Que en España empieza a amanecer
No deja de tener un punto cómico que la familia de Francisco Franco haya criticado la exhumación del dictador.
No deja de tener un punto cómico que la familia de Francisco Franco se haya lamentado de la decisión del Supremo de exhumar los restos del dictador para ser trasladados a El Pardo. Es de reírse por no llorar ver la prodigiosa conversión al respeto y a los derechos individuales de aquellos que siguen justificando, tantas décadas después, un régimen que se regía por una única ley —su ley— y sólo otorgaba derechos a los que defendían a los golpistas. Al resto o los encarcelaba o mataba.
La inquietud de estos familiares ante la decisión del Supremo no deja de ser comprensible: hablamos de personas que históricamente se han acostumbrado a hacer lo que les ha dado la gana y a torcer la ley en su propio beneficio amparados en un régimen que se nutría de la violencia y el terror. La cosa es que ahora vivimos en democracia y contamos con tribunales que dictaminan no en función de sus intereses o gustos, sino según lo que marca una ley que afecta a todos por igual. Y que hay que acatar, por mucho que les cueste entenderlo.
“Se están vulnerando los derechos de la familia”, lamentan con lágrimas de cocodrilo los representantes de la familia Franco. Claro que, bien visto, no hay mayor vulneración de un derecho que el que se produce cuando te asesinan, algo en lo que Franco era experto cum laude. Que estos familiares se lamenten, que lloren hasta el desgarro y que critiquen el sistema democrático actual, pero que lo hagan en la intimidad. Y al resto que nos dejen en paz.
Porque incluso muchos demócratas no estamos de acuerdo del todo con la sentencia del Supremo. Está bien, por supuesto, que se exhume el cuerpo del dictador y salga, de una maldita vez, del monumento al genocidio que es el Valle de los Caídos. Pero que los trasladen a El Pardo y los españoles tengamos que seguir sufragando la tumba, es algo que, sinceramente, no nos puede dejar satisfechos.
Acatamos porque somos demócratas. Algo que, a mucha honra, nos diferencia de los familiares de Franco y de todos aquellos que hoy lanzan mensajes airados en las redes sociales criticando la exhumación como si les doliera el alma. Porque realmente les duele en el alma.
Pobres: aún no han entendido que hace ya muchos años se dejó de hacer lo que ellos y su sangriento dictador imponían. Bienvenidos a la democracia, señores. Por fin en España empieza a amanecer.