El problema de defender "cuando se acabe la crisis solo hay que comprar productos de España"
Sería prácticamente imposible vivir sin productos procedentes de otros países.
La pandemia del coronavirus ha devuelto al debate público viejas propuestas que parecían ya superadas. Hay corrientes ideológicas que defienden que, una vez superada la crisis sanitaria, los consumidores solo compren productos españoles para apoyar a las empresas del país, muchas de las cuales atraviesan dificultades.
Los defensores de estas ideas consideran que si se compran productos extranjeros se perjudican los intereses de las empresas españolas y que esto genera a la larga un mayor desempleo. Por eso, apuestan por adquirir solo artículos españoles y exigen medidas políticas en esa dirección.
Muchos ciudadanos pueden ver con buenos ojos estas ideas como una forma de apoyar a la industria española y que, así, España salga antes de la crisis. Sin embargo, no se dan cuenta de que estas decisiones son, en realidad, perjudiciales para su economía. A pesar de la buena intención que tengan, el resultado puede ser precisamente el contrario al deseado.
A menudo estos mismos ciudadanos afirman que, cuando pase la crisis, solo viajarán durante un tiempo por España hasta que esté controlada la pandemia. Además exigen al Gobierno limitar la llegada de extranjeros para prevenir nuevos contagios. Una vez más, se olvidan de que el turismo representa el 12% del producto interior bruto. Los 80 millones de visitantes anuales son vitales y sin ellos, el desempleo se dispararía todavía más.
Al igual que ocurrió durante la crisis, los promotores de este discurso nacionalista culpan a la globalización de los problemas de España. Algo que también hacen Marine Le Pen en Francia o Donald Trump en Estados Unidos. En realidad, se esconde detrás un pensamiento racista, un comportamiento bastante incoherente, porque resulta prácticamente imposible de cumplir, y una actitud temeraria, ya que solo puede perjudicar al país.
La producción estatal suele ser entendida como sinónimo de calidad y fiabilidad, y las marcas suelen recurrir a ella a modo de eslogan. “Leche 100% española”, se puede leer en los envases de de leche Président. “Seat es la única empresa automovilística que diseña, desarrolla, fabrica y vende sus coches en España”, señalaba Christian Stein, director de comunicación de esta compañía, durante una visita a la fábrica de Martorell.
En primer lugar, habría que empezar por definir qué es exactamente un producto español. ¿Una camiseta diseñada en España, pero cosida en India es un producto español o no? ¿Un coche diseñado en Alemania, pero cuyas piezas se fabrican en Asia y se ensamblan en España?
“Un producto es español cuando se ha fabricado en territorio español, pero esto no significa que algunos componentes vengan de fuera. Por ejemplo, un coche se fabrica aquí, pero unas piezas son alemanas y parte del ensamblaje se hace en China. Solo esto ya obliga a que las empresas tengan relaciones comerciales con empresas de otros países”, señala Neus Soler, profesora colaboradora de estudios de economía y empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Esta contradicción la sufrió la compañía tecnológica BQ, que se vendía como fabricante de móviles españoles y que llegó a superar el 10% de cuota de mercado en 2015 gracias a unos precios competitivos. Los smartphones de esta empresa se diseñaban en España, pero se producían en China.
Tras la llegada de competidores como Xiaomi y Huawei, esta empresa estuvo a punto de desaparecer para ser finalmente comprada por un grupo vietnamita. Esto abre un segundo debate: ¿una compañía deja de ser española cuando los dueños son extranjeros? ¿Solo importa dónde tenga la sede o dónde pague los impuestos?
“El consumidor está muy informado y tiene un gran poder sancionador sobre las empresas. Si una compañía le quiere convencer de que solo consuma productos españoles para favorecer a las empresas y luego descubre que no es cierto, se va a enfadar con esa marca”, afirma Soler.
La autarquía no sería posible actualmente en España, ya que no es un país autosuficiente. Por tanto, no se podrían cerrar las fronteras y consumir solo productos españoles. Y tomar decisiones políticas en esa dirección sería muy perjudicial para la economía española.
Las empresas españolas mantienen relaciones comerciales constantemente con compañías de otros países. España compra más de lo que vende en el exterior. Sirva como ejemplo lo que ocurrió en 2018, cuando las importaciones superaron a las exportaciones en 33.840 millones, según el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
Esta situación de déficit en el comercio exterior se repite año tras año, a pesar de que las ventas de empresas españolas en el extranjero se ha incrementado mucho en los últimos años:
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¿Qué vende España a otros países?
