El parto, ese viaje alucinante
La OMS ha dado un toque de atención por la alta tasa de cesáreas en España.
Tras la celebración del 8 de marzo de este año tan especial, quiero recordar uno de los trabajos propios de mujer que más vulnerado ha sido en lo que llamamos mundo desarrollado, el trabajo de parto.
Nacimiento, ese momento mágico de travesía donde el camino ya está trazado desde antes de conocerlo siquiera. La ruta grabada en nuestra memoria ancestral, nos permite dar la señal cuando todo está listo para empezar ese maratón donde se entremezclan dolor, ganas, ilusión y agotamiento, y deseas llegar cuanto antes a la meta donde la luz tiene otro tono y te espera el calor de una piel con la que soñaste mientras flotabas en su interior.
Desde que habitamos la tierra, el ritual se sigue repitiendo en cada lugar, en cada segundo y aunque la naturaleza parece tenerlo todo preparado, a veces, el destino tiene imprevistos. En el Amazonas, en cuclillas, en medio de la cosecha o un parto programado que acaba en cesárea.
A veces hay que coger la tangente porque hay obstáculos que impiden la trayectoria ideal, y no pasa nada. El problema es cuando hay demasiadas “a veces” porque le quitamos la magia al momento sin justificación alguna.
Tengo el placer de conocer a grandes profesionales que han elegido estar pisando la tierra, en lugar de sobrevolar las nubes con el globo del ego. Por ello quizás, cada día me sorprende más cuando veo a otros atacando una práctica que en otros países es habitual.
El parto en casa en embarazos que no sean de riesgo ni situaciones complicadas, una práctica habitual, realizada desde la más absoluta normalidad en Países Bajos o Reino Unido, es aquí tachado de irresponsabilidad por quienes desde la orilla tecnocrática han rasurado, aplicado enemas o cortado cuando no era necesario o, que olvidaron como hacer un parto de nalgas o uno gemelar porque directamente fueron a la vía rápida.
La meta es sacar al bebé cuándo y cómo al profesional le venga mejor, de ahí el vergonzoso índice en España de partos instrumentalizados o de cesáreas programadas que durante los últimos años hemos sufrido y por el que la OMS ya nos ha dado el toque de atención.
Me resulta increíble que se haya tenido que inventar lo del parto humanizado o la reivindicación de “El parto es nuestro”, sinceramente creo que se nos ha ido de las manos.
No queremos riesgos, pero en cambio arriesgamos cada día comiendo basura, dándole al acelerador o consumiendo tóxicos que nos van matando. Cuando los ”¿y si...?” te invaden en un momento de vulnerabilidad, se convierten en la kriptonita capaz de anular tu superpoder y tu oxitocina se pliega ante las órdenes de una adrenalina que frena a tu tren descarrilándolo.
Cuando la evidencia se desnaturaliza, se pierde la magia de un momento irrepetible. Aún así, ante un embarazo complicado o un parto previsiblemente de riesgo, no seré yo quien invite a esa mujer a quedarse a parir en casa, para eso tenemos los hospitales.
Doy por hecho que esta reflexión no será del agrado de todo el mundo y quizás, haya quien saque conclusiones equivocadas sobre mí. Soy médica y decidí que mis viajes no serían como los que yo había visto durante la residencia. Algo no me cuadraba, así que opté las dos veces por un hospital a más de una hora de mi casa porque me ofrecía lo que otros no pensaba que fueran a darme.
Para finalizar, quiero expresar mi más profunda admiración a todas las mujeres valientes que confiaron —confían— en sí mismas y a quienes han dedicado —dedican— sus vidas a acompañarnos durante este viaje: ginecólogas/os, parteras, matronas y no quiero olvidarme de las doulas, esas hadas maravillosas a las que solo les faltan las alas.