El siniestro historial de Facebook hace temer una nueva injerencia en las elecciones de EEUU
Con cada 'like', viertes a la red una información valiosísima para los políticos y con un potencial muy dañino.
Hace cuatro años, saltó en Facebook la noticia de que el equipo de campaña de la candidata demócrata a las elecciones de Estados Unidos, Hillary Clinton, tenía a varios niños secuestrados en el sótano de una pizzería, donde abusaban sexualmente de ellos para después sacrificarlos. La historia era tan surrealista que casi no merecía un desmentido. Pues bien, un estadounidense de 28 años no pudo soportar semejante crimen, así que recorrió los 600 kilómetros que lo separaban de la pizzería, y, fusil en mano, entró al local y pegó tres disparos. Afortunadamente, no hubo daños, pero la mentira ya había calado.
En la actualidad, el 90% de los votantes republicanos no confía en los medios de comunicación ‘tradicionales’, ya sean prensa, televisión o radio. Es más, el 62% de los adultos estadounidenses se informa por redes sociales, según un estudio del Pew Research Center, y en la mayoría de los casos no hacen una búsqueda activa de noticias, sino que se las encuentran “por casualidad”.
El problema es que “en Facebook puede publicar un Premio Nobel o un señor X que se quiere burlar del resto, pero todo tiene la misma visibilidad y el mismo aspecto, así que el usuario tiende a darle la misma validez”, afirma Roberto Álvarez, investigador del Instituto Franklin-UAH y director de Marketing Institucional y Comunicación Electrónica de la Universidad de Alcalá.
El problema es, también, que ese “señor X” que difunde bulos tenderá a recibir, a su vez, más bulos, ya que Facebook —y el algoritmo— conoce sus gustos. Pero la cuestión ya no es sólo que Facebook sepa que te va la marcha, sino que la compañía venda tus datos —y los de otros 50 millones de usuarios— a una consultora vinculada al Partido Republicano, por poner un ejemplo, y que se dediquen a enviarte su propaganda personalizada.
Dicho de forma muy rápida, algo similar a esto es lo que ocurrió con el escándalo de Cambridge Analytica, por el que la compañía dirigida por Mark Zuckerberg fue condenada a pagar una multa de 5.000 millones de dólares el año pasado.
Y esto es lo que, desde las elecciones de 2016 que dieron la victoria a Donald Trump, se teme que vuelva a ocurrir. “Facebook sigue siendo una ventana abierta para influir en las elecciones en Estados Unidos”, asegura Pedro Rodríguez, profesor de Relaciones Internacionales de Comillas ICADE y experto en política estadounidense. “Lo de Cambridge Analytica fue un aviso muy claro del poder de la conjunción del big data y las redes sociales y de cómo los datos que vertemos en las redes sociales pueden servir a muchas empresas para hacer estrategias e influenciar”, coincide Miquel Pellicer, profesor colaborador de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
“No tengo claro que vuelva a pasar algo similar a lo de Cambridge Analytica, pero es obvio que los canales sociales son una baza superimportante y, por tanto, las estrategias de comunicación política van muy dirigidas ahí”, reconoce Pellicer.
No sólo Trump conoce el método. “El uso de canales y de contenidos llevados al extremo lo hemos visto en campañas en Brasil, en México, con Salvini en Italia, con Le Pen en Francia, con los partidos racistas de Países Bajos, de Polonia, de Hungría, con el Brexit”, cita Pellicer. Por eso el profesor se niega a decir que “Trump ganó gracias a Facebook”. “Trump ganó porque fue capaz de movilizar a personas con una ideología que no se estaban viendo reflejadas en los políticos de Washington. Claramente, Cambridge Analytica ayudó, pero fue una conjunción de factores”, matiza. “Diría que Cambridge Analytica fue una estrategia que surtió efecto, y Facebook sigue siendo muy importante dentro del marketing político, pero la construcción de estos canales, de la desinformación y de la propaganda política se va reinventando continuamente”, prosigue.
