El sainete estelado
El señor Homs probablemente sin saberlo -no saber es una de las especialidades de que más se ufana-, ha sabido explicar las verdaderas causas del declive de Cataluña. Cuando explicaba desde el banquillo de los acusados a los jueces del Tribunal Supremo que no había entendido la orden del Tribunal Constitucional y previamente tampoco había entendido la Constitución Española de 1978, y que todo le parecía muy enrevesado y difícil de comprender, aclaró muchas cosas. Su idea, que expuso con gran simplicidad, tanto que se adentró en los meandros de la idiotez, es que ni le parecía clara la prohibición de promover un referéndum ilegal ni había habido reiteración. Ah, hombre. Todas las multas de Tráfico van a ser nulas por falta de reiteración, y la ocupación ilegal de las costas de España será una barra libre porque no hay una expresa prohibición de que no se puede construir en el dominio público ni en el suelo ajeno. Tampoco, por lo visto, es fácil de entender que no se puede cobrar un 3% de comisión, o más, según el caso, para prevaricar en la obra pública y llenarse los bolsillos vaciando los del Estado. Genial, chacho. Ah, claro, va a ser que en la Constitución no pone expresamente que la corrupción es un delito, y que no está bien expresado, como decía la célebre interpretación apócrifa, irreverente y políticamente incorrecta ley de Mahoma, que tanta culpa tiene el que da como el que toma.
Me enterneció su humildad ermitaña al explicarle a los jueces que si le condenan, quien sufrirá males sin cuenta será el Estado español, y que él será un mártir que pasará a la historia. Y esto, no se lo tomen a coña. A la historia pasará, seguro, pero a la del ridículo, sección de tontos engreídos. ¿Quién se acuerda de los Homs y los Mas, fracasados por inútiles e incompetentes, que un día quisieron ser napoleones en miniatura. Vamos, ¿nanonapoleoncitos?
Casi a la vez, Artur Mas, cada día que pasa más cerca del chiste cruel, dice en una conferencia en Dinamarca que el proyecto independentista para Cataluña es ser una Dinamarca del Mediterráneo. Y esto es francamente interesante. No sabía yo que Dinamarca tuviera tan altos índices de corrupción, de incompetencia política, de prepotencia aldeana ejercida por mediocres fracasados, tanto abuso indecente en la adjudicación de obras, de acoso al Estado de bienestar, de cerco al sector público, de presumir de corruptos, de que la indecencia sea una señal de distinción social en un sector de la sociedad catalana, y algo inevitable, en el otro...; de verdad, sinceramente, no sabía yo que gobernaran la Dinamarca actual -la de Hamlet es otra cosa; ya saben: "algo huele a podrido en Dinamarca"-, que hubiera allá políticos daneses como Artur Mas, Francesc Homs, ladinos como Ada Colau, patéticos antisistema dominantes como los de la CUP, personajes como Junqueras, encantado de haberse conocido, que ya se pone hasta corbata... ¡Que decepción!
A no ser, claro, que se trate de otra más de las mentiras, las hipérboles, los engañabobos urdidos por una banda de trepas desvergonzados, salteadores de pasillos y despachos, y comisionistas del trinque que han agitado la botella del cava, festejando los maletines, las mochilas, los cartuchos, llenos de euros, hasta que sale la espuma del cava. Gran familia la de Pujol, ya lo decía el padre Peyton cuando predicaba en España la cruzada del Rosario: familia que reza unida, permanece unida. Familia que saquea unida, permanece unida. Como estamos viendo.
Y don Artur, con cara de San Lorenzo a punto de ser emparrillado, levitando mientras cientos, o miles, o docenas, de independentistas le arropan cuando acude a los tribunales para ser juzgado por sus tropelías. En realidad, en estos casos, para qué sirve la presunción de inocencia si ellos mismos se confiesan culpables.