El PP y Ciudadanos digieren a Vox sin ningún dilema ético
La derecha asume a la extrema derecha en Andalucía sin complejos y obviando a Europa.
Días navideños, comidas copiosas, largas sobremesas... y difíciles digestiones. Pero, al contrario, no parece que haya sido muy complicado para PP y Ciudadanos contar con Vox para su pacto y lograr la Mesa del Parlamento y la Junta de Andalucía. Ni dilemas éticos ni voces internas que den la cara.
Vox aparecía con fuerza por primera vez en un Parlamento autonómico el pasado 2 de diciembre en Andalucía, con 12 escaños y 395.918 votos. España dejaba de ser esa rara avis -junto a Portugal- en la que la extrema derecha no se hacía visible en las instituciones. E irrumpía precisamente con fuerza en una comunidad marcada durante décadas por su carácter de izquierdas, una muralla que las derechas nunca había conseguido franquear.
Esa misma noche surgía una duda: ¿cómo iba a actuar el resto de partidos? Y, ¿supondría un dilema ético para las formaciones de derechas acercarse a los ultras y contar con sus votos? ¿Se podía contar con un partido racista y que quiere derogar la ley de violencia de género?
La respuesta esa misma noche se vislumbraba y apenas tres semanas después se ha confirmado: PP y Cs no tienen ningún problema ni complejo por contar con los votos de los verdes para gobernar. Los populares no lo disimularon desde el primer momento y el flamante y derechizado nuevo líder, Pablo Casado, proclamaba que estaría "encantado" con recibir los apoyos de Vox. Ahora les van a dar hasta un sitio en la Mesa del Parlamento.
Casado y Abascal no son tan lejanos
No es muy sorprendente tampoco, pues Casado y Santiago Abascal son amigos desde hace años y han estado conectados en los mismos círculos populares durante décadas -ese Partido Popular de Esperanza Aguirre y José María Aznar-. Y es que aunque muchos se empeñen en vender que los verdes son un partido nuevo, son más bien la escisión de un parte del PP irritada con la tecnocracia de Mariano Rajoy y a los que les gusta más la mano dura en temas como la inmigración o Cataluña.
A pesar del batacazo del PP en Andalucía -ha perdido siete escaños respecto a 2015-, va a conseguir lo que nunca antes: las llaves del Palacio de San Telmo y acabar con el "régimen" del PSOE que ha durado 36 años. La Ítaca de olivos de la derecha. A Casado, ese líder al que le gusta presumir de no tener complejos, no le ha supuesto ninguna duda moral. Eran sus primeras elecciones al frente de Génova, y es todo un triunfo ante los suyos. Y que callen sus recelos los 'sorayos' que quedan y que siempre han mirado más al centro. La derecha-derecha vuelve a estar derecha.
Pero en este acercamiento sin miramientos a la extrema derecha no se esperaba tanta facilidad de Ciudadanos. Los de Albert Rivera siempre han ido de 'macronianos', de europeístas convencidos, de esencias de ALDE y Guy Verhofstadt. Pero, al final, no les ha importado tanto esa cruzada de sus compañeros contra la extrema derecha de Le Pen y Salvini. Su obsesión: echar a Susana Díaz (a la que habían apoyado plácidamente hasta el pasado mes de septiembre). Y, encima, gobernar. Se acabó ya aquello de ser 'muletas' y lo avisaron en su pasado congreso: desde 2019 querían despachos.
Y lo que más ha sorprendido, precisamente, es que no haya salido ninguna voz en el partido naranja que haya planteado finalmente qué consecuencias puede tener para ellos recibir los votos de Vox. El único, Manuel Valls, que viene de la Francia azotada por la extrema derecha de Le Pen, pero no le han hecho mucho caso. Bastante que lo han rescatado de sus horas bajas para lanzarlo como candidato paneuropeo en Barcelona...