Una herramienta ‘positiva’ que puede ser “pésimamente usada”
Tanto Roberto Álvarez como Pedro Rodríguez van más allá. “Yo estoy convencido de que en las elecciones anteriores sí que hubo una injerencia de Gobiernos externos en Estados Unidos a través de bulos y fake news en redes”, afirma Álvarez. En 2017, Facebook reconoció que al menos 10 millones de usuarios en Estados Unidos vieron anuncios pagados desde Rusia antes de las elecciones en las que Donald Trump resultó vencedor.
“Facebook está vinculado con la degradación de la democracia y hasta con genocidios. Además tiene la reputación de vender los datos de sus usuarios y de permitir abusos como Cambridge Analytica. Es el mejor ejemplo de una herramienta que en principio se prometía positiva pero que puede ser pésimamente utilizada”, resume Rodríguez. Para él, “Facebook sigue siendo Facebook”. “Existe una mayor alerta, pero todo esto está sometido a cambios constantes, y creo que en Facebook todavía son necesarios”, dice.
La compañía anunció este verano una batería de medidas para combatir la desinformación y preservar la integridad de las elecciones en Estados Unidos, que se celebran el próximo 3 de noviembre. Entre otras cosas, Facebook suprimirá los mensajes propagandísticos una semana antes de los comicios y prohibirá las publicaciones que anuncien un resultado electoral antes de que sea firme o que busquen “deslegitimar” las elecciones tachando de fraudulento algún método electoral (véase el voto por correo, al cual Trump ha declarado la guerra). Además, la empresa ha eliminado estos días más de 6.500 grupos y páginas vinculados al movimiento conspiranoico QAnon, acostumbrado a lanzar contenidos de ultraderecha muy radicalizados y favorables a Trump.
(Casi) imposible poner puertas al campo
Los expertos, sin embargo, dudan de que eso sea suficiente. “Entiendo que Facebook haya tomado medidas, pero hay una cantidad tan bestia de contenido que incita al odio que es muy complicado retirarlo todo”, sostiene Miquel Pellicer.
“Está muy bien que la compañía tenga una voluntad de cambio, pero va a ser muy complicado”, coincide Roberto Álvarez. “En estas elecciones seguirá habiendo bulos y noticias para tratar de movilizar a un electorado; y el mensaje de la ultraderecha es mucho más fácil de divulgar a través del morbo, o de emociones viscerales que en realidad mueven a base de la confrontación”, añade.
Para Álvarez, “el campo de batalla siguen siendo claramente las redes sociales”, por varios motivos. “Es algo relativamente barato, todo lo que se dice puede ser anónimo y además tiene la capacidad de viralizar el contenido rápidamente y de cruzar la esfera pública para meterse directamente en la esfera familiar y personal”, argumenta. “Una televisión no se mete en tu ámbito familiar, pero un mensaje de WhatsApp en un grupo de familia o amigos enseguida genera debate; no sólo llega y se lee”, ilustra el profesor.
Pedro Rodríguez sostiene que Facebook tiene mucho, mucho que mejorar. “En la compañía todavía tienen un punto de arrogancia y una falta de asumir responsabilidades”, critica. “Facebook es una empresa que ha amasado verdaderas fortunas y que se declara completamente irresponsable del uso que se haga de su plataforma. Con esa idea de que ‘esto es la plaza pública’, estamos viendo desde manifiestos de odio hasta matanzas. En la plataforma se ha colado lo peor, a pesar de los esfuerzos por limitar contenido de este tipo”, lamenta el profesor. Sólo entre 2015 y 2017, Facebook Live retransmitió en directo 45 actos violentos, entre los que se incluían tiroteos, violaciones, asesinatos, abuso a menores, tortura, suicidios e intentos de suicidio, según un informe de BuzzFeed News.
La plataforma de streamings de Facebook sigue operativa, pese a las voces que reclaman su cierre. Para el profesor Rodríguez, “Facebook sigue siendo un problema, un problema más conocido ahora que en el 2016, pero no algo que esté solucionado, ni mucho menos”, sentencia.
