping descubre que ser socialista no significa tener que ser pobre. ¿Por qué esto de ser rico es malo? Sabía perfectamente que tenía que reformar su sistema económico, hacer que fuera el de una verdadera potencia mundial, y para eso necesitaba una economía solvente. Funcionó y ahí está China, apuntando a país más poderoso del mundo.
Porque el ranking lo sigue encabezando EEUU, pero Pekín aprieta, ¿no?
EEUU sigue siendo el país más poderoso del mundo y como segundo, claramente, está China. Es la gran amenaza que tiene Washington. No es que sólo esté en segundo lugar, sino que quiere estar la primera en todo. De seguir a este ritmo, no nos quepa ninguna duda de que lo va a conseguir, porque tiene grandes ventajas. Hay que pensar, por ejemplo, que su presidente y su vicepresidente ya han sido elegidos como líderes a perpetuidad, con lo que no tienen que rendir cuentas a ningún parlamento dubitativo ni a oposición alguna. Eso les permite jugar con una gran holgura, porque mientras nosotros tenemos la debilidad democrática de la alternancia, ellos sí que hacen auténticas políticas de estado. Eso le otorga una gran fuerza a cualquier país.
¿Puede haber un choque armado?
EEUU en este momento se está replegando, pero como si fuera un muelle, busca dar un salto mayor. Su intención es acaparar todo el capital que pueda, quedarse con empresas y consolidar posiciones de liderazgo, como en la robotización. Es una enorme potencia, pero también tiene debilidades y debe reconstruirse. Por eso no le interesa ahora ese enfrentamiento militar, aunque preocupa que pueda darse en un plazo no tan largo en la zona del mar del sur de China, por ejemplo.
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¿Veremos usted y yo el vuelco de poder entre China y EEUU?
Eso se teme EEUU, que todo ocurra en un plazo corto, mucho más breve del pronosticado. Para mí hay un gran punto de inflexión que sería el final de la década de los años 20, llegar a 2030. China pretende para entonces ser la primera economía del mundo y el principal país del mundo. Nos esperan unos años muy duros, de gran rivalidad, en los que antes o después veremos que nos afectan a todos.
En su listado de elementos de poder empieza con el clásico que a todos se nos viene a la cabeza, más allá del dinero: el militar. ¿Siguen siendo útiles hoy los ejércitos? ¿Hacen falta?
Los ejércitos siguen siendo necesarios por lo mismo por lo que tenemos policía, porque lamentablemente el mundo es imperfecto; ojalá hubiéramos logrado algo mejor. En cambio, estamos viendo que sigue tremendamente convulso, con una gran incertidumbre. Además, los ejércitos ya no se dedican sólo a labores tradicionales, que podemos entender todos, sino que hay otros aspectos que también están abordando, como el ciberespacio, la ciberdefensa, donde tenemos hasta un mando conjunto. El espectro que cubre un ejército para proteger a su gente es muy amplio, pero no siempre se transmite eso con la suficiente fluidez. Y es muy importante, porque la ciudadanía lo soporta y corre con ese gasto y hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que entienda su utilidad.
¿Y en España, se entiende?
No se entiende del todo, no. Yo lo veo cuando doy vueltas por España, los lectores me hacen la misma pregunta. Quizá ha influido en que no haya ya servicio militar obligatorio, con lo cual, al ser un ejército profesional, en cierto modo se queda un poco descolgado del conjunto de la sociedad. Por eso creo que es fundamental hacer un esfuerzo todavía mayor para tener unas fuerzas armadas adecuadas al tamaño y la capacidad económica de cada país.
Explica que hay países que justo están retomando el servicio militar o algo parecido. Hablamos de Noruega, Alemania, Francia...
Sobre todo creo que lo están viendo más como una necesidad de servicio social que como algo estrictamente militar. Es verdad que había una parte de la juventud en algunos de estos países que se estaba quedando muy descolgada del conjunto de esa sociedad y es una manera de volverles a incorporar a ella. En las sociedades modernas, por muy avanzadas tecnológicamente que sean, no basta con recibir, sino que también hay que aportar de una manera o de otra. Hay que ver los distintos modelos: en Francia se estudia que sea solo un mes, con la idea de volver a mentalizar a la gente de que tienen que aportar y servir a la sociedad y no sólo esperar que la sociedad les aporte a ellos. En Marruecos, en cambio, se plantean dos años.
¿Para nuestro país lo ve bien?
