El pueblo yazidí, cuatro años después de la masacre de Sinjar
Sentados en una manta de su tienda de campo de refugiados y acompañados del incesante té (çay), Falah nos muestra orgulloso el vídeo de la boda de su hermano. Una celebración con más de mil invitados, en un enorme salón de bodas, plasmada en un vídeo de boda artístico y exclusivo. Una boda yazidí que tenía lugar en Sinjar, a principios de 2014. Las imágenes muestran una vida que transcurre con normalidad, como en cualquier lugar del mundo... Sobrecoge pensar en lo que sucedería poco tiempo después.
Los yazidíes son un grupo étnico que mantiene una religión preislámica, el yazidismo. Son kurdos (hablan el kurmanji) que no experimentaron un proceso de islamización y que conservaron una religión tan antigua como la parsi o zoroástrica (con la que está emparentada). Sus principales núcleos de población se encuentran en los distritos de Sinjar (Sinyar o Şingal, en kurdo) y de Shekhan, al noreste y norte de Irak, respectivamente, ambos en la gobernación de Nínive. También hay algunas importantes comunidades de yazidíes en Armenia, Georgia y Alemania. En total pueden sumar en torno a las 600.000 personas, según Birgül Açikyildiz, especialista en la cultura yazidí.
El yazidismo es una religión monoteísta (que toma algunos aspectos del cristianismo, del Islam, particularmente del sufismo, y del judaísmo). Su principal figura es Melek Taus, el principal de los siete ángeles que Dios puso para proteger al mundo, y que a menudo se representa con forma de pavo real. Los yazidíes creen que el Sheik Adi (el jeque Adi ibn Musafir, que murió en 1162) fue un avatar de Melek Tous, y por eso tienen que hacer como mínimo una vez en la vida una peregrinación a su sepulcro en Lalish, cerca de Mosul (quienes viven cerca de Lalish acuden una vez al año a la "fiesta de la Asamblea", que se celebra entre agosto y septiembre).
La práctica de los ritos religiosos yazidíes se realiza con un cierto secretismo y nunca en presencia de personas que no sean miembros de su religión. Esto va unido a un alto grado de endogamia, incluso dentro de su propia comunidad, en donde se distinguen tres tipos de castas diferentes (murids, sheikhs y pirs). Dicha endogamia y aires de misterio que rodea a su religión y cultura es un producto lógico del hecho de ser una minoría étnica y religiosa, aislada y marginada, en un entorno fundamentalmente musulmán a menudo muy hostil con ellos (en particular los árabes suníes). Los yazidíes mantienen un registro histórico de fechas en las que sufrieron una serie de genocidios, masacres e intentos de conversión forzosa (varias de ellas bajo el dominio otomano).
El Estado Islámico, ISIS, o Dáesh, surgió en el contexto de la "insurgencia" tras la invasión de Irak en 2003. Posteriormente crecen en la vecina Siria, aprovechándose de la guerra civil que se desarrolla en ella. En 2014, en Irak, se hacen fuertes en Faluya y en junio de ese año se expanden por una parte del norte del país, tomando finalmente Mosul (en donde constituyen el "califato").
En ese comienzo del verano de 2014, ante el avance de Dáesh el ejército iraquí se retira de amplias zonas del norte del país. El vacío dejado en algunas de estas zonas por el ejército iraquí es ocupado por los Peshmergas iraquíes (Peshmerga es el término usado por los kurdos para referirse a los combatientes kurdos, ya sea en Turquía, Irak, Siria o en Irán). En Irak, desde el final de la primera Guerra del Golfo en 1991, surge de facto la región autónoma del Kurdistán, que cobra naturaleza constitucional en 2005. La Región Kurda de Irak, con capital en Erbil, es la zona más próspera y la única zona estable que existe en el país. Dispone de un alto grado de autonomía, hasta el punto de tener presidente, primer ministro y ejército (los Peshmergas iraquíes).
