El ser humano como herramienta de toda estructura
Estamos en la nueva era industrial y poco o nada sabemos acerca de ella. La ciudadanía está fuera del discurso y de la discusión que en estos momentos se está suscitando, tanto en el plano económico, como social, político y cultural y, sobre todo, en el humano. Puesto que la masa social, junto como la sociedad como estructura y sistema, es el elemento fundamental de la supervivencia de nuestros estados evolutivos de la humanidad.
Debemos cambiar el modelo económico y productivo de nuestra sociedad. Si queremos seguir manteniendo ese estado de confort y bienestar que, a lo largo de la historia, hemos ido tejiendo de forma generosa y responsable, y que a día de hoy, es un sistema de referencia de carácter mundial, por cómo atendemos a las necesidades sociales y cómo nos enfrentamos a los nuevos retos.
El cambio productivo que debe empezar por redistribuir a nuestros jóvenes talentos y responder a través de ellos a los nuevos retos. La máxima de tener y de poder contar con los mejores y los más preparados. Dar las oportunidades a aquellos que demuestren una trayectoria laboral o una excelencia como modus operandi, como estilo de vida y de trabajo. De esta forma podemos conseguir que los resultados y los desafíos a los que nos enfrentamos en el futuro puedan dar respuestas a nuestras necesidades y exigencias.
A través de las PYMES, como elemento principal del tejido productor y base de la expansión de la manufactura y del comercio de un Estado, las startups o empresas emergentes deben de estar nutridas con profesionales capaces de afrontar el nuevo marco económico e industrial. Así, la creación de un nuevo espacio productivo a partir de empresas asociadas a la innovación, al desarrollo de tecnologías, al diseño o desarrollo web, la digitalización del comercio, la generación de ideas, la robotización, etc -aún siendo empresas de capital-riesgo y bajo una rígida política de estudio profundo de mercado- deben ser las nuevas puntas de lanza de las economías ascendentes.
Sin embargo, también hay que abordar los problemas o los vacíos sociales a los que este nuevo sistema económico nos puede abocar. Quizás, los mismos o similares que se crearon alrededor de las diferentes revoluciones industriales de siglos pasados. Qué hacer con el factor humano. Cómo responder a los nuevos espacios que se van a generar entorno a la ciudadanía.
Si invertimos en robotización y tecnología, qué hacemos con las personas una vez que la robotización se democratice en el plano laboral y sean ellos los que generen el PIB de las grandes potencias económicas. Cómo redirigir el tejido profesional a una población mundial que será o contará como excedente de mano de obra. Las alertas sanitarias, sociales, educacionales y, sobre todo, humanistas a las que nos vamos a enfrentar son, en estos momentos, de cuantificar, pero no de predecir. Tenemos la posibilidad y la responsabilidad de dar respuesta al nuevo orden mundial que se está gestando y que incluya en su desarrollo la masa social: la humanidad.
Que los robots coticen y que se generen una renta básica para poder contener las poblaciones y sus necesidades puede ser una de las alternativas. Crear, al fin y al cabo, una sociedad subsidiaria con lo que a nivel moral y ético eso implica: no caer en el estigma del ganado humano contenido, en última estancia. Buscar otro tipo de respuestas para mantener las sociedades tales y como las conocemos hoy en día, como reciclar al personal profesional para poder acometer los desafíos tecnológicos que el futuro nos depara. Que las nuevas sociedades puedan asimilar y estar preparadas para asumir los trabajos, oficios y apuestas laborales que se van a crear ante un marco práctico y teórico profesional que es inminente y que nos aboca a habilitar un plan de choque, una alternativa efectiva ante el nuevo marco industrial que nos espera.
Asumir estas cuestiones, deben ir dirigidas a que exista detrás un estudio fuerte de mercado y sociológico. Plantear una hoja de ruta estratégica, aceptar un proceso de re-industrialización, atajar la des-localización y atraer las nuevas inversiones internacionales.
Vivimos tiempos convulsos -siempre los hemos vividos- pero eso no quita que sigamos teniendo una visión comercial estratégica para que sea atractivo nuestros productos, nuestros modelos económicos y, finalmente, nuestra sociedad como valor añadido de excepción. Porque la supervivencia del Estado de confort y bienestar pasa fundamentalmente por tener las herramientas necesarias que sean capaces de sostener y soportar su existencia. Digamos que el ser práctico, no tiene por qué estar reñido con el progreso y el acto progresivo. Y estamos en unos tiempos que ser práctico es cuestión de superviviencia y, por tanto, de existencia y garantía de derechos fundamentales y estados.
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