En España yo no vería con malos ojos la vuelta a un servicio militar de breve duración, que sirviera para comunicarnos entre todos los españoles y así, a lo mejor, evitar algunos problemas de incomprensión que podemos tener entre las distintas partes del territorio nacional.
El ejército lleva armas, claro. Estamos en un mundo que se enorgullece de declaraciones contra las armas atómicas o químicas, pero donde esa carrera armamentística se acelera. Hasta Antonio Guterres habla de una nueva Guerra Fría. ¿En qué punto estamos?
Por un lado, EEUU y Rusia, que son las grandes potencias nucleares con casi 7.000 cabezas nucleares cada una, no quieren que haya otras potencias rivales que desarrollen el armamento nuclear, por todo el significado que tienen, y por otro lado, lo que hacen es un plan para renovar todo su arsenal nuclear, que en algunos casos data de los años 50, creando nuevos sistemas relativos al arma atómica. Eso, ciertamente, dista mucho de ser un proceso de desnuclearización del mundo real. Incluso se han roto recientemente los acuerdos Start III, el INF de armas de corto alcance y alcance intermedio... Estamos en una situación que dista de ser idílica, aunque estos países evitan enfrentarse entre ellos mismos con armamento convencional precisamente por el riesgo de una escalada que pudiera derivar en un enfrentamiento nuclear.
¿Es optimista con el proceso en Corea del Norte?
Sí, porque ha aprendido que el arma nuclear le ha servido para sentarse a negociar en igualdad de condiciones con un país tan poderoso como es EEUU pero, por otro lado, también sabe que si quiere sobrevivir como país necesita consolidar su economía y para ello tiene que ser plenamente aceptado en los circuitos financieros internacionales. De ahí este proceso intermedio, que puede ser esperanzador, al menos, para que no siga avanzando en el desarrollo nuclear, que ya era de por sí bastante inquietante.
¿Hoy el bolsillo amedrenta tanto o más que un arma de este tipo?
En la guerra que se está viviendo en los momentos actuales, y cada vez de forma más acentuada, lo que se utiliza principalmente son los instrumentos económicos: las sanciones, los embargos, los aranceles, los vetos para negociar en mercados internacionales, en foros mundiales... Se está intentado hacer ahora con Irán, donde entran en vigor importantes sanciones el 4 de noviembre, con la intención de minar el país desde dentro. Evidentemente, si se empobrece un país inmediatamente van a surgir voces discordantes en el interior y es lo que pretendería EEUU en este caso. Lo mismo que ha hecho con Corea del Norte o Rusia. Los elementos económicos son los que se emplean de forma constante a escala planetaria.
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La guerra comercial también llega a la Unión Europea, con las subidas de aranceles o divergencias del acuerdo con Irán. Hay voces que defienden que tenemos que desmarcarnos de EEUU, pero por ahora no hay más que eso, declaraciones...
Sí, sí, pero declaraciones importantes, de los países que llevan las riendas de Europa, como Francia y Alemania. Cada vez hay voces más significativas que defienden que tenemos que fortalecernos y pensar más en nuestros propios intereses. Todo, en un contexto que puede plantearse tremendamente complicado en los próximos años y en los que tenemos que buscar fórmulas para sobrevivir.
¿Y por dónde deben ir esas fórmulas?
Por fortalecernos. En vez de este proceso de descomposición que se está produciendo, hay que buscar cómo integrarnos muchísimo más, plantearnos de nuevo si queremos ese supraestado que no se llegó a aprobar y que quería la Constitución, para lograr una fusión que no se ha producido en todos los ámbitos. Aunque el económico es básicamente el que nos mantiene unidos, incluso ahí hay muchas deficiencias que solventar.
En su obra explica quiénes son los grandes dueños de la alimentación mundial o cómo funcionan las agencias de calificación. ¿Está nuestra sociedad incorporándose de veras a esos debates?
Cada vez más sí, pero entiendo que cuesta. Cada ciudadano tiene sus propios problemas, personales, familiares, sus negocios... No es sencillo que aborden estas materias en profundidad ni pretendo que les generen más inquietud o desasosiego, porque cuando más conoces, casi se te está obligando a que te impliques para solucionarlo, y eso requiere un esfuerzo importante. Pero es esencial porque, ante los problemas que tenemos o los que se nos avecinan, los ciudadanos tenemos que estar preparados y sobre todo intentar buscar soluciones, que a lo mejor tienen que ser disruptivas, radicales, diferentes a todo lo que ha habido hasta el momento actual.
Empezando por entender que estamos vendidos en cuanto a información, pese a la "falsa sensación de seguridad" de la que usted escribe.
