El verano de sus vidas
Entonces apreciarán cómo la salud se quedó en el botellón, la fiesta de cumpleaños o en la ruleta rusa de la vida en pandemia.
Si el verano pasado fue el de la llamada “nueva normalidad”, en este que comenzamos apenas hace un mes, se anunció igualmente, y de manera precipitada, como una estación en la que todos íbamos a disfrutar con garantías y viendo más cerca el final.
Posiblemente se lanzaron las campanas al vuelo demasiado pronto frente a un enemigo que a estas alturas sabemos que es imprevisible. Es cierto que los indicadores en ese momento, que ya nos conocemos, de tasa de incidencia, riesgo de trasmisión, saturación hospitalaria, etc., parecían augurar una temporada tranquila.
El problema es que se han de conjugar sustantivos: verano, vacaciones, vacunas, virus, variantes… y no todos lo hacen, o como diría un experto en gastronomía, no marinan bien.
Todos tenían ganas de verano con sus respectivas vacaciones, unos más que otros, porque demasiados, dos de cada tres españoles, no las conocen ni las esperan.
Solo escuchando a aquellos a los que se pregunta, te dicen que ha sido un año muy duro de confinamientos, restricciones y cierres perimetrales; y les comprendo en parte, porque, como he indicado, un 66% de los españoles, ya sea por su situación económica agravada por la actual crisis sanitaria, no se las pueden permitir. Y algunos sectores como el sanitario, o los trabajadores esenciales, sí que precisan salir de otro semestre agotador.
Consciente de la importancia que tiene el turismo para la economía española, al igual que el sector servicios, necesitaban de esa esperada normalidad. Tal vez con los datos de mayo el mensaje era el que se dio. Máxime cuando en ese mes la vacunación dio un salto exponencial y ha cogido un ritmo que nos ha sorprendido a todos.
Pero no solo el sector turístico que espera la ansiada llegada de turistas nacionales y foráneos para salvar la temporada, las pequeñas y medianas empresas también precisan de un empuje y la llegada de los fondos europeos. Y no olvidemos que la tasa de pobreza en España ha subido hasta el 26,4%. La cifra más alta en los últimos 3 años.
Y es que a estas alturas todo es posible, pues tanto los expertos como los epidemiólogos nos lo llevan recordando meses. Ahora bien, llega junio con sus vacaciones escolares y, tras un curso académico en el que los docentes, de todos los niveles educativos, han hecho un esfuerzo poco reconocido por mantener las clases presenciales, respetando aulas cerradas si se daba un positivo, creando grupos burbuja por el bien de todos, explotan los indicadores de una forma que ya conocemos desde más de hace un año y medio.
Todo ello por unos cuantos jóvenes o no tanto, ya que no se debe generalizar, porque siempre ha habido y habrá una población responsable, frente a aquellos que no querían perder el verano de sus vidas.
Las imágenes se repiten cada fin de semana y no se ven rostros solo de menores, hay veinteañeros y treintañeros con ganas de fiesta como si no hubiera un mañana u otro verano. O quizá sea la propia situación la que les anime a forzar y alargar la fiesta sin ninguna medida de prevención.
Desde el principio, se ha comentado que el virus tendría unos efectos leves en la población más joven. De hecho, muchos son asintomáticos o presentan un cuadro tenue, si bien no existen, como en todo, garantías. Luego tenemos a los antivacunas, que han colapsado de nuevo algunos hospitales. El dato está ahí, en Andalucía, por ejemplo, el 72% de los que ahora están en UCI son personas entre 50 y 60 años que no se han querido vacunar.
El contagio este verano o en otra época puede convertirse en el verano de sus vidas y de las nuestras, sus familias, esperando que las secuelas no se queden en unos cuerpos jóvenes en forma de un covid-persistente. Entonces apreciarán cómo la salud se quedó en el botellón, la fiesta de cumpleaños o en la ruleta rusa de la vida en pandemia.
Eso sí, no creo que todos los jóvenes que vemos en las noticias en fiestas y botellones lo hayan hecho solo ahora y no antes. Quizá debido a las restricciones seguían, pero con menos masificación.
La cuestión es que con la llegada de la mutación “delta” del virus, primero detectada en la India y luego en Europa, es ahora la dominante y extremadamente contagiosa, lo cual debería haber sido otra alerta de tsunami. Solo recordarle al lector que el alfabeto griego, que se está utilizando para las variantes, consta de 24 letras.
Sin duda, la vacunación ha supuesto un freno para muchos colectivos, pese a que los pacientes crónicos no han entrado en ninguna estrategia, desoyendo las peticiones tan necesarias desde las plataformas de pacientes (solo un 43% a fecha de junio había recibido una dosis). Solo los más vulnerables, junto a las franjas de edad siguen marcando el ritmo de vacunación, que ahora se ha abierto a los más jóvenes.
Una vacunación que protege, aunque no evita que puedas contagiarte e infectar a otros, pues lo han repetido, no hay vacuna fiable un 100%. Y si se decide abrir a todas las edades, que sea a todas, que hay muchos en los sectores llamados esenciales aún sin vacunar.
Desde que ha comenzado julio los citados indicadores no dejan de subir, lo cual se traduce en una presión asistencial de la atención primaria, que lleva meses pidiendo unos refuerzos que no llegan y menos en verano.
Los hospitales vuelven a cancelar las operaciones no urgentes, y en un devenir que no tiene fecha de entrada para el resto de pacientes no covid, los crónicos siguen en la cola, a la que se nos unido los post covid. Hay más patologías que atender, que se han visto aparcadas por una urgencia que no deja de repetirse. El dolor que soportamos muchos pacientes no conoce de esperas, incrustándose más si cabe en nuestros cuerpos y mentes.
Como ha apuntado el Dr. Ignacio Vallejo, coordinador del Grupo del Paciente Pluripatológico y Edad Avanzada de la Sociedad Española de Medicina Interna (FESEMI): “Tenemos que retomar las estrategias de cronicidad que cada comunidad autónoma y el Ministerio desarrollaron hace años, con el fin de conseguir que esas líneas se implementen de verdad en todos los ámbitos asistenciales para que estemos preparados en un eventual repunte de la pandemia, que llevan esperando meses”.
¿Quién no desea un verano tranquilo? Y lo menos importante es que se quede en un mal viaje que no cumple nuestras expectativas o unas vacaciones anuladas. ¿Qué hemos aprendido? Por muchos avances en tiempo récord, no nos la podemos jugar y pensar que con la vacuna ya tenemos todo controlado.
Es conocido y triste que el verano es época de incendios, que empiezan en nada y se pueden convertir en una auténtica catástrofe.
Si la opción se encuentra entre la que ha elegido, por ejemplo, Inglaterra de convivir con el virus frente a otros que han optado por su máximo control (es el caso de Australia, Nueva Zelanda o Islandia), en esa pugna entre economía o salud pública, solo el tiempo y los efectos que va a traer nos dirán qué estrategia es la mejor; algo que solo se verá a largo plazo, según el estudio de la revista The Lancet, SARS-CoV-2 elimination, not mitigation, creates best outcomes for health, the economy, and civil liberties.
De momento, el virus busca cómo llevar la delantera en un partido en el que nos jugamos demasiado. No lo olvide el lector.