El profesor más pequeño del mundo
Un parpadeo, seis latidos, una frase. Uno no tarda mucho en darse cuenta de que el profesor más pequeño del mundo cuenta historias que vale la pena escuchar. Mueve la cabeza, agita las manos, pierde la mirada en el techo de su pequeño despacho mientras habla, piensa, elige la próxima frase. Y es que la mente del profesor más pequeño del mundo se mueve entre los objetos más diminutos que ustedes se puedan imaginar y, tal vez por eso mismo, no necesita demasiado para vivir, trabajar o demostrar las incoherencias que nos acompañan como seres humanos.
De este modo, el profesor más pequeño del mundo intenta entender y utilizar nanobjetos para curar enfermedades, producir energía pero también, y no menos importante, crear belleza y hacernos pensar. Y lo consigue desde el primer momento, con una frase que pocos esperarían de un científico: "Podríamos cerrar todos los laboratorios del mundo e incluso así podríamos mejorar muchísimo nuestra calidad de vida". Y es que para el profesor más pequeño del mundo, el foco principal debería estar dirigido a algo fundamental, pero que raramente se suele atribuir a los investigadores: la educación. Por eso, este profesor nos recuerda las palabras de Alexander Fleming, quien descubrió algo maravilloso pero sobre cuyo peligro ya advirtió en su discurso durante la entrega de los premios Nobel: "La resistencia a los antibióticos podría llegar a ser una de las grandes amenazas del futuro".
El profesor más pequeño del mundo me cuenta cómo su pasión por la educación le ha llevado a embarcarse en proyectos y aventuras por medio mundo. Utilizando zumos de frutas y tierra del desierto, intenta mostrar a chicos y adultos, no solo los misterios de la nanotecnología, sino algo mucho más importante: el valor fundamental de saber pensar.
Como les decía, al profesor más pequeño del mundo no le importan las apariencias ni lo que los demás piensen de él, no necesita un gran despacho ni a mucha gente trabajando en su laboratorio. En realidad, de sus palabras se desprende que considera al ego, el orgullo y la torpeza humana los verdaderos enemigos de la inteligencia, la salud y la sostenibilidad de los individuos y de nuestro planeta.
El profesor más pequeño del mundo se llama Víctor Puntés y vive en el mundo más diminuto que ustedes se puedan imaginar. Un lugar que, sin duda, vale la pena visitar.
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