Tenemos que ser muy muy muy prudentes porque todo lo que esté en el espectro electromagnético, sea por radio, por teléfono o por internet es susceptible de ser interceptado, escuchado y grabado. No solamente es importante por lo que hoy se es, sino por lo que se puede llegar a ser el día de mañana, porque una estudiante no se da cuenta de que puede ser ministra y de que alguien puede estar ya almacenando información para un día emplearla en su contra. Las grandes potencias tienen servicios de inteligencia con miles de personas dedicados precisamente a esta labor y tenemos que ser plenamente conscientes de que es una realidad, no una utopía, y se nos va a dar cada vez más, porque cuanto más avanzados estemos tecnológicamente, más vulnerables vamos a ser en este sentido.
¿La guerra información quién la va ganando ahora mismo?
Desde luego, quien la va perdiendo es el pueblo, los ciudadanos, a los que manipulan en esta guerra mediática constante. Es difícil responder, las grandes potencias -no sólo EEUU o Rusia o China, también Francia o Reino Unido- intentan recopilar la máxima información posible y también manipularla. Lo que nos llega son noticias muy sesgadas, muy condicionadas o muy precocinadas.
Usted insiste en que, incluso lo que parece claro, no lo es. Por ejemplo, se pregunta si la aparición de WikiLeaks no beneficiaba incluso a EEUU.
De libertad no tenemos nada, cada vez estamos más condicionados y la libertad de expresión, cada vez más restringida. Hay muchas personas que ya no se atreven verdaderamente a opinar con libertad porque temen que exista un asesinato social contra ellos. Parece ser que salirnos de la línea mental que se nos impone se convierte en un ejercicio de alto riesgo.
Cuando escribe sobre el territorio y los recursos naturales, otros dos grandes elementos de poder, pone en foco en África y en el Ártico. ¿Qué esperamos de esos escenarios en los próximos años?
En el Ártico se puede reconfigurar toda la geopolítica mundial, porque quien lo domine va a tener la llave para el acortamiento de la distancia entre dos grandes partes del mundo. Es una gran disputa por un nuevo escenario comercial. Por supuesto, eso al margen de los recursos que se estima que hay en el Ártico, empezando por el petróleo, los minerales estratégicos, la pesca pesca... La gran pugna de hoy en día es la lucha por los recursos naturales de todo el planeta. En África hay gran pugna entre las grandes potencias por bienes como el oro, los diamantes, el petróleo o el uranio. De hecho, EEUU está planificando construir la que sería la mayor base militar fuera de su territorio en Níger, entre otras cosas para también debilitar o hacer frente a la presencia de China en el continente, que es aplastante. Es su gran apuesta para dar respuesta a sus necesidades industriales y de crecimiento de población.
Recuerda algo poco repetido: que Japón acabó entrando en guerras en Asia precisamente buscando cómo lograr recursos para mantener vivo su crecimiento y así acabó en la Segunda Guerra Mundial.
Es que es así. Va a haber un conflicto de alta intensidad, en el que esté involucrado China, porque tiene que expandirse necesariamente si quiere sobrevivir. Todo lo que está haciendo, de manera muy astuta y sibilina, sin levantar suspicacias, antes o después llevará a algún tipo de enfrentamiento, porque se le intentará frenar, entre otras cosas para que no se siga desarrollando económicamente y no adquiera más poder. Pero sobre todo, al margen de los enfrentamientos convencionales, a mí me preocupan mucho los enfrentamientos que pueden ser sociales.
¿Cómo cuáles?
Hablo mucho en el libro de lo que va a significar la urbanización masiva, las megaciudades, el crecimiento de la población, todo enlazado con una frustración de la juventud, con un futuro realmente complicado, que va a tener un peor escenario que sus abuelos o sus padres. Eso, si lo unimos a grandes movimientos migratorios masivos que se esperan, no dejan de ser circunstancias que pueden convulsionar de un modo absoluto y destructor a las sociedades.
O sea, teme más que un conflicto abierto, un levantamiento.