Esas zonas en donde los Peshmergas iraquíes habían sustituido al ejército iraquí eran áreas fuera de la Región Kurda de Irak, pero vecinas a ella y en donde había importantes poblaciones kurdas. Una de ellas era el distrito Sinjar, formado por la capital, la ciudad de Sinjar, de unos 90.000 habitantes, más la montaña de Sinjar con todas las pequeñas poblaciones que hay en su alrededor, de manera que la población total del conjunto del distrito era de unos 180.000 habitantes, la mayoría yazidíes.
La presencia de los Peshmergas más una pequeña milicia yazidí (las Unidades de Resistencia de Sinjar) creada en 2007 para defenderse de los ataques de insurgentes suníes radicales, quizás hacía pensar que el peligro de caer en manos de Dáesh no era muy alto. Sin embargo, ante el avance de los luchadores de Dáesh, el 2 de agosto los aproximadamente 7.000 soldados Peshmergas se retiran inesperadamente del distrito de Sinjar. La sensación que queda es la de una súbita desprotección total de la población yazidí frente a unos luchadores fanáticos que veían en frente, no a unos iraquíes más, sino a unos herejes adoradores del diablo (así es como algunos musulmanes ven a los yazidíes).
Hawas relata cómo les despertaron, durante la noche (del 2 al 3 de agosto), avisándoles por el móvil de que el Dáesh estaba ya en la aldea vecina. La gente corría de un lado para otro, lloraba... Su aldea, Tillizair, es de las que están en la cara sur de la montaña. La mayoría de los habitantes de esta aldea (y de otras de alrededor de la montaña, así como muchos de los habitantes de la capital) escaparon, literalmente con lo puesto, hacia la única salida que les quedaba: la montaña de Sinjar. Hamed y su familia, de la localidad de Khana Sor, todavía no incomunicada por Dáesh, pudieron escapar en el coche de su primo, en el que viajaron tres familias, hacia una zona segura en Siria, a lo largo de dos días de viaje llenos de percances.
La montaña de Sinjar (1.463m en su punto más alto, unos 70km de un extremo a otro), en apenas un día albergaba a más de 50.000 refugiados yazidíes cercados por los fanáticos de Dáesh. Otras decenas de miles habían escapado hacia el Kurdistán iraquí o hacia el sirio. Otras decenas de miles no consiguieron escapar. Entre estos últimos se produjeron unas 5.000 víctimas mortales, muchos de ellos varones que no se quisieron convertir al Islam, y unas 5.000 desapariciones y raptos, sobre todo de mujeres jóvenes y niñas que fueron esclavizadas por los miembros de Dáesh (todo esto ha recibido la denominación de "genocidio yazidí", desde el momento en que el objetivo de Dáesh era eliminar físicamente a toda una comunidad; algunos países, como Australia, han reconocido oficialmente dicho genocidio).
Hawas y su familia penetraron en la montaña de Sinjar por un paso de la cara sur defendido por milicianos yazidíes. En esos días, las largas caminatas a pie con unas temperaturas de cuarenta y pico grados y la falta de alimentos y agua causaron varios centenares de víctimas mortales. Hawas tuvo que dejar a su padre, de edad avanzada, y que ya no podía seguir a pie, en una pequeña aldea de la montaña, accesible para el Dáesh, en donde quedaron confinados varias decenas de ancianos. Confiaban en que no constituirían un objetivo estratégico para Dáesh (y así fue, afortunadamente).
En los diez días posteriores al 3 de agosto se generó una gran alarma internacional en torno a la noticia de los refugiados yazidíes cercados por las fuerzas de Dáesh. Los Estados Unidos de Obama hicieron varios lanzamientos aéreos de alimentos y agua a los refugiados (Hawas relata cómo los bidones de agua reventaban al estrellarse contra el suelo). Además, realizaron varios bombardeos sobre posiciones y convoyes de Dáesh, e incluso se llegaron a plantear la posibilidad de intervenir con fuerzas terrestres. También apoyaron con lanzamientos de comida y agua varias unidades aéreas del Reino Unido y de Australia.
