El turno de las mujeres
En menos de una semana hemos pasado de tener un gobierno del Partido Popular y una ministra de Igualdad que brillaba por su ausencia, a tener un gobierno del PSOE con una ministra de Igualdad como Carmen Calvo y una feminista de la talla de Soledad Murillo como secretaria de Estado de Igualdad.
Las noticias de los últimos días se han hecho eco de la firme intención dar prioridad a los temas de la agenda feminista como la lucha contra la violencia machista, la prostitución, los vientres de alquiler y las desigualdades económicas y laborales.
La gestión de Dolors Montserrat ha sido vergonzosa durante los cuatro años que ha ocupado el cargo. Mientras se producían acontecimientos de la magnitud de la huelga feminista del 8 de Marzo, ella se mantenía en consonancia con la tónica de su partido, buscando deslegitimarla y llegando a afirmar que no se consideraba feminista a colación de la jornada.
Si bien algunas ya nos imaginábamos que Montserrat es del club del "ni machismo, ni feminismo", no pensábamos que fuese necesario desmarcarse de algo tan obvio. Cientos de mujeres asesinadas a manos de hombres a lo largo de este tiempo no han suscitado la menor intención de aplicar medidas que impidan que sigamos muriendo a manos de machistas. Los hechos y la inacción hablan por si mismos, a la Ministra ni le importaban las mujeres, ni velaría por su seguridad.
El Pacto de Estado contra la violencia de género ha permanecido estancado por falta de presupuesto a pesar de ser responsabilidad de dicha ministra exigir y facilitar planes de ayuda y atención inmediata para las afectadas.
Dolors Montserrat ha sido una ministra que ha aparecido en contadas ocasiones y nunca en beneficio de las mujeres de este Estado, nunca para señalar que las medidas necesarias a implementar para enfrentar la violencia machista en todas sus manifestaciones son de emergencia social. Siempre para ser una más en su partido, siempre para ser una más en el gobierno popular, siempre para seguir ocupando una silla desde la que no hacía absolutamente nada.
Recibimos ahora un gobierno formado por primera vez en la historia, no sólo de España, sino del mundo, con más mujeres que hombres. Once mujeres ocupan cargos ministeriales, frente a seis hombres. Una imagen que ante todo es signo de visibilización y reivindicación.
Todas sabemos que lo que no se ve no se piensa, no se nombra: si queremos representación como categoría política, ser parte de un gobierno, al menos en paridad con los hombres, es imprescindible.
Si queremos que los problemas que nos afectan sean expuestos y nuestras realidades abordadas con medidas efectivas, necesitamos ministras feministas. Poner en duda el potencial o la convicción feminista de mujeres como Soledad Murillo o Carmen Calvo es arrojar piedras sobre nuestro propio tejado.
Primero, porque alimenta la imagen social de la misoginia entre mujeres y calcina cualquier atisbo de sororidad. Segundo, porque cuestionar entre nosotras quién es más feminista, quién lo es o quién no, es hacerle el juego al patriarcado. No existe un instituto que reparta carnets de feminista, no intentemos pretender que sí y perder el tiempo.
Es cierto que dentro del feminismo conviven diferentes corrientes de pensamiento, y que no hay un bloque estático ideológico dentro del feminismo, pero nos une la idea radical de que las mujeres son seres humanos que deben gozar de iguales libertades y plenos derechos respecto a los hombres.
El PSOE defiende un feminismo ligado a la segunda ola, liberal en algunos aspectos, pero ello no equivale a desacreditar el recorrido político por el que han luchado las mujeres dentro del partido. Habiendo impulsado leyes que han respondido a las demandas del feminismo desde las calles: la Ley Integral contra la violencia de género (2004), la Ley de Matrimonio LGTBI (2005), la Ley de interrupción voluntaria del embarazo (2010), son algunos ejemplos de que quizás se merezcan un voto de confianza.
Es importante resaltar que todas estas leyes han sido motivadas por una exigencia social y militante de las mujeres del país. Ese reclamo habría llevado a dicho gobierno a responder a las demandas de la población que le ha elegido. Los triunfos no se los tiene que anotar el partido en el poder sino la sociedad.
El discurso de los partidos políticos que hacen de las conquistas sociales su propiedad no es legítimo. Por ello espero no seguir oyendo frases como "El PSOE logró que las mujeres de este país pudiesen abortar". Los partidos son el medio pero las ciudadanas son el motor. Cumplirían su responsabilidad, su función. Eso no es motivo de aplauso sino signo de coherencia.
El hecho de tener mujeres feministas en el gobierno supone saber responder ante las consignas en las calles. Es su deber ahora escuchar lo que las mujeres necesitamos, elaborando leyes y estrategias basadas en el análisis de las realidades que las militantes, activistas y ciudadanas trasladamos desde la lucha en el espacio público.
Con Dolors Montserrat nos resignamos a ser "oídas". Nunca contamos con ella. Hoy, que observamos un Ministerio de Igualdad con feministas al mando, queremos ver resultados, buscamos que se aborden las cuestiones de emergencia y se comience a trabajar de manera integral y transversal el feminismo como parte de las políticas públicas.
Posiblemente sea mucha la presión que estamos ejerciendo para ver cambios desde el minuto uno pero las mujeres en España ya hemos esperado sobradamente. Ocho años de machismo institucional exacerbado han sido demasiados.
Durante todo ese tiempo no callamos, gritamos. No dejaremos de hacerlo, mientras vemos un pequeño punto de luz y esperamos que existan alianzas que nos hagan progresar todo lo posible.
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