El populismo, ¿un fenómeno de caducidad preferente?
La reciente derrota de Bolsonaro, el hundimiento de Boris Johnson y el anuncio de vuelta de Trump tras su caída reabren un debate nunca cerrado del todo. Sus líderes llegan al poder, pero no consiguen retenerlo.
¿Es el sistema o son sus líderes? La primera gran pregunta que sale a escena. El reciente batacazo de Jair Bolsonaro en Brasil, superado por el expresidente y expreso Lula da Silva, y el hundimiento aún presente de Boris Johnson pese a una mayoría histórica han reabierto el debate de la viabilidad en el poder de las figuras consideradas populistas. Y por si faltaban argumentos, regresa revestido de mesías salvador de EEUU Donald Trump tras el deshonor de ser derrotado por Biden en las presidenciales de 2020.
Llegar, vistas sus experiencias recientes parece fácil; mantenerse, no tanto. ¿Qué falla aquí? “Pongamos un 70/30 hacia el lado de los políticos”, responde con una sonrisa Moisés Ruiz, experto en Liderazgo y Comunicación, y profesor en la Universidad Europea de Madrid, achacando el fracaso más a las torpezas y escaso bagaje intelectual de sus representantes que al propio sistema.
Los datos aclaran que el populismo no está acabado, ni mucho menos. Incluso los políticos derrotados lo han hecho con altísimos resultados. Trump, de hecho, pese a negar sin pruebas la legalidad del proceso, logró el segundo mejor resultado de un candidato en la historia pese a perder contra Biden y ahora Bolsonaro ha perdido con un 49,1% de los votos en segunda vuelta. “Lo que se revela, una vez tras otra, es que sus líderes son incapaces de retener el poder cuando les toca gestionar”, apunta por su parte el profesor Lluis Pastor de la Univesitat Oberta de Catalunya.
“Es un estilo, el populista, que funciona muy bien en la oposición. Haces política diciendo, no tienes que hacer nada. Así te permites promesas de redención, tipico de sus líderes, que habla de un pueblo no representado por las élites. Un simplismo maniqueo de buenos y malos que, electoral y socialmente, funciona”, reflexiona a su vez Emilio Rico. Pero con un problema, su golpe de realidad cuando se toca poder.
Entonces, dos opciones. “O dejas de ser populista y decepcionas a una parte del electorado al asumir que las cosas no son tan sencillas como decía o si sigues ejerciendo el populismo desde el poder generas una polarización muy radical”, prosigue el profesor Rico. “Es un a favor o en contra de mí. Y este es uno de los problemas más grandes del populismo en las democracias liberales, que obligan a tomar un bando si mantienen ese discurso maniqueo”.
Una mezcla de ambos factores mueve al castigo electoral que se está viendo en los últimos meses y años o directamente a la incapacidad de gestionar una mayoría histórica, como ocurrió con Johnson. “Los votantes se enganchan a una figura, a un personaje, que luego demuestra no valer o no saber aguantar la presión”, defiende Lluis Pastor. Y, complementa Moisés Ruiz, “esta incapacidad genera comportamientos desafectivos más hacia el personaje que hacia el movimiento.
“El populismo debe ser defendido por líderes con solidez intelectual y política, porque en cuanto el ciudadano detecta que hay un vacío ideológico tras el personaje le abandona. El populismo se sustenta en la demagogia y en la exageración de la expectativa. Y como es muy difícil cumplir lo que proponen, si no hay un líder masivo, el electorado despierta y se va”, sostiene el profesor de la Universidad Europea
“Esto puede pesar, pero, de momento, las urnas siguen dándole peso al populismo, especialmente en aquellos países donde las estructuras políticas tradicionales se ven debilitadas”, retoma Pastor. Es el caso, reciente, de Italia, donde la ultraderechista Giorgia Meloni ha hecho historia al convertirse en la primera mujer al cargo del gobierno. ¿Aguantará Meloni en un panorama tan inestable como el italiano? Aún es pronto, exponen los expertos consultados, si bien dejan caer que de momento a la ultraderechista, que está haciendo por moderar algo su verbo y sus formas, se le atribuyen cualidades que no se veían en otros de su cuerda. Y por ello, Ruiz descarta que esa supuesta moderación se empiece a ver ahora en “Bolsonaro, Trump u otros. No es posible porque su electorado busca eso”.
En el momento que se escriben estas líneas, Donald Trump anuncia su esperado/temido intento de recuperar la Casa Blanca en las presidenciales de 2024. Lo que no está tan claro es cómo le acoge un Partido Republicano con grietas en su trumpismo tras la pírrica victoria en las legislativas de la pasada semana.
Es el (intento de) retorno del líder caído, algo que también buscó Johnson tras el fracaso de su sucesora Liz Truss y que no sorprende a los especialistas. Tampoco descartan otros. Por ejemplo, Moisés Ruiz incluye a “Pablo Iglesias”, al que define como “populista”, y del que asegura que “ya empiezan a vérsele señales de que pueda volver”.
“En el contexto de una sociedad tan polarizada como la actual se favorece las opciones de figuras tan extremas como Trump”, justifica Emilio Rico. En su análisis, el profesor deja caer, pese a todo, que es “imposible saber cómo puede actuar” alguien como el magnate. Pero sí acierta a ver cómo “hay muchos factores de tipo sociológico que ayudan a candidatos que ayer serían vistos como extremos y por tanto poco apoyados, hoy sean vistos como populares”,
“Pasa en EEUU, pero no solo allí, que las elecciones se ganaban por el centro, con la figura del median voter, y ahora se apuesta por una política de bloques enfrentados”.
Y, según apuntan las voces consultadas, seguirá pasando. El mundo tiene populismo para rato.