En defensa de la Universidad de Europa Central
Se confirma un nuevo ataque del Gobierno húngaro a las libertades y la sociedad civil. La pasada semana el Ejecutivo del conservador Viktor Orbán anunciaba de forma sorpresiva, por boca de su ministro de competencias humanas (sic) Zoltán Balog, una propuesta de modificación de ley CCIV, de 2011, de Educación Superior Nacional, que entre otras cosas obligará a las universidades extranjeras que operan en Hungría a tener un campus en el país donde están radicadas y que no permitirá la libre contratación de personal académico de fuera de la UE. En lo que parece ser una operación cuidadosamente orquestada, el Gobierno húngaro alega que la nueva ley es de aplicación general y no pretende atacar ninguna institución en concreto, si bien en la práctica la Universidad de Europea Central es la única de las 28 universidades extranjeras en Hungría cuya existencia se ve amenazada. La propuesta legislativa será previsiblemente aprobada hoy martes 4 de abril por la Asamblea Nacional Húngara y el futuro de la institución estará en suspenso, potencialmente a la espera de un acuerdo intergubernamental entre los gobiernos de Estados Unidos y de Hungría.
La reacción de la Universidad de Europa Central no se ha hecho esperar. En palabras de su rector y presidente Michael Ignatieff, "estamos en primera línea de una batalla por la libertad académica que es internacional. [Recep Tayyip] Erdoğan está cerrando universidades [en Turquía]; [Vladimir] Putin está cerrando universidades [en Rusia]. No queremos en ningún caso que Hungría se sume a esa lista". La universidad está recibiendo numerosos apoyos que incluyen los del presidente de la Academia Húngara de Ciencias, varios premios Nobel, el rector de la Universidad de Princeton, la Academia Británica, el Ayuntamiento de Vilnius y el Washington Post entre muchas otras personas y organizaciones. Miles de manifestantes marcharon ayer por las calles de Budapest, domingo 2 de abril, en defensa de CEU y la libertad de cátedra.
La Universidad de Europa Central, o CEU por sus siglas en inglés (Central European University) fue fundada en 1991 por el multimillonario y filántropo de origen húngaro George Soros en respuesta a la caída de la Unión Soviética y con la intención de proporcionar educación superior al estilo anglosajón a licenciados de los nuevos estados democráticos de Europa Central y del Este. En sus 25 años de funcionamiento ininterrumpido, más de 13.000 estudiantes de 130 países se han graduado en sus aulas. CEU se alinea explícitamente con los postulados de la sociedad abierta del filósofo Karl Popper y sus principios fundacionales incluyen el respeto de la diversidad de las culturas y los pueblos y la resolución de las diferencias por medio del debate.
La ironía es que aproximadamente por las mismas fechas en que CEU abría sus puertas, la fundación de George Soros financiaba una estancia en la Universidad de Oxford del ahora primer ministro húngaro Viktor Orbán y entonces barbudo líder de la incipiente Fidesz (FiatalDemokraták Szövetsége) o Alianza de Jóvenes Demócratas. Originalmente una organización semiclandestina de jóvenes de ideas liberales y antisoviéticas perseguida por las autoridades comunistas de la República Popular de Hungría, Fidesz se convirtió en partido político en la década de los noventa del siglo pasado. En coalición con los demócrata-cristianos húngaros del KDNP obtuvo una supermayoría parlamentaria en las elecciones generales de 2010, repetida en 2014, que le ha permitido redactar una nueva constitución en solitario y gobernar sin oposición desde entonces. Fidesz es miembro del Partido Popular Europeo, aunque comienza a haber voces que piden su expulsión del grupo parlamentario.
Las lecturas políticas de la iniciativa legislativa del gobierno húngaro son múltiples. En clave interna, permite al Viktor Orbán reivindicarse ante su electorado con un ataque directo a uno de sus opositores más vocales, George Soros, un ferviente crítico de las políticas del Gobierno húngaro. Recordemos que Hungría fue el primer país que levantó una valla para (supuestamente) contener el paso de refugiados de Oriente Medio en el verano de 2015. En el plano internacional, da la sensación de que Orbán estaría intentando atraer la atención del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de quien George Soros ha declarado que representa "una forma de gobierno cercana a la dictadura, más parecida a un estado mafioso, lo opuesto a la sociedad abierta". Y cabe poca duda de las excelentes relaciones del premier húngaro con Vladimir Putin forman parte del extraño espacio geopolítico en el que tiene lugar el drama. Hay una lucha ideológica cada vez menos soterrada en la que se detecta un frente común que conecta Pekín, Estambul, Moscú, Varsovia y Budapest con Washington DC a la espera de lo que ocurra en las elecciones presidenciales en Francia, y que se alegra enormemente de la victoria del Brexit como un triunfo de su agenda antieuropea e 'iliberal'. A pesar de sus muchas diferencias en objetivos y posicionamientos, comparten el carácter de gobiernos de corte nacional-populista, conservador y autoritario con discursos y actitudes abiertamente neofascistas en su defensa estrecha de las identidades nacionales, el rechazo a lo extranjero, el menosprecio de las minorías, y su actitud de sospecha, cuando no de abierta hostilidad, frente a las libertades civiles. Como decía uno de los lemas de la manifestación por la libertad académica en Budapest del domingo 2 de abril, "Hoy es CEU, ¿y mañana quién será?"
Hay, por supuesto, historias personales que se entremezclan con los acontecimientos de estos días. Obtuve mi doctorado en el departamento de Ciencias y Políticas Ambientales de la Universidad de Europea Central en 2013. Mi directora de tesis, la profesora Diana Ürge-Vorsatz, es coordinadora del Grupo de Trabajo III sobre mitigación del cambio climático en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés), y receptora ex aequo del premio Nobel de la Paz junto con Al Gore y el resto de autores del informe del IPCC en 2007. Nuestras investigaciones sobre indicadores de pobreza energética en Hungría publicadas en 2009 fueron las primeras de este tipo en el país centroeuropeo. Este trabajo inspiró posteriormente los informes de la Asociación de Ciencias Ambientales, que pensamos que han sido fundamentales en el reconocimiento de la pobreza energética como problemática de entidad propia en España. Los cuatros años y medio como estudiante de doctorado en CEU han sido esenciales en mi desarrollo personal y profesional, sin que por ello haya dejado de ser crítico con la institución. No creo, entre otras cosas, que una educación universitaria de calidad tenga que depender de la filantropía de un multimillonario cuya fortuna se ha forjado en agresivas operaciones especulativas en mercados financieros internacionales, por mucho que su visión del mundo sea más humanista y progresista de lo que se esperaría de un representante de la élite neoliberal global. Pero no me cabe ninguna duda de que en este tiempo y lugar, en la Hungría y la Europa del siglo XXI, la Universidad de Europa Central es absolutamente necesaria en la defensa de los derechos humanos, las libertades fundamentales y el pensamiento crítico.
Desde Barcelona, desde Cataluña, desde España, yo estoy con CEU. #IstandwithCEU #CEUvalvagyok