En un mundo amenazado: construir juntos un futuro mejor
Esta entrada está escrita conjuntamente con Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de Oxfam Internacional.
En Oxfam defendemos los derechos humanos y luchamos por un mundo libre de pobreza y desigualdad extremas porque es lo que tenemos que hacer. Pero ahora los compromisos sobre derechos humanos en que se basa nuestra labor están bajo amenaza.
Trabajamos mano a mano en todo el mundo con personas que expresan su tolerancia y cooperación con nuestras hermanas y hermanos. Hay muchas personas como nosotros. Queremos que nuestras familias estén seguras y prosperen, y buscamos tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos. Queremos que se respeten universalmente los derechos de las mujeres, y que no retrocedan.
Muchas personas están frustradas, desesperadas, porque sus gobiernos han sido reticentes o incapaces, de resolver los problemas, y las han dejado caer en el aislamiento y el desaliento. Gran parte del trabajo de Oxfam se centra exactamente en estos mismos problemas: pobreza y desigualdad, derechos de las mujeres, salarios y medios de vida, desplazamiento y migración, el impacto del cambio climático, conflictos y derechos humanos. Frente al autoritarismo, defendemos el espacio cívico y el derecho de las personas a tener voz. Esto es especialmente importante para las personas vulnerables y excluidas, para que puedan reclamar sus derechos y participar integralmente en la construcción de su futuro.
Muchas personas están indignadas y asustadas. Pero podemos convertir el miedo en esperanza. Debemos usar nuestras energías para reforzar la gobernanza democrática y responder a las quejas legítimas de la gente. Debemos resistirnos a la odiosa afluencia de intolerancia que se improvisa y se reempaqueta para presentárnosla como "soluciones".
Necesitamos asegurar que los derechos de las mujeres se respeten universalmente. En el mundo de hoy, están bajo ataque en muchos frentes. En Oxfam nos esforzamos en poner los derechos de las mujeres en el corazón de todo lo que hacemos. Más que nunca antes, es esencial que cumplamos esta promesa: sea mediante campañas para acabar con la violencia contra mujeres y niñas, trabajando para hacer que las cadenas de valor funcionen para las mujeres, luchando para que el trabajo de cuidado sea reconocido y remunerado, o apoyando a activistas como Berta Cáceres, luchar por los derechos de las mujeres es el trabajo de Oxfam.
También necesitamos abordar la desigualdad económica. Para la generación pasada, los partidos políticos mayoritarios han confiado en el crecimiento económico y la estabilidad demográfica para mantener callados a los movimientos populistas, incluso reprimidos. En términos globales, hemos disfrutado de un período breve y anormalmente estable de la historia en muchos países. Pero eso se ha acabado. Esa estabilidad no estaba construida sobre la salud de la sociedad. Se ha dejado a muchos atrás, y se les ha culpado y humillado por ello. Se ha estado construyendo un contragolpe populista durante más de 20 años. Los salarios se han estancado en algunos países durante años, por trabajos que son mucho menos seguros, debido entre otras causas a las nuevas tecnologías y a los comportamientos poco responsables de las corporaciones globalizadas.
La economía global ha ayudado a sacar a más personas de la pobreza extrema que nunca antes, es un logro extraordinario. Pero también nos ha dejado con 800 millones de personas obligadas a vivir con menos de 1,90 dólares al día. La desigualdad extrema que el mundo está viendo ahora -solo ocho hombres poseen ahora la misma riqueza que otros 3600 millones de personas- no es simplemente una forma justa o eficiente de distribuir la riqueza o de organizar nuestras sociedades: en demasiados sitios, más poder va a los ya poderosos, y más dinero a quienes ya son ricos. Necesitamos reajustar las reglas de la economía global para que estos desequilibrios se reviertan.
Mirando hacia el Sur global, podríamos haber visto venir esta situación. La lógica del fundamentalismo de mercado ha dejado atrás a millones. Hay niñas y niños que mueren en brazos de sus madres porque no hay medicinas en el hospital público; muchas madres mueren al dar a luz. Millones de niños no están en secundaria porque sus padres no alcanzan a pagar las matrículas. La misma relación entre dinero y poder ha corroído las democracias en el Sur, así que la gente pierde la fe en su voto. Con demasiada frecuencia las élites poderosas utilizan el aparato de poder y seguridad para interferir con el recuento de resultados, la violencia para intimidar y arrestar a sus oponentes, etc. Con demasiada frecuencia, la ciudadanía hace intentos heroicos para derrotar electoralmente a las élites corruptas, pero el dinero, la fuerza y el abuso de poder los superan.
