El plan del gobierno tras el 1-0: comprar con dinero el sentimiento catalán
Última sesión de control antes del referéndum del próximo domingo en Cataluña. Quizá la última mañana en la que se podía dialogar "antes de la intervención de policías y jueces", recordaba con tristeza Xavier Domènech, el historiador y portavoz de En Comú Podem.
La tristeza y la preocupación son los sentimientos que reinan entre el grueso de sus señorías, con una cierta aceptación del fatalismo y la atención puesta en los días y los meses posteriores al 1-O. Todo aderezado con las bobaditas de cada jornada. Que si la respuesta de Rufián a la prensa cuando lo interrogan :"Mordor, Mordor" espetaba a los periodistas, mientras el Harry Potter que lucía en su camiseta no salía de su asombro. Mordor (el lugar donde reina el malo de El señor de los Anillos) frente a Voldemort, el malo de la serie de Harry Potter.
Por el momento, la atmósfera grisácea se atenúa cuando surge algún destello, aunque por poco tiempo. Los de Rajoy tienen un plan y ese podría ser una lucecita en el camino: pretenden comprar esos sentimientos a base de chequera. Euro tras euro encima de la mesa. Pero ¿se pueden reconducir o dar marcha atrás en las emociones de los independentistas a base de millones de euros?
En Moncloa creen que los independentistas rebajarán sus pretensiones a cambio de dinero. Así ha sido hasta ahora, argumentan. "Es el momento de negociar la financiación. Hay que reconocer que se les ha ninguneado cuando su aportación es importante". Este es el mantra que se repite off the record en las filas del PP. Que ahora hay dinero y que a Artur Mas se le negó cuando lo pidió en mitad de la crisis porque "estaba el cajón vacío". También se asume ahora con naturalidad lo que el partido de Gobierno ha negado siempre: "Tienen razón en que no se les ha tratado bien ni se les ha tenido en cuenta dado el peso que tienen en el conjunto del país. Rajoy no quiere pasar a la historia como el presidente con el que se fracturó España", aduce un diputado próximo a Rajoy.
El vicesecretario Javier Maroto lo expresa claramente. Pone de ejemplo su tierra, el País Vasco, para demostrar que hay vías de solución. Resuenan en la memoria los miles de millones con que se ha pactado el apoyo del PNV al Presupuesto. "La sociedad catalana está dividida en tres partes, un 30% es independentista visceral (la CUP es la que más lo representa), estos no quieren ni hablar. Un 50% es anti-independentista, y esos están con nosotros. Queda el 20% de independentistas recientes que tienen resentimiento por la financiación y a esos es posible recuperarlos. Nuestro objetivo es devolver el independentismo a su 30%, y recuperar ese 20% de nuevos independentistas que son más pragmáticos y a los que podemos hacer una terapia con mimo, más financiación y mejor fiscalidad, para que se unan a nosotros".
A Maroto le lleva la contraria uno de los protagonistas de la refriega, Carles Campuzano, portavoz del PDeCat: "A estas alturas de la política esto tiene poco que ver con la financiación autonómica. Estamos en otra dimensión. Se trata de la aceptación de Cataluña como sujeto político".
Fuera del hemiciclo, en el patio, en los pasillos o en las escaleras, el 'catalaneo' –como se dice en los corrillos- todo lo llena. El más solido apoyo de las actuaciones del Gobierno, Albert Rivera, es consciente de que "Rajoy quiere negociar la financiación, aunque plantear algo como el cupo vasco es inviable. Cataluña representa el 19% del PIB mientras que el País Vasco es el 6,1% del total. Primero hay que convocar elecciones y luego sentarse a hablar porque ahora mismo no existe un interlocutor válido".
Mikel Legarda, portavoz del PNV, un partido al que se le está exigiendo mediación en el conflicto y que ha obligado a Rajoy a alargar los Presupuestos, cree que con más financiación "solo es posible recuperar a una parte. Los sentimientos de los catalanes se reconducen reconociendo el daño mutuo que se ha infligido. El derecho dice una cosa pero la realidad es otra, la realidad tiene que ver con los sentimientos. En Euskadi, las emociones, hasta en los peores momentos, han estado menos tocadas por el Gobierno central. Nos miran como los que levantamos piedras pero no somos mala gente. Con Cataluña se ha roto algo más".
No solamente se ha roto en Cataluña, en el resto de España hablar del independentismo también genera tensión porque va a exigir tomar posiciones más claras. "En estos momentos, el escenario que más me preocupa es el de una declaración unilateral de independencia", comenta el portavoz de IU, Alberto Garzón, preocupado porque no es solo una cuestión de dinero, también es de actitud: "Carles Campuzano y Marta Pascal pueden hablar de pronunciamiento porque tienen una carrera por delante, pero Mas o Puigdemont, que están de salida, pueden apostar por la declaración unilateral de independencia. Lo que pase con los sentimientos después del 1-O depende de lo que decida lo que yo llamo el bloque reaccionario –PP y Ciudadanos. Si la ley y la Constitución siguen siendo intocables para ellos, seguiremos en una dinámica como esta. Si abren la puerta a la política, abrirán la posibilidad de embridar los sentimientos del independentismo".