Sí. Quien sepa controlar a todas esas masas es quien va a tener el gran poder en el futuro. No dejará de surgir siempre un gran mesías que será el aglutinador de los sentimientos y frustraciones de estos millones de personas y que puede subvertir por completo el orden establecido. Es muy difícil parar las mareas humanas. Ahora, por ejemplo, tenemos a las personas que están huyendo de Centroamérica por la enorme inestabilidad que hay en esa parte del mundo y que están pasando por México con la voluntad de ir a EEUU. ¿Quién para eso? La fuerza militar evidentemente no puede, porque se convertiría en una masacre que el mundo no está dispuesto a consentir. Me recuerda un poco a lo que sería la Marcha Verde en España. Ante esa avalancha casi estás indefenso, por mucha fuerza militar que tengas. La cosa es si, en vez de hablar de 3.000 o 4.000 personas, habláramos de tres o cuatro millones de personas. Es un escenario que se puede producir, no es improbable ni muchísimo menos.
Y de esa amenaza no se salva nadie, ni el más desarrollado ni el menos.
Y cada vez más, además. En sitios donde la probabilidad de que surja un conflicto es menor, porque sí que van a tener cierta capacidad para dar al menos un mínimo de servicios sociales, habrá menos problema. Pero hay otros sitios de África, Asia o América donde no será algo suave. Ahí es donde el conflicto está servido. Es lo que llamo la percepción de injusticia o efecto Instagram: ya nadie ignora la realidad en la que viven los otros, la opulencia, porque se ve por televisión vía satélite, Internet o las redes sociales, y eso supone llamar a la revolución, porque lógicamente van a querer tener lo que tienen los demás, lo están viendo con sus propios ojos. La falta de justicia puede llevar al mundo a la convulsión absoluta.
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Al final del libro, se hace la siguiente pregunta: "¿Dónde estamos ahora?". Eso le planteo yo ahora.
Estamos en un momento en el que lo prioritario ahora mismo, pensando como español y como europeo, es fortalecer la UE para enfrentarnos a estos nuevos riesgos a corto plazo y hacerlo de una manera unificada, algo que ahora no se produce. Si hablamos de migraciones, es todo lo contrario, en vez de una voz única tenemos una disgregación por este motivo. Si eso lo unimos a la gran crisis mundial que se avecina, pensemos que puede ser la ruptura definitiva. Nuestros políticos reciben su sueldo y deberían pensar en profundidad por ello y, en vez de estar autodestruyéndonos, deberían apostar por un debate sereno sobre estos problemas, visto desde una perspectiva estratégica con soluciones a corto, medio y largo plazo.
La actualidad manda. Es imposible no preguntarle por Arabia Saudí y el caso Khashoggi, justo un ejemplo de poder, fuerzas y contrafuerzas mundiales. ¿Cree que habrá algún castigo para Riad por el asesinato del periodista?
No va ha haber sanciones significativas, si es que al final las hay y se llegan a aplicar. ¿Por qué? Porque es un país con un fondo soberano muy importante, no sólo como país sino por la riqueza que tiene la familia Saud, que es una de las más ricas del mundo. Eso compra muchas voluntades, hay muchas maneras de controlar a través de esa vía a las fuerzas opositoras. Luego hay otro escenario, el geopolítico: ni a EEUU ni a Israel les interesa debilitar ni destruir a Arabia Saudí, porque saben que refuerza más quien entonces refuerza más su presencia en Oriente Medio es Irán. Riad tiene la debilidad de que es vendedor, que tiene que estar pendiente de los compradores, pero también es verdad que tiene un petróleo que se puede obtener muy barato y es de alta calidad, por lo que aún tiene mucho futuro en todos los mercados internacionales.
¿Y Europa?
Los grandes países exportadores de armamento a Arabia Saudí, como son Francia y Reino Unido, no han abierto la boca, no se han postulado en ningún sentido, y ellos son los que marcan la impronta en el contexto europeo. Lo que tenga que pasar con Arabia Saudí quedará diluido. No deja de ser una absoluta hipocresía que esto pase por una persona, con todo el respeto por supuesto a la vida de un ser humano, pero no nos haya conmocionado que vayan ya más de 7.000 muertos en Yemen.
¿Cómo valora la actitud de España en la polémica por la venta de armas?
Como militar no puedo hacer ninguna opinión crítica con respecto al Gobierno, pero simplemente podríamos decir que estamos ante el choque de lo que nos gustaría que fuera el mundo, el idealismo, y lo que realmente es. Si nos limitáramos a hacer negocios o transacciones comerciales solamente con países que de verdad son democracias estables y sólidas, donde se respetan todos y cada uno de los derechos humanos, nos quedaríamos con un pequeñísimo grupo. Es un debate mucho más complejo. Hay que mantener también los servicios sociales de los ciudadanos y hay que hacer negocios muchas veces tapándonos las narices, porque es cierto que apestan, pero lamentablemente no queda más remedio.
QUERRÁS VER ESTO
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