El reto del inicio de curso en pandemia
La comunidad educativa, los niños y niñas, los adolescentes y universitarios no se pueden permitir otro cierre.
No hemos llegado a una nueva normalidad, si acaso todavía queda lejos. Continúa sin embargo la anormalidad de la incertidumbre y la alerta, aprovechada por pescadores en río revuelto. Otra los vez liberticidas y conspiranoicos que ayer gritaban contra el confinamiento en nombre de los derechos fundamentales, hoy lo hacen frente a las mascarillas y el distanciamiento; y ya están preparando septiembre, aprovechando el miedo justificado de las familias al inicio del curso escolar.
También hay otros que pretenden que la presencia telemática y la transformación digital se aceleren a costa de la enseñanza o de las terapias presenciales. Son aquellos que dicen que las medidas excepcionales en la pandemia han llegado para quedarse, como sustitutivas y no como complementarias. No hay nueva normalidad sino la misma incertidumbre, cuando apenas doblamos todavía la mitad de la pandemia.
En otras epidemias respiratorias, como la gripe mal llamada española de 1918, en su segunda ola desde Nueva York a Odesa, las aulas no fueron el foco de los contagios. Tampoco ahora. En determinado momento, el cierre de las aulas ha sido útil para frenar la transmisión. El objetivo hoy es rebajar la trasmisión en las próximas semanas, con las recientes medidas del Consejo Interterritorial y otras adicionales que se deberían sumar, haciendo hincapié sobre los determinantes sociales, en los centros de trabajo, el transporte público, los horarios de entrada
y salida, etcétera.
Se trata, en una situación excepcional, de acercarse a una anormalidad controlada, minimizando lo más posible los riesgos, y conscientes de que el riesgo cero no existe. Pero la evidencia científica en esta pandemia no avala la alarma. El caso de Suecia muestra una baja trasmisión en las aulas, a pesar de los casos más llamativos que han provocado la marcha atrás en Israel o en algunos estados americanos.
Por eso la ONU, la UNESCO y la OMS han llamado a primar la presencialidad frente al desastre que supondría la situación del final del curso pasado para millones de alumnos, incluyendo el abandono escolar, sobre todo para aquellos en situación de pobreza y desigualdad que quedan excluidos de la enseñanza telemática. Tampoco tiene justificación la ansiedad con respecto a las pautas y protocolos a seguir el próximo inicio de curso. Hay ya una serie de criterios que se han acordado en el mes de julio y una conferencia monográfica de presidentes sobre el inicio de curso para este mes de agosto.
Hay, sin embargo, quienes pretenden aprovechar esta pandemia para una suerte de recentralización del Estado, cuando lo realmente útil sería mejorar la coordinación, y la cooperación en materias transferidas como la Sanidad y la Educación.
Entre los principios de salud pública están la equidad, la pertinencia o la proporcionalidad de las medidas, así como la precaución, la transparencia, la evaluación y la salud en todas las políticas. Todos aplicables a la preferencia de la enseñanza presencial con las garantías de salud. En base a ellos, el Ministerio de Sanidad ha comprometido también un protocolo común para el comienzo de curso.
Las recomendaciones generales acordadas en la conferencia sectorial de julio incluyen, como principio general, que el escenario prioritario es la enseñanza presencial, en segundo lugar la mixta (una parte de los alumnos con docencia presencial y otra parte virtual, rotando cada cierto tiempo) y solo en caso de un improbable confinamiento general, la telemática.
Estos tres escenarios, salvando las distancias, se han hecho extensivos a la enseñanza universitaria. A finales de este mes está prevista una conferencia sectorial entre el ministerio de educación y las CCAA. Para todo ello se ha aprobado un presupuesto adicional, que contempla estas acciones extraordinarias.
Se incluyen, entre otras medidas, el incremento de plantillas, la reducción de alumnos por clase, los grupos burbuja, el fraccionamiento de entradas, salidas y horarios, la ventilación periódica, la distancia de seguridad, las mascarillas, la higiene, el especial cuidado en lugares comunes como comedores y gimnasios... Y una excepcional protección de alumnos vulnerables o con familias con miembros vulnerables, así como también de los profesores mayores o con patologías previas, mediante enseñanza mixta o telemática.
La universidad, como hemos apuntado, también comenzará el curso de manera presencial, respetando los criterios de seguridad, después de las múltiples experiencias negativas, en especial con las evaluaciones telemáticas del último cuatrimestre. De modo que el comienzo de curso se desarrollará en la mayor parte de los casos en base a una enseñanza mayoritariamente presencial, sin eludir la complementariedad de aquellas experiencias positivas de enseñanza telemática.
Las medidas hasta ahora conocidas son similares a las de los países de nuestro entorno descentralizado, y más en concreto con respecto a las aplicadas por ejemplo en los estados federales como Alemania y en otros países como Francia e Italia. Es fundamental el desarrollo durante las próximas semanas, por parte de las comunidades autónomas, de protocolos y planes de contingencia que debieran ser acordados con la comunidad escolar o en el ámbito de la autonomía universitaria, para una vuelta en condiciones de máxima seguridad.
Y evidentemente, en un plano más general, prestar atención al carácter auxiliar de los análisis de aguas residuales y del rastreo con rastreadores y apps de contactos; y al registro de datos.
Sin llegar por ello a la evidente exageración de un sanitario por centro escolar, lo cual es inviable y contraproducente. Lo importante es que un responsable del covid en los centros escolares forme parte de los equipos de atención primaria, al igual que de los centros residenciales de ancianos de la zona.
La comunidad educativa, los niños y niñas, los adolescentes y universitarios no se pueden permitir otro cierre. La educación y la salud de la sociedad española tampoco.