El 'pin' el pan y el pun del PP
El Partido Popular, que como enterrador es un desastre, ha vuelto a resucitar a sus zombis particulares...
El Partido Popular, que como enterrador es un desastre, ha vuelto a resucitar a sus zombis particulares: ETA, que por lo visto no se rindió y dejó de matar; la manipulación de la justicia, naturalmente por el PSOE; el adoctrinamiento socialista en la escuela pública; las amistades peligrosas con el pujolismo y el catalanismo separatista…. Y, convertido Pablo Casado en el ‘hombre del tiempo’, anuncia fuertes temporales de viento y lluvia, con ríos desbordados y cultivos anegados y mar crecida que pueden hacer naufragar en esas procelosas aguas de la economía y el bloquismo nacional al mejor trasatlántico.
‘Premoniciones y derribos populares’ está ahora emperrada con la defensa del llamado ‘pin parental’ ideado por Vox para evitar el ‘adoctrinamiento’ de niños y jóvenes en las escuelas públicas o concertadas, que podrían tener como actividades complementarias charlas y talleres para promover la igualdad de sexos, la comprensión hacia los diferentes, y hasta las razones de la inmigración.
La derecha, del uno al otro confín, y sea cual sea el tono del azul, ha declarado la guerra a esta ‘apropiación’ de los alumnos por el estado ‘totalitario’.
No es ninguna novedad mundial: en EEUU hay escuelas que enseñan el principio de todo, o sea, el Big Bang del universo, la formación de la Tierra, de la vida, según la Biblia, incluyendo la exclusión de la evolución de las especies darwiniana. A esto de momento no ha llegado el PP, pero antes de sacar conclusiones definitivas hay que darle tiempo… porque todo lo que puede empeorar, empeora, según Murphy.
Probablemente en algunos casos aislados es razonable que los padres puedan inquietarse por las estupideces de algún tarado o tarada mental convertidos en fanáticos talibanes del feminismo radical, del animalismo, el veganismo y otros ismos que están sustituyendo a las religiones al uso, incorporando al inventario el negacionismo climático.
A la derecha neoliberal, y hasta iliberal –es una mala señal que el PP se alinee en el Parlamento Europeo con los integristas y carcas húngaros y polacos, que tienen serios problemas de descongelación democrática– que sustituyó a la humanista democracia cristiana, hacedora, con la socialdemocracia, del Estado de bienestar, le va la fe más que la ciencia; el cuento más que el relato.
Pero, como dice un viejo aforismo jurídico, ‘la causa de la causa del mal causado’ la tienen los propios populares por su negativa a aceptar la configuración de una asignatura, sustitutiva de la religión, o complementaria, que iba a llamarse Educación para la ciudadanía. En vez de ir por este camino, común en la Unión Europea… entre la doctrina constitucional y la doctrina religiosa optaron por la segunda. En vez de la inmersión en los valores democráticos universales y europeos, y en la Constitución Española, así como en los nuevos fenómenos de la sociedad de la información, el cambio climático y las migraciones masivas, se optó por el mundo de la ilusión, la mitología y, en fin, por las narraciones de pastores de hace más de dos mil años.
Tienen a mayores un tic peligroso: se llama clericalitis. La influencia política de la Iglesia, no de la del papa Francisco, sino todavía la de Trento, por lo menos, es insólita en la Europa contemporánea… caso polaco aparte. Los que se suman a las celebraciones del centenario de la muerte de Pérez Galdós ni han leído Electra ni tienen ni idea del anticlericalismo del escritor canario, y de sus razones. Una parte de la ferocidad de la guerra civil lo fue por su faceta de ‘guerra de religión’, incubada desde mucho antes pero convertida en barriles de pólvora durante los reinados de Isabel II, Alfonso XII y Alfonso XIII, cuando la Iglesia acentuó su toma de partido más por los ricos y los oropeles de los palacios que por los pobres y por unos súbditos que ya en el otro lado de los Pirineos habían obtenido la condición de ciudadanos y la separación de Iglesia y Estado.
Desde el consenso constitucional, la derecha ha mantenido dos discursos antagónicos, pero paralelos. Una perfecta bipolaridad. Se opusieron al Título VIII, las autonomías, pero bien que las aprovecharon. Don Manuel como presidente de la Xunta de Galicia incluso le comió terreno al BNG; tomaba posesión con banda de honores de gaiteiros.
