El sistema de tests de la Casa Blanca estaba abocado al fracaso desde el principio
El propio hecho de que las personas más protegidas del planeta hayan contraído el coronavirus es un indicativo de que el sistema no funciona.
Donald Trump y la Casa Blanca llevan meses queriendo transmitir una imagen de invulnerabilidad ante el coronavirus basada en un sistema de tests que estaba abocado al fracaso desde el primer momento y que ha acabado convirtiendo el edificio en un foco de la enfermedad.
En vez de utilizar los tests rápidos (que tienen entre un 10% y un 20% de probabilidades de detectar un “falso negativo”) como una herramienta de filtrado, que es para lo que están diseñados, la Casa Blanca los ha utilizado como única precaución y ha rechazado medidas como llevar mascarilla o guardar las distancias.
“Han intentado mantener a raya el coronavirus solo con tests y así no se puede”, explica William Schaffner, profesor de enfermedades infecciosas en la Universidad Vanderbilt de Tennessee. “Han buscado soluciones mágicas con varitas mágicas”.
Que la estrategia no iba a funcionar resultaba obvio para todos los epidemiólogos desde el principio, pero fue evidente para todo el mundo vistas las consecuencias del evento celebrado el 26 de septiembre en la Casa Blanca para celebrar una nominación al Tribunal Supremo. Las fotografías del evento demuestran que hubo pocas mascarillas y mucho contacto entre los asistentes. Ahora, muchos de estos asistentes tienen el coronavirus, incluidos Donald y Melania Trump.
“Un test rápido es una buena herramienta de filtrado, eso está claro, pero no sirve de nada si luego todos van a ignorar las precauciones. Es una herramienta útil, no infalible”, aclara Jeremy Konyndyk, que trabajó en la Administración Obama durante el brote de ébola de 2014. “Los tests tienen que formar parte de una estrategia completa. La Casa Blanca los ha utilizado como sustitutos de la estrategia”.
El propio hecho de que las personas más protegidas del planeta hayan contraído el coronavirus es un indicativo de que el sistema no funciona.
“Trump ha enfermado. Eso significa que alguien se ha acercado mucho a él, y probablemente sin mascarilla. Algo ha fallado, está claro”, explica un antiguo trabajador anónimo de la Casa Blanca. Y gran parte de esa culpa la tiene Trump por no querer entender los límites de protección que brindan los tests rápidos.
“Ha equiparado el dar negativo en esos tests con no ser portador”, resume este trabajador anónimo.
El propio Trump argumentó así el 16 de septiembre sobre por qué no llevaba mascarilla: “Nos hacen tests. A mí me hacen tests. A mis trabajadores les hacen tests. Cuando alguien visita el Despacho Oval, les hacen tests, independientemente de si son presidentes de otros países. Por eso yo estoy en una situación distinta”.
Los tests a los que se refería Trump forman parte del protocolo que implementó la Casa Blanca esta primavera, por el que todos quienes se acerquen a Trump tienen que dar negativo en la prueba rápida de los laboratorios Abbott, que analiza en 15 minutos la mucosa recogida de las fosas nasales.
El principal problema de esta estrategia es que no son pruebas infalibles. Aunque el fabricante asegura un 90% de eficacia, es imposible detectar el coronavirus si todavía no hay suficiente virus para ser cuantificado.
Una persona que haya estado expuesta al virus puede ser contagiosa uno o dos días antes de que el test dé positivo, advierte Eric Feigl-Ding, investigador de salud pública de la Federación de Científicos Estadounidenses.
Feigl-Ding equipara este sistema de tests de la Casa Blanca con una valla de seguridad, pero sin medidas complementarias como perros de vigilancia o guardias de seguridad.
“Una vez superada esa ‘valla’, ya no hace falta llevar mascarilla”, lo que implica que una persona puede dar negativo pero ser contagiosa y empezar a interactuar libremente con Trump y su personal creyendo que no va a extender la enfermedad. “Su trabajo es proteger la Casa Blanca y solo tiene una línea de defensa que, además, es semiporosa”.
Trump, que afirmó esta primavera que entendía a la perfección los problemas médicos que suscita el coronavirus, no parecía entender los motivos por los que una persona puede dar negativo un día y positivo al día siguiente.
“Hacer tests no tiene por qué ser necesariamente infalible”, dijo Trump en mayo sobre la asesora de prensa Katie Miller, que había dado positivo. “Nuestros tests son perfectos, pero pueden pasar cosas entre un test y otro. Le hicieron una prueba hace poco y dio negativo. Le han hecho una prueba hoy y, de repente, por algún motivo, supongo, ha dado positivo”.
Ni el propio Trump parece tomarse muy en serio sus propios tests. El 21 de julio, McEnany afirmó que Trump no necesitaba llevar mascarilla. “El presidente es la persona que más tests se ha hecho en todo Estados Unidos. Le hacen más pruebas que a nadie, varias veces al día”.
Pero Trump la contradijo ese mismo día en una rueda de prensa: “Me hago más o menos un test cada dos o tres días. No recuerdo haberme hecho dos pruebas en un mismo día”.
La Casa Blanca se ha negado a desvelar la fecha y los resultados de los tests que se hizo Trump la semana pasada y tampoco se conoce la frecuencia real con la que se los ha hecho. “El presidente se hace las pruebas con regularidad”, es lo único que ha querido decir otro funcionario anónimo de la Casa Blanca.
Eso significaría que Trump llevaba días propagando la enfermedad hasta que admitió que se había infectado, un periodo que incluye el evento del 26 de septiembre en la Casa Blanca para celebrar la nominación de Amy Coney Barrett al Tribunal Supremo, su debate con Joe Biden el día 29, su evento de recaudación de fondos el día 30 en un recinto interior y otro evento de recaudación de fondos en su campo de golf de Nueva Jersey el 1 de octubre.
“El egoísmo y la irresponsabilidad han sido características definitorias de la respuesta de Donald Trump al coronavirus en general, de modo que no es ninguna sorpresa que esté tratando el brote en la Casa Blanca del mismo modo”, comenta Josh Schwerin, del grupo de apoyo a los demócratas Priorities USA. “Trump está poniendo a las personas de su entorno en peligro intencionadamente al mismo tiempo que sigue difundiendo desinformación que pone en peligro a millones de personas. Es irrefutable que Trump ha empeorado significativamente la gravedad de esta pandemia”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.