Entre tanto, varios cientos de voluntarios del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (el PKK de Turquía) se desplazaron en autobuses y camiones hasta la zona de Sinjar. Lo mismo hicieron varios cientos de voluntarios de la milicia kurda siria "Unidades de Protección Popular" (YPG). El 9 de agosto consiguieron abrir un corredor por el que tan solo el primer día pudieron salir unos 10.000 refugiados, en camiones y tractores traídos por los milicianos del PKK. El día 12 habían salido la mayoría de los refugiados. Hawas comenta que los milicianos del PKK fueron sus salvadores.
A partir de aquí comienza la diáspora de decenas de miles de refugiados yazidíes. Unos pocos permanecieron refugiados en la montaña de Sinjar, y la gran mayoría acabó en los campos de refugiados del norte de Irak (como el de Domiz), en campos de refugiados de Turquía (como el de Midyat), y en campos de Grecia (adonde llegaron varios miles jugándose la vida al cruzar en bote a las islas de Lesbos y Chios). Mukades, una joven kurda de Turquía, nos explica que cuando empezaron a llegar miles de refugiados a Diyarbakir (Turquía), aparte de la ayuda de la AFAD (la agencia turca para emergencias y desastres), las autoridades locales se volcaron en asistirles y, sobre todo, cientos de chicos y chicas de esa ciudad se ofrecieron como voluntarios para ayudarles en esas primeras semanas.
La zona de Sinjar ha ido retornando gradualmente al control del gobierno iraquí o de la Región Kurda de Irak (Dáesh fue expulsado de la ciudad de Sinjar en noviembre de 2015). Por otra parte, tras la masacre de agosto de 2014 se creó otra milicia yazidí que ha contribuido a la expulsión de Dáesh, la Êzîdxan Protection Force (HPÊ), que incluye una rama femenina, la Êzidxan Women's Units (YJÊ) (en situaciones límite es frecuente que tengan lugar procesos de empoderamiento de la mujer; esta ganancia de libertad de las mujeres yazidíes no debería tener vuelta atrás). Sin embargo, en la actualidad es una zona devastada y muy insegura.
Una parte pequeña de los refugiados ha vuelto a sus lugares de origen. Otra parte importante permanece en campos y ciudades del norte de Irak, como Zakjo, en la región autónoma del Kurdistán. Y una tercera eligió iniciar una nueva vida en la UE (fundamentalmente Alemania o Suecia), en Canadá o en Australia. Una parte substancial de estos últimos refugiados permanece aún en campos de Turquía y Grecia, esperando a ser acogidos en alguno de aquellos países. Corren tiempos de populismo, miedo y xenofobia en la UE y no se sabe cuándo conseguirán viajar a estos países, o si se les autorizará a hacerlo alguna vez. Hamed y Gulan, padres de tres hijos y cuatro hijas, están firmemente determinados a emigrar a alguno de estos países, porque quieren que sus hijas vivan en un lugar en donde haya paz y seguridad. Además, muchos yazidíes no quieren regresar a Sinjar no solamente por la devastación y la inseguridad reinantes, sino porque perdieron a algún ser querido y no quieren volver a rememorar aquello.
Muchas de esas familias que aparecían en el vídeo de la boda del hermano de Falah, tienen ahora a sus miembros esparcidos por varios países y lugares y lo tienen muy difícil para poder reunificarse alguna vez.
Han pasado ya 4 años desde la masacre de agosto de 2014. Es mucho tiempo para quienes, como Hawas y su familia, siguen en los campos de refugiados de Turquía y Grecia esperando a ser admitidos en sus destinos finales. Vivir en un campo de refugiados, hacer tú todos los días lo mismo mientras el mundo avanza, no tener un futuro mínimamente claro cuando vienes de una situación de total desarraigo, es una situación muy, muy difícil que conduce fácilmente a la desesperanza. Algunos países lejanos y multiculturales, como Canadá y Australia, están admitiendo a contingentes formados por varias decenas de familias yazidíes. Quizás en la España que proclama Pedro Sánchez, la España abierta, progresista y liberal deberíamos hacer lo mismo. ¿Por qué no?