Otra escaramuza, que recuerda a las viejas mañas en el oficio, son los aspavientos por la pérdida de independencia de la Justicia tras el nombramiento de una exministra de Sánchez, Dolores Delgado, como fiscal general. Cómo se olvida la historia cercana. Qué alzheimer tan extraño que afecta a los yerros de los demás pero no a los propios.
Claro que la inmortalidad de San Google bendito recuerda como en noviembre de 2018 el portavoz del PP en el Senado defendía el acuerdo con el PSOE para la renovación del CGPJ vía wassap: “Ha sido una jugada estupenda”, “vamos a controlar la Sala Segunda desde detrás”. Como eso afectaba al juez Marchena, presidente in pectore por consenso, pues el magistrado canario pegó el portazo muy dignamente. Ignacio Cosidó, exdirector de la Policía cuando lo del espionaje ‘patriótico’, le estaba llamando pelele y cachanchán.
Los infumables tratos del sanchismo con ERC o con Bildu para la investidura son para los populares la gran y única traición en la escenografía de la consuetudinaria tragedia nacional. Con los consiguientes olvidos: hasta ahora, el único político español que llamó a ETA ‘Movimiento de Liberación Nacional’ fue Aznar, el duro, el patriota, cuando entabló a través de tres de sus hombres de confianza contactos con la banda terrorista en Zúrich. 1999: “Por la paz y sus derechos no nos cerramos a la esperanza, al perdón ni a la generosidad”. Acercó, antes del diálogo, a 135 etarras a cárceles de Euskadi. Lo que en Aznar era visión de estadista en los socialistas era y es vileza y felonía.
También hay coros plañideros con las ‘cesiones’ al nacionalismo catalán. Y es verdad que hay cosas que se pueden considerar irresponsables, insensatas, incompatibles con la defensa del Estado constitucional y con la doctrina del TS y TC… y en todo caso favorables al esperpento de las alucinaciones soberanistas construidas sobre falsedades y manipulación de los sentimientos en una sofisticada fábrica de victimismos. Pero no debe olvidar el PP el ‘pacto del Majestic’ con CiU.
La investidura de Aznar tras las generales de 1996 es la historia de una rendición incondicional que fortaleció el enraizamiento del separatismo. 28 de abril. Aznar acepta quitar a Vidal Quadras, el ‘protovox’, como líder en Cataluña; se sustituyen los gobernadores civiles por subdelegados del Gobierno; se reforma la financiación autonómica cediendo el Estado el 33% del IRPF, el 35% del IVA y el 40% de los IE; se acepta la retirada de la Guardia Civil de Tráfico, etc. para “fortalecer la vertebración social, territorial e institucional de España”.
La realidad es que a base de cesiones de los unos y los otros a los nacionalismos excluyentes, la vertebración de España está quedando a cargo de Mercadona, El Corte Inglés, Inditex, Amazon y los juegos online…mayormente.
Así son las cosas porque así sucedieron, pero la fe del carbonero y la convicción de que la religión de cada uno es la única verdadera y muerte al infiel hace que se trastoquen los hechos verdaderamente ocurridos. La culpa de la crisis económica se le adjudica a ‘ZP’, y cuando se demuestra que fue mundial se cambia la oración por pasiva: es que no la vio venir. Nadie, ni los bancos, reaccionó a tiempo.
Pero… años antes, cuando Aznar presumía de que España estaba construyendo más viviendas que media Europa junta, diputados socialistas avisaron en el Congreso de que se estaba incubando una peligrosa burbuja, la que al final estalló. Zapatero fue, y sigue siendo, como los patitos de tiro al blanco en las ferias de pueblo, aunque asimismo parezca que le falta un hervor.
En octubre de 2003, Montoro negaba terminantemente que hubiera tal burbujeo. “Es una especulación de la oposición”. Sus palabras no las recuerda el PP porque aceptarlas significaría que no siempre es el PP quien soluciona las crisis, sino también quien puede provocarlas o agravarlas con su manía del ‘sostenella y no enmendalla’.
Teniendo a los obispos de su parte y a los palmeros de la ‘suciedad’ de la información convirtiendo el agua en vino, la vox populi está predestinada.
¿Amén…o quo vadis?