Durante días, Ciudadanos intentó de cara al público hacer ver que el PSOE podía abstenerse para evitar que Vox entrara en la ecuación, pero sabían perfectamente que eso era impensable teniendo en cuenta el carácter de Susana Díaz. ¿Quizá esperaban un movimiento más fuerte de Ferraz para llevarse por delante antes a la de Triana?
La operación de Ciudadanos en los últimos días ha sido blanquear el acuerdo con el apoyo de Vox. Por eso, ese empeño de última hora de que Adelante Andalucía tenga un asiento en la Mesa y poder decir que todos los partidos están representados. La idea de más invitados en la cena para diluir a los protagonistas. Si están todos, pues más barullo. Un empeño con los de Teresa Rodríguez que, por cierto, choca con lo que decía en una entrevista con El HuffPost Juan Marín: "Con Podemos no voy ni a coger billetes de 500 euros". El denominado 'clan de la Manzanilla' ya huele el poder. Pero, al final, Podemos ha decidido no entrar en el juego de Cs y rechazar la oferta.
Cafe de derechas para todos
De hecho, durante los últimos días parecía que podía ser más Vox el que frustrara el acuerdo amarrado entre PP y Ciudadanos. Santiago Abascal ha torpedeado contra Rivera en entrevistas y tuits, pero, en el fondo, sabía que esto eran como las lentejas: o las tomas o las dejas. Si algo quieren sus votantes, es acabar con el PSOE andaluz. Además, se han encontrado con que, al final, van a lograr un sitio en la Mesa del Parlamento. Ya no solo representación, sino que uno de los suyos estará en el órgano más alto del Hospital de las Cinco Llagas. En su programa hablaban de eliminar las autonomías, y a partir de este jueves estarán sentados en uno de los puestos más altos de la asamblea. Cuidado que no se acostumbren a las mullidas sillas regionales. Ah, bueno, Abascal las conoce muy bien desde su época en el Parlamento Vasco.
Además, a lo largo de estos días, el criticado compadreo político que ellos mismos han criticado ha trascendido. Juanma Moreno se iba a tomar café con el líder de Vox Andalucía, Francisco Serrano, en un hotel de Sevilla. Cs se indignaba y decía que no conocía la reunión, pero Marín ahora ha revelado que tuvo una conversación también con el juez para trasladarle que no quería excluir a ningún partido de la Mesa. Hasta el propio 'número dos' del PP nacional, Teodoro García Egea, se ha reunido con el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, durante una hora y media para explicarle el pacto con los naranjas. Todos los cabos atados.
Y a todo esto no ha ayudado precisamente la actitud de Díaz, que se quiso presentar la noche del 2D como la salvadora de la democracia española frente a la extrema derecha. La presidenta en funciones sigue dentro de su relato de que ganó las elecciones, de que es la más votada, de que tiene que seguir en la Junta... cuando hasta los suyos ven la realidad de que se acabó el poder, de que las otras fuerzas priman echar al PSOE decadente tras 36 años en la Junta. Ferraz frenó la operación de derribo, pero todo cambiará a partir de mañana y de la investidura en enero. Fuera de San Telmo, hace mucho frío.
El PP ya no se ve como el partido "apestado"
La derecha sale envalentonada de esta negociación y consciente de que esto va mucho más allá de Despeñaperros. En Génova brindan, además, estos días porque como dicen fuentes del PP ya no son el "partido apestado". Otras fuerzas se abren ya a pactar con ellos, no hay cordón sanitario.
¡Quién lo diría! A partir de que este jueves arranque el Parlamento, Andalucía se va a convertir en el maxi laboratorio de la nueva derecha que se ha instaurado en España con el triunvirato de Casado, Rivera y Abascal. Una derecha que ha aprendido de Trump y Bolsonaro y que dice no tener complejos. Una derecha que vuelve a salivar pensando en La Moncloa. Y que tiene en el sur ahora su escaparate. Como confesaba estos días navideños en la intimidad una persona con alto mando en Génova: "No hay mejor precampaña para las generales que tener la Junta de Andalucía".
Atracón navideño. Y el PP y Ciudadanos no necesitan omeprazol para digerir la extrema derecha.