El valor de ser diferentes
Eres único, diferente a todos los demás seres que habitan este planeta, y ésa es una buena noticia. Sin embargo, muy a menudo, tú y todos nosotros nos obcecamos en conseguir precisamente lo contrario, es decir, parecernos a los demás. Hay una razón para ello. Y es que nuestro cerebro vive en constante conflicto.
Tal y como explica el neurocientífico David Eagleman, nos vemos diariamente obligados a tomar decisiones y, seamos conscientes de ello o no, nuestra mente siempre contempla múltiples opciones. Ahora, gracias a la ciencia, sabemos algo que tal vez muchos ya intuían: cuando coincidimos con las decisiones, ideas y tendencias de la mayoría, nuestro cerebro nos recompensa por ello.
Sin embargo, siempre hay personas que toman decisiones distintas, se salen de la norma, buscan caminos distintos. A éstos últimos les tildamos, muchas veces, de raros. Sin embargo, como veremos más adelante, ser diferentes, así como permitir a otros que también lo sean, puede haber sido un aspecto clave a la hora de que tú y yo estemos vivos, aquí y ahora.
Pero vayamos por partes: ¿Qué es lo que empuja a nuestros cerebros a ir, en ocasiones, a contracorriente? Esta es precisamente una de las ideas que pudo motivar al investigador Vasily Klucharev de la Universidad de Basilea, en Suiza, a comenzar una serie de experimentos con la más avanzada tecnología de Imagen por Resonancia Magnética (fMRI). El objetivo: entender qué sucede dentro de nuestro cerebro cuando éste piensa distinto al resto.
Para empezar, Klucharev y su equipo mostraron imágenes de rostros a voluntarios, para que éstos evaluaran si les resultaban estéticamente bellos o no. Cuando los voluntarios valoraban positivamente a rostros que socialmente se consideran bellos, todo funcionaba bien porque, como veíamos anteriormente, estar de acuerdo con los demás hace que nuestro cerebro active zonas asociadas con la sensación de recompensa.
Pero la parte más interesante de los experimentos de Klucharev vino cuando los voluntarios encontraban atractivos a rostros que socialmente nunca habrían resultado especialmente populares. En esos casos, los investigadores observaron que se activaban en el cerebro las luces de alarma. Como consecuencia, los científicos observaron que muchas personas eran propensas a cambiar su forma de pensar, para adecuar sus ideas, gustos y comportamientos con los de la mayoría. El objetivo de dicho acondicionamiento, parecía obvio: apagar las mencionadas señales de alarma en nuestro cerebro.
Sin embargo, ¡sorpresa, había otras personas que eran capaces de resistir a las señales de alarma del pensamiento comúnmente aceptado! Klucharev había conseguido detectar a los cerebros que se atrevían a ser diferentes.
Y esto es una buena noticia porque, aunque algunos puedan pensar que pensar distinto a la mayoría, pueda tener tintes socialmente negativos, los cerebros que nadan a contracorriente han contribuido, sin duda alguna, al avance de nuestra especie. Según los paleoantropólogos y arqueólogos, nuestros ancestros homínidos empezaron a comportarse de forma más sofisticada y compleja, a partir del momento en que aparecieron elementos de una cultura creativa, innovadora, con la aparición del lenguaje, el arte y las tecnologías complejas.
Más tarde, desde Galileo y sus observaciones de los cuerpos celestes, hasta Darwin y su teoría de la evolución, los cerebros que nadaron a contracorriente han tenido que luchar contra sus propias creencias, pero sobre todo contra las de sus semejantes, para conseguir cambiar los paradigmas del conocimiento humano. Gracias a estos nuevos paradigmas, a las nuevas ideas y conocimiento que se generaron pensando muchas veces a contracorriente, el ser humano ha sido capaz de cosas que parecían del todo imposibles: desde enviar astronautas al espacio, hasta enseñar a nuestro sistema inmune a luchar de forma más eficiente contra el cáncer.
También gracias a las mentes curiosas y valientes, ahora sabemos que el ser humano probablemente nazca para ser cooperativo y no competitivo, que nuestro cerebro consigue cosas extraordinarias cuando nos permitimos no hacer nada, que el amor es un impulso y no una emoción y que, tal vez, no seamos todavía homo sapiens del todo. Pero, sobre todo, ahora sabemos que la variabilidad ha sido clave en nuestra supervivencia como especie.
Por eso, este artículo está dedicado a todos aquellos que, en ocasiones, se atreven a ser diferentes. También, y no menos importante, está dedicado a aquellos que tienen el valor de proteger a los que nadan a contracorriente. En definitiva, éste es un artículo sobre el valor de ser diferentes.
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