Coches y componentes, refinados de petróleo y productos de alimentación como verduras, hortalizas y legumbres, entre otros.
¿Qué compra España a otros países?
Principalmente, petróleo, que viene de Nigeria, México o Arabia Saudí y es el gran culpable de ese déficit. Pero también se adquieren medicamentos o manufacturas de consumo, es decir, ropa, calzado o juguetes.
Precisamente, las exportaciones fueron un salvavidas para muchas empresas españolas durante la crisis financiera iniciada en 2008, ya que encontraron una ventana en el comercio internacional ante la caída del consumo por parte de los españoles, debido a la gran tasa de desempleo y a la devaluación salarial.
Hay 500 empresas españolas que ganan más de 200 millones de euros al año con sus ventas al exterior, según un informe de la escuela de negocios Esade y el banco HSBC recogido por Business Insider. El 25% de grandes empresas del país acaparan el 74% de las exportaciones.
Estas son las 15 empresas que más exportan en España:
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Los socios comerciales más importantes son los países de la Unión Europea, ya que el club comunitario representa el 65,5% de las exportaciones de mercancías. España vende principalmente a Francia, Alemania, Italia, Portugal y Reino Unido.
Así han evolucionado las exportaciones españolas de bienes por países desde 2000 hasta 2018, según se puede ver en este gráfico del ICEX:
[Reino Unido aparece como miembro de la UE porque se hizo antes del Bréxit]
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Si España decidiera restringir las importaciones con medidas como una subida de los aranceles a productos extranjeros o una restricción de los contingentes (poner un límite más bajo), otros países tomarían decisiones similares contra los productos españoles que perjudicarían a las compañías españolas.
“Las consecuencias de este tipo de decisiones son muy negativas. El comercio es bueno porque cada país se especializa en lo que mejor hace, permite el aprovechamiento de las economías de escalas (a producción más elevada, costes más bajos) y aumenta la competencia. La estrategia de consumir solo productos españoles es equivalente a desaprovechar esos beneficios”, señala Eduardo Esteve, profesor del departamento de economía y empresa de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Estas restricciones serían contraproducentes para las compañías nacionales, ya que sus potenciales compradores serían menos. “Si se cerrasen las importaciones, las empresas españolas lo tendrían más fácil en el mercado interior, porque van a tener menos competencia, pero ese mercado se limita a 50 millones de personas. Y, en cambio, perderían la posibilidad de vender al exterior, que es un mercado más grande, porque los otros países tomarán medidas similares y no aceptarían productos españoles”, coincide Soler.
“Esta política es totalmente perniciosa. En todo caso puede ser beneficiosa en el corto plazo para los productores que lo plantean, pero a la larga es perjudical para ellos y también para la sociedad y el ciudadano”, afirma Esteve.
Los efectos de estas restricciones serían similares a los de una guerra comercial, como la que se ha vivido entre EEUU y China. “La guerra comercial ha sido siempre perniciosa para la economía. En la Gran Depresión de 1929 cada país fue a intentar salvar los muebles y aplicó una subida de aranceles. Eso hundió todavía más la economía mundial y se prolongó la recesión”, recuerda Esteve.
La llegada de compañías internacionales a España ha servido para que las empresas españolas se pongan las pilas e innoven, algo que desaparecería si se restringieran las importaciones. “Menos competencia significa menos competitividad. Al haber menos competidores, las empresas se relajan al no verse amenazadas. No se esfuerzan, la calidad se estanca, los precios suben...”, señala Soler.
Si hay algo que caracteriza a las empresas españolas que triunfan en el extranjero es que gozan de prestigio internacional, conseguido gracias a esa innovación y especialización. Muchos españoles cuando viajan como turistas se extrañan de que haya tiendas de Zara en las calles comerciales más exclusivas de las capitales, porque la ubicación se ha escogido estratégicamente.
Quizás el único ámbito en el que sí tendría sentido esa defensa de los productos españoles sería en el caso de que los productos frescos como la fruta, la carne o el pescado, desde un punto de vista económico y también medioambiental. “Obviamente podemos traer un tomate de la otra punta del mundo, pero no tiene sentido por toda la operativa que hay que tomar para transportarlo y conservarlo en buenas condiciones. No es sostenible”, apunta Soler.