El yugo de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios
El sistema permite que se vendan productos llenos de ingredientes tóxicos, pero no nos deja elaborar productos totalmente naturales y venderlos si no somos ricas.
Soy una joven (ya no tan joven en realidad) de tantas que, tras estudiar una carrera y luego un máster, se vio abocada a combinar trabajos precarios entre hostelería y campo. La mayoría de las veces sin contrato y no precisamente porque yo no quisiera.
También soy una de tantas que decidió dejar la ciudad y echar raíces en uno de estos pueblos de la famosa España vaciada de la que tanto se habla, pero por la que pocas personas trabajan. Además, soy una de tantas madres que decidió dedicarse los primeros años de vida de su hija a estar con ella en casa. No quería perdérmelo todo mientras me dejaba la salud en la precariedad de los trabajos ya mencionados.
Decidí convertir una afición en un modo de vida que me permitiese eso tan famoso de la conciliación. Volví a estudiar, esta vez de forma autodidacta, sobre química orgánica, formulación y etnobotánica con la meta en el horizonte de hacer cosmética artesana y natural.
Mi sorpresa vino al hacer un curso de legalización de productos cosméticos y ver que no tenía que montar un obrador o taller, sino un laboratorio. No valía con analizar mis fórmulas, sino que de cada lote tenía que depender también de un laboratorio externo que lo analizara. Una gran empresa de cosmética puede sacar un lote de un millón de jabones y cuenta además con un laboratorio, mientras que mis lotes de jabones no llegan a 30 unidades.
No acaba aquí porque también tenía que contratar a un/a Licenciado/a en Farmacia y a un/a evaluador/a. Pero es que si mañana viniera un señor o una señora de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) para hacerme una inspección tendría que pagarle 800 euros. Increíble, ¿verdad? Imagina que tienes un negocio de hostelería y tienes que pagarle al inspector de sanidad.
Este sistema donde la AEMPS permite que se vendan productos llenos de ingredientes tóxicos, peligrosos para la tierra y la vida marina y potencialmente cancerígenos para nosotros es el mismo que no nos deja elaborar productos totalmente naturales y venderlos si no somos ricas.
La cosmética artesana tiene muchísimas peculiaridades y una de la que más orgullosas nos sentimos quieres nos dedicamos a esto son las infinitas posibilidades y la total adaptación del producto al usuario. Esto es algo que resultaría imposible, según las condiciones que se exigen para este oficio con la legislación actual.
Ojo, yo no pido que estemos exentas de control sanitario porque soy consciente que habrá quien no utilice lo que dice utilizar o quien no elabore en condiciones de higiene óptimas para un preparado que acabará en nuestros cuerpos. Pero, ¿por qué no analizar nuestras fórmulas y guardar por ejemplo una muestra de cada lote para garantizar tanto al usuario como a nosotras mismas que si existe alguna reacción adversa no viene de nuestro producto?
¿Por qué no permitirnos tener nuestro taller con la inspección pertinente sin que tengamos que endeudarnos de por vida con un laboratorio que por su misma definición representa la antítesis de lo artesano? ¿Por qué una vez analizada nuestra fórmula tenemos que contar con la asesoría de un Licenciado en Farmacia si solo vamos a reproducir esa misma fórmula en cada lote que elaboramos?
Soy consciente de que no pertenezco a un gremio con poder para paralizar un país en una huelga pero sí formo parte de la realidad de tantas personas que buscamos emprender y solo nos encontramos piedras en el camino para perpetuar oligopolios de grandes empresas que además envenenan nuestros ecosistemas y a nosotras mismas.
Las artesanas de productos cosméticos queremos regularizar nuestra situación y aportar a la economía y para eso necesitamos una legislación más flexible con los pequeños obradores y talleres. Queremos mantener vivos los saberes de nuestras ancestras. Queremos emprender en el medio rural, aportar riqueza a estos pueblos que se están quedando sin gente. Dignificar oficios no reconocidos y que en su mayoría están realizados por mujeres que con valentía estamos buscando trabajar en lo que nos gusta a la vez que intentamos hacer un mundo más amable para todos. No pedimos tanto, para empezar solo pedimos ser escuchadas, ¿tan difícil es?