Las elecciones italianas dejan al descubierto la desigualdad entre el norte y el sur del país
La abstención subió especialmente en el sur, donde se encuentran las regiones más empobrecidas, con más paro y menores ingresos y servicios.
A veces los estigmas tienen nombre propio. En Italia la palabra del desprecio es terrone, que se refiere despectivamente a los italianos del sur. Se popularizó durante la segunda mitad del siglo XX, cuando los habitantes de las regiones más meridionales migraron en masa a trabajar al norte del país, con un potente tejido industrial frente al tacón y la suela de la bota, más ligados a la agricultura, además de al abandono y la pobreza.
Italia, con su pasado imperial, airea con los resultados electorales de este domingo sus cicatrices, que ni el aplastante triunfo de los neofascistas de Frattelli d’Italia (FdI) pueden tapar. Heridas abiertas.
La desafección política se materializó durante la jornada electoral, además de con el triunfo de del populismo extremista de Giorgia Meloni, en una abstención histórica, que bajó casi nueve puntos con respecto a los comicios de 2018. En el sur, el batacazo de la participación fue especialmente sobresaliente.
Los italianos lo dejaron claro. Mientras que en el sur del país apenas se rozaba un máximo de participación del 58%, en el Véneto o Lombardía superaban el 70%. El interés por la política tiene una relación directamente proporcional con la sensación ciudadana de dar respuesta a las quejas y problemas de los que pueda adolecer una región. Así lo señala el Informe del Grupo de Alto Nivel sobre la Democracia Europea de 2022, elaborado por el Comité Europeo de las Regiones de la Unión Europea.
Precisamente, el primero de los “síntomas” que el informe señala como propios del deterioro democrático es la bajada paulatina de la participación en los procesos electorales.
Otra de las señales es la entrega de los votantes a formaciones extremistas que amenazan con suprimir el carácter “liberal” de las democracias. Negro sobre blanco, teniendo en cuenta que los orígenes de FdI beben del Movimiento Social Italiano, del fascismo más duro, y ya ha levantado sospechas en la Unión Europea.
Más paro y menos ingresos
Las condiciones socioeconómicas influyen de una manera directa en los procesos electorales. Javier Lorente es profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos, y afirma que este fenómenos es lo que los politólogos llaman “desigualdad política”: “La desigualdad social provoca que haya colectivos con menos recursos para participar, ya sea tiempo, estudios o capacidad para informarse”.
Para más señas, a continuación se presenta el mapa del paro en Italia. Salvo pequeñas variaciones, la relación con el mapa de la abstención es de lo más elocuente, poco menos que un calco.
No extraña, por tanto, que los datos de la incidencia de la pobreza relativa y absoluta, los dos parámetros que utiliza el Instituto Italiano de Estadística (IIE) para medir los recursos de los que dispone cada unidad familiar, muestren un abismo entre el norte y el sur italianos.
Una familia del Mezzogiorno (como se conoce al conjunto de territorios del sur más las islas de Sicilia y Cerdeña), presentan un índice absoluto de pobreza absoluta casi cinco puntos por encima que el centro y el norte del país, en pobreza relativa, es tres veces más alta.
Italia desfila con el paso cambiado en muchos aspectos, una cosa arrastra a la otra. La arritmia también se nota en los ingresos de las familias, especialmente de aquellos trabajadores denominados como independenti, lo que en España se conoce como autónomos.
Si una persona emprende un negocio en el sur de Italia, sus ingresos pueden ser hasta 18.007 euros más bajos que los de una persona del Noreste, 30.820 frente a 48.827, respectivamente, según el IIE. Para los asalariados, la brecha puede superar los 9.000 euros.
Norte-Sur: el tráfico, el alumbrado público, los servicios...
Las dificultades para aparcar, que haya un número suficiente de farolas en una calle, acceder a servicios de farmacia o sanitarios... Todas son condiciones y situaciones con las que los ciudadanos lidian a diario. Pero unos sufren más que otros.
En el sur, el 16,9% manifestó en 2021 que les costaba “mucho” aparcar y un 39,6% que bastante, en el norte fueron el 12,2% y el 31,5% respectivamente. En cuanto al alumbrado público, el 5,6% del norte pensó que faltaba mucho y el 22,6% que bastante, en el sur fueron el 8,3% y el 34,6%.
Para acceder a un servicio de farmacia, casi el 20% de la población del sur manifestó que tenía dificultades para acceder a ellos frente al 10,4% del norte. En el acceso a servicios de urgencias sanitarias, la distancia es de 17 puntos y en el auxilio por parte de las fuerzas de la autoridad, de 9,4.
La participación política
La desafección expresada en las urnas por medio de la abstención o el voto de castigo a las fuerzas tradicionales, también tiene su reflejo en el alejamiento de los ciudadanos hacia la política. “Existe un sentimiento de agravio, de olvido y desafecto hacia los procesos electorales”, apunta Lorente. Aquellos que no ven cambios, se interesan cada vez menos.
Los datos apuntalan el desentendimiento. En el sur, el 34,7% de los ciudadanos manifiesta que nunca lee noticias de política, frente al 22% del norte. Mientras, los que se informan todos los días le dan la vuelta a la tortilla, en el norte son el 32,8% frente a los 22,2% de los meridionales.
Las demandas añejas, desatendidas durante décadas, acaban generando los movimientos que van “contra las élites”, en palabras de Lorente. En el sur, aunque FdI ha crecido en comparación con los anteriores comicios, fueron superados por el Movimiento 5 Estrellas (M5S, por sus siglas en italiano), que tiene un fuerte arraigo en el sur desde hace años. Sin embargo, en el cómputo global, el M5S no superó a la coalición de la derecha.
Estos comportamientos, los de la abstención y el voto a formaciones alternativas a las tradicionales, en este caso populistas y posfascistas, encajan con lo que el informe del Comité Europeo de las Regiones expresa como una paulatina desafección política de los electores frente a las clases políticas.
Confluye con las conclusiones que expresa Lorente. Acaba primando la idea de “mi voto no vale nada” o se acaba emitiendo un voto de protesta contra las ”élites” a las que culpan del abandono.
Esta situación desemboca, según el informe, en una fragmentación del espectro político, como ha ocurrido en Italia este domingo y en otros países europeos en los últimos años como España. Fragmentación, en este caso, es sinónimo de desgobierno.
Meloni ganó las elecciones italianas el domingo, sin embargo, solo tiene un 26% de los votos, ni de lejos una mayoría suficiente para gobernar con las manos libres. Sus socios de coalición, La Liga de Salvini y Forza Italia de Berlusconi, debilitados pero vivos, tendrán que ser sus muletas. Está por ver a dónde se dirige el país transalpino, donde un gobierno dura de media apenas dos años.
El sur, mientras tanto, sigue esperando resignado entre el abandono y el señalamiento.