En cuestión de banderas, siempre ganará China
Siempre me ha parecido curioso vivir en un país tan dividido.
Ser el más “español” o el más “catalán” se demuestra declarando en el IRPF, no comprando la bandera más grande “del chino”.
César Manrique odiaba las banderas. Cuando le propusieron que las diseñara hizo las del cosmos. Y cada día me siento más representada.
Las dos Españas sólo han traído mentes atormentadas como la de Unamuno intentando poner cordura a la ignorancia de los “Vivas”... e impunidad para que Ortega Smith pueda pisotear a las Trece Rosas como si no les hubiera costado la vida florecer.
Y dentro de esa división, subdivisiones.
Las dos Españas actuales se colocan en pelotón una frente a la otra. Sacan sus banderas como elemento de defensa, pero también de ataque como si de un arma se tratara, presta para aniquilar al que se ponga por delante. Hay que acabar con los que no vean la España que ellos ven. Olvidando que todos tenemos ojos de diferentes colores. Como las banderas.
Siempre me ha parecido curioso vivir en un país tan dividido.
Un país que va a una cuando juega un mundial o cuando ocurre una gran tragedia como la de un pequeño que cae en un pozo.
Pero esa unidad a este país le dura lo que una gota de mar en un vaso de agua.
La realidad es que España nunca será una gran nación, porque con la división nunca se consiguen grandes cosas. Y para ser grande hace falta mucha unión. Unión que sólo se consigue con mucha pedagogía y mucho diálogo. Como las relaciones más sólidas.
No tengo amigas de verdad a las que no haya escuchado con atención. No he tenido novio con el que no haya debatido durante horas. Y no he tenido primos favoritos con los que no haya empatizado cuando me cuentan sus problemas.
La democracia no es tomar una decisión unilaterlalmente. Pero tampoco es mandar a callar sin dejar hablar.
Y al otro lado, una anonadada Europa que no da crédito. Y que se siente debilitada. Porque Europa también busca la Unión, que es la esencia integradora de sus siglas.
No hay sentimiento más manipulable que el de pertenencia. No hay aparato de control mayor que una bandera. Y no hay mayor ignorancia que el no razonar ni querer escuchar.
Porque esas banderas no hablan; escupen rabia. No orgullo.
Hace 10 años que España esta más dividida que hace 11.
Las esteladas han crecido y se han vuelto kilométricas, y eso ha venido bien para tapar toda la corrupción de los Pujoles y compañía, que sonríen desde sus castillos con la bandera del oportunismo desde sus ventanas.
Como dice Chomsky, la manipulación mediática hará que las masas se olviden de lo realmente importante y que ni siquiera se cuestionen el foco al que dirigen su atención.
Las banderas en nuestro país sirven para imponer opiniones.
Porque en este país las banderas se sacan como si fueran espadas, para imponer una opinión frente a otra.
Aquí las banderas no son de tela, son de hierro.
Aquí las banderas no juegan con el viento (y mira que al aire puro no le gusta que invadan su libertad). En España las banderas parecen bombas de odio que se sacan para excluir. Porque en esas banderas no cabe ni un ápice de diversidad.
Y es curioso, porque España siempre ha sido un país con muchas sensibilidades diferentes. La unión de muchos pueblos, que la hacen más rica. España siempre ha estado integrada por muchas banderas. Gente muy diferente, en territorios distintos con variados puntos de vista.
España es un taller de telas de multitud de colores. Y eso es bonito. Porque el respeto a la diversidad hace que seamos una verdadera GRAN NACIÓN. Aunque nos quieran imponer lo contrario.
Ser un gran español no es tan sencillo como comprar una bandera en el chino (todo muy patriótico, pero desde que rascas un poco... el bolsillo resulta ser que no es tan patriótico, olvidándose, que ser un gran español o un gran catalán se declara en el IRPF).
Porque es ahí donde vemos quién verdaderamente quiere bien a su país.