El peligro de que los políticos “elijan a sus votantes”
“El problema es que a través de los likes dejamos un rastro importantísimo; con una decena de likes la empresa es capaz de generar un perfil tuyo al milímetro. Y lo inquietante del poder de Facebook es su efectividad”, explica Rodríguez. “Cuando tú lanzas un mensaje en un medio de comunicación masivo, siempre queda la duda de si ese mensaje llegará a la audiencia; con Facebook no hay esa duda, porque la tecnología permite saber perfectamente a quién se está enviando”, dice.
“Facebook es una amenaza para la democracia porque no es que los votantes elijan a los políticos; es que los políticos ya pueden elegir a sus votantes” —puntualiza el profesor—, enviándoles una propaganda específicamente diseñada para ellos en función de la información que conoce la compañía por su actividad en la red.
Pero en este juego perverso que coquetea con lo ilícito hay un riesgo añadido que este año se hace aún más presente. Donald Trump se ha negado a garantizar una transición pacífica en caso de perder de las elecciones, ya que el magnate pone en duda la legitimidad del voto por correo, que podría arrebatarle la victoria. En el tiempo que dure el recuento del voto por correo, que podría alargarse varios días, puede ocurrir de todo, y prácticamente nada bueno.
“Lo peor que puede suceder en estas elecciones es que Facebook sirva para dar una respuesta violenta a los resultados del 3 de noviembre”, alerta Rodríguez. “Como se estima que hasta el 40% va a ser voto por correo, en la noche electoral no se conocerá el resultado ‘real’, así que se teme que ese mismo día se dé la victoria a Trump (ya que los republicanos tienden más al voto presencial) y a los cuatro o cinco días, se sepa que quien ha ganado es Biden”, explica.
Si Trump sigue empecinado en negar su derrota, la tensión política se trasladará a las calles. “Ya hay escenarios en los que se presupone que la violencia aumentará desmesuradamente esa noche y, para mí, eso es lo más preocupante. Porque hay fenómenos de violencia política que han sido alimentados directamente por Facebook. Facebook tiene un historial bastante siniestro”, afirma el profesor.
Cuando en mayo la muerte de George Floyd a manos de la Policía acabó en protestas y, luego, en disturbios, Donald Trump acudió a sus redes, y no precisamente para calmar los ánimos. “Cuando empiezan los saqueos, empiezan los tiroteos”, escribió el presidente de Estados Unidos haciéndose eco de un lema segregacionista usado en los años 60 para justificar la violencia policial contra la comunidad negra. Enseguida, Twitter puso una advertencia sobre el mensaje de Trump alertando de que “glorificaba la violencia”. Facebook no hizo nada.
En agosto, un joven de 17 años mató a tiros dos manifestantes en Kenosha, Wisconsin, durante una protesta contra el racismo policial. Esos días, en una evento creado en Facebook por grupos violentos, se animaba a que los participantes llevaran armas a las manifestaciones. La página fue denunciada 455 veces por los usuarios de la red social. Zuckerberg se escudó en que la compañía no pudo eliminar el evento por un “error de funcionamiento”.
Lejos de Estados Unidos, y a otro nivel, Facebook reconoció en 2018 haber contribuido al genocidio de los rohingya en Myanmar por su papel en la difusión de discursos de odio e incitación a la violencia contra la población musulmana. A raíz de un informe de la ONU en el que se denunciaban estas prácticas, la red social admitió que al principio del conflicto no tenía las herramientas ni el personal necesarios para detectar y controlar el discurso de odio en el idioma birmano. Recordemos que el genocidio acabó con la vida de más de 25.000 rohingyas y obligó a más de 700.000 a refugiarse en países vecinos.
Con estos antecedentes, con la polarización actual de la sociedad estadounidense, con la violencia policial y racial que asola las calles, y con un presidente dispuesto a no aceptar su fracaso, da miedo lo que pueda ocurrir el próximo 3 de noviembre. “Imagínate la que se puede armar en un país que ya está bastante desquiciado. No es sólo que vayan a los tribunales y haya un litigio; hablo de tiros, de violencia, de conspiranoia. Creo que este es el momento más crítico y preocupante para Estados Unidos desde hace muchas décadas”, reflexiona Pedro Rodríguez.