El PP y su día de la marmota
La forma de Casado de desentenderse de la situación le ha granjeado críticas soterradas de gente del equipo de su predecesor. El fuego amigo causa mayor daño.
En el Partido Popular se despiertan todos los días con los ecos de la corrupción. Viven atrapados en un bucle político del que no consiguen desembarazarse, al igual que le ocurre Bill Murray en El día de la marmota. Para la primera fuerza política de la oposición, cada amanecer es tenebroso y viene acompañado de la publicación de nuevas fechorías que se incorporan al largo historial de asuntos turbios que adorna su trayectoria. El PP ostenta el poco honroso título de ser el único partido condenado por corrupción y persevera por superar este listón de la impudicia.
Esta semana se ha levantado el sumario de ‘caso Kitchen’ y hemos conocido con todo lujo de detalles los métodos mafiosos empleados por los populares para tapar su propia corrupción. La realidad supera siempre a la ficción: Francis Ford Coppola o Alberto Rodríguez tendrían aquí material suficiente para una película: uso de funcionarios públicos (mandos policiales) y dinero público (fondos reservados del Ministerio del Interior) para hacer desaparecer las pruebas que guardaba su ex tesorero Luis Bárcenas, entorpecer la acción judicial y evitar un castigo mayor para sus dirigentes y sus siglas.
El hedor a podredumbre es insoportable. Han usado las instituciones del Estado para tapar la corrupción del partido con el conocimiento, según se desprende de la amplia documentación judicial y policial, de las más altas instancias del Gobierno de entonces. La onda expansiva ya alcanza al secretario de Estado de Seguridad Francisco Martínez (figura ya como investigado), al ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz (su imputación está al caer) y a la ex número dos del PP y ex ministra de Defensa María Dolores de Cospedal. Incluso se señala al ex presidente Mariano Rajoy como conocedor de todo este entramado parapolicial en beneficio de su formación política. El ex secretario de Estado lo deja claro en sus declaraciones ante el juez: “Mi error fue ser leal a miserables como Jorge, Rajoy y Cospedal”. Se avizora tormenta.
El actual líder del partido, Pablo Casado, ha echado balones fuera (“Yo era diputado por Ávila”), lo mismo que hizo Rajoy cuando estalló la Gürtel (“Ese señor del que usted habla”). Pero ya tenía despacho y alto cargo en la calle Génova. Tampoco puede olvidar que sin el apoyo de Cospedal no habría derrotado a Soraya Sáenz de Santamaría y hoy no sería presidente del PP. Como sabe de la gravedad del escándalo, Casado se ha guarecido en su búnker a esperar que escampe y sin dar ningún tipo de explicaciones solventes. Lo tendrá difícil porque toda apunta a que el Congreso de los Diputados acogerá una comisión de investigación sobre este truculento asunto. Además, esa forma de desentenderse de la situación le ha granjeado críticas soterradas de gente del equipo de su predecesor. El fuego amigo causa mayor daño.
El horizonte judicial que le queda por delante al PP está repleto de nubarrones. Posiblemente sea una de las razones que expliquen su bloqueo a la renovación de órganos constitucionales como el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional, cuyos mandatos están ya caducados y donde en su momento, en virtud de su mayoría absoluta, propuso a la mayor parte de sus miembros. Ahora se niega al cambio que establece la Constitución por un interés puramente particular y se podría decir que autodefensivo.
Conocemos bien las tentaciones y los manejos del PP con la justicia. Fernández Díaz dijo aquello de que “esto la Fiscalía te lo afina, hacemos una gestión” o Ignacio Cosidó, ex portavoz del PP en el Senado, se vanaglorió de un acuerdo para renovar el CGPJ que les permitiría “controlar la Sala Segunda [del Supremo] desde detrás”. Usos y costumbres inquietantes de la derecha. Salta a la vista que quiere seguir ‘okupando’ las instituciones para interferir en asuntos tan fétidos como la ‘Kitchen’. En cualquier caso, en la casa del PP la basura llega hasta la cocina y se huele a distancia.