En defensa de todas las familias
Familias hay de muchos tipos, y todos los tipos son válidos en tanto y en cuanto forman parte de nuestra realidad, de nuestra sociedad. El respeto a la diversidad familiar es uno de los grandes temas pendientes en materia de igualdad que nos quedan en este país. Asumir con naturalidad la diversidad familiar es frenar la discriminación a menores, aumentar las cotas de felicidad de nuestros conciudadanos y, en definitiva, hacer más decente este nuestro país.
Hay un profundo desconocimiento de lo que significa "familia", quién la compone y por qué se caracteriza. Familia, que etimológicamente significa "personas que se alimentan juntas en la misma casa", es a la vez una estructura y una dinámica; es decir, tiene unos cimientos, una estructura compuesta por sus miembros, y a la vez, también es la propia dinámica de esas relaciones, también son las relaciones mismas las que definen qué es una familia. Con estos parámetros, podemos deducir lo difícil que es definir qué es y qué no es una familia.
La familia es un concepto diverso porque diversas somos las personas (y animales) que la componemos. Una familia, en tanto estructura, es algo flexible; es decir, puede ser tradicional, homoparental, monoparental, puede incluir a un perro, o no incluir más que a uno mismo. Y es aquí donde pivota todo el odio y los deseos de control de las ortodoxias hacia el concepto de familia: todos los dogmas han querido controlar siempre, y principalmente, la estructura familiar; es decir, quienes sí y quiénes no son familia, fundamentalmente porque controlar la familia es controlar las bases de la sociedad misma. Es imprescindible entender que apostar por la diversidad familiar es empezar a usar apropiadamente el lenguaje: hablemos de familias, no de familia. Del mismo modo que deberíamos revisar el "día del padre" o el "día de la madre", porque esencialmente son celebraciones que no apuestan por todos los tipos de familia y, por tanto, ejercen una influencia negativa en la construcción mental de la estructura familiar; es decir, celebrar el día del padre para quien no tienen padre es crecer con una carencia, con una necesidad creada, con una ausencia estéril. Apostar por la diversidad familiar es apostar por la transversalidad en la estructura familiar, por términos inclusivos, no por figuras parentales estancas y a las que se les asigna un rol que no tiene por qué darse.
La dinámica familiar, por su parte, nos habla de cómo tenemos que comportarnos en la familia, qué debemos decir o hacer. Esta parte, influenciada por la cultura y acotada por la sociedad, es, casi siempre, una fuente de frustración constante, de culpabilidad y de reparto erróneo de roles. Apostar por la diversidad familiar es también derribar el concepto de dinámica excluyente y defender la dinámica inclusiva; apostar por roles igualitarios, por dinámicas eminentemente asertivas.
Estas dos caras de la moneda de las familias, la estructura y la dinámica, son usadas permanentemente como arma arrojadiza. Muy poca gente es respetuosa con las familias, aún a día de hoy se arremete contra familias en las que la Gestación Subrogada ha estado presente, o familias LGTBI, o se tiende a infravalorar, por ejemplo, que un hombre o mujer solo o sola con su perro también es una familia. Usar un lenguaje agresivo contra un tipo de familia es fomentar el acoso escolar en menores, querer adoctrinar sobre lo que es y no es una familia "normal" o "saludable" es contribuir de un modo proactivo a que haya menores de edad que piensen en el suicidio como una vía de escape real. Abandonar las doctrinas, como siempre, una vez más, es apostar por la felicidad.