Fijémonos en el cambio climático, una amenaza existencial para la vida humana. Los gobiernos no pueden actuar en el interés de sus ciudadanos ahora, sino también en los intereses de los futuros ciudadanos; tienen que actuar por el bien de todos los países, y en contra de los intereses a corto plazo de poderosas y ricas corporaciones. Algunos gobiernos han intentado reaccionar a este reto, como algunos han intentado crear una mayor igualdad social. Pero sus esfuerzos parecen débiles comparados con la amenaza a la que ahora nos enfrentamos.
Los líderes populistas se han aprovechado de todo esto para sacrificar chivos expiatorios. En respuesta a la desigualdad, su truco es echar gasolina al fuego de la 'identidad nacional' y ver cómo se queda. Diferentes líderes autoritarios no necesitan compartir políticas comunes; comparten un tema. Ese tema consiste en sutiles variaciones de "recuperar el control" contra cualquiera que sea diferente o esté en desacuerdo. Una promesa de proteger los intereses de un ciudadano "auténtico" de un país contra "los otros" siempre ha sido seductora en tiempos de gran tensión. Echa la culpa a alguien, no importa que ya hayan sufrido más discriminación y ya haya tenido menos privilegios que tú mismo.
Y así funciona: los racistas presentan a otras culturas como inferiores e incluso naturalmente criminales (y que no hablan en la misma lengua, tampoco); ridiculizan a los intelectuales como elitistas; a los gays por ser "diferentes"; atacan a las feministas por querer los mismos derechos para las mujeres que para los hombres; a las personas de otras religiones por sus creencias extrañas; a los medios por difundir mentiras; y a las organizaciones multilaterales como las Naciones Unidas -incluso el propio Estado- como amenazas directas contra las libertades de las personas.
Qué irónicamente cruel es que esta respuesta negativa venga de líderes de países ricos, mientras a gente que vive en la pobreza emprende la acción más lógica que puede para buscar un futuro libre de conflictos, económicamente viable o a salvo del clima: se mueve.
Nuestra respuesta a la migración, de Sur a Norte de América, a través del Mediterráneo, a través del sureste asiático, nos definirá. Este es el coste humano que pagamos cuando no somos capaces de ver las causas de origen y nos enfocamos en soluciones falsas. Es vital que los derechos de las personas en ruta sean respetados, y que se cumpla la Convención de Ginebra. Nadie obligado a huir debería morir en la ruta o ser estigmatizado por intentar reclamar su derecho a refugio.
¿Cómo debemos responder a esto?
Trabajaremos con otros para organizar un movimiento más fuerte y duradero por el bien, fundamentado en los derechos humanos.
Lo que decimos siempre se basará en los hechos, pero haremos un esfuerzo renovado para hablar al corazón de las personas.
Buscaremos construir solidaridad entre las personas afectadas por una globalización injusta, y quienes siguen siendo pobres sin importar dónde estén.
Redoblaremos nuestros esfuerzos para trabajar con jóvenes, organizaciones religiosas y movimientos sociales para defender el espacio cívico para toda la ciudadanía. Oxfam enfrenta las estructuras del poder empresarial y político que mantienen a las personas en la pobreza y la marginación y podemos hacerlo sólo con la fuerza de la gente, unida.
Buscamos el liderazgo feminista. El feminismo es fundamental para la paz y la prosperidad. Marchamos bajo la pancarta feminista y ponemos a las mujeres y niñas en el centro de nuestro trabajo.
Defendemos los centros de cooperación internacional como Naciones Unidas como focos de interés para todos los seres humanos y el planeta. Hemos invertido 70 años de confianza en ellos para resolver las disputas pacíficamente y para defender nuestros derechos, y no podemos dar por hecho que sean inmunes al colapso.
Reafirmamos nuestras libertades de asociación, reunión y expresión. Millones de personas viven en países donde el "espacio cívico" está cerrado o reprimido. La sociedad civil -incluyendo medios libres y retadores- da vida a nuestros sistemas económicos y políticos.
Todo esto es una lucha de largo recorrido, y está lejos de ser evidente cómo podría terminar. Oxfam continuará dando la cara en esta lucha. Creemos que hay millones de personas que piensan igual y aborrecen la demonización de los otros, y que reconocen los problemas que afrontamos pero quieren resolverlos sin conflicto.
Trabajando juntos crearemos un mundo justo sin pobreza.