El padre Ángel: "Este país necesita savia nueva, aunque sea roja"
El sacerdote presenta junto a Lucía López el libro 'La humildad y la rebeldía', en el que se analiza su vida y obra.
"Aquí, en una simple taza de café encuentras el cielo". El padre Ángel (Mieres, Asturias; 1937) habla con la voz tranquila de quienes tienen la conciencia limpia. Aunque, en realidad, es un puro nervio. Sujeta inquieto unas llaves en las manos y corre para llegar a todos los actos que le marca una agenda repleta.
Recibe a ElHuffPost en su base de operaciones: la iglesia de San Antón, en el centro de Madrid. En unas sillas descansan varios sintecho. Allí todos son bienvenidos. Sea la hora que sea. El padre Ángel, fundador de la ONG Mensajeros por la Paz, abre el edificio las 24 horas y allí todo el mundo puede desayunar, comer algo, beber un café, descansar, ir al baño y conectarse a internet gracias a una wifi abierta. Una iglesia disponible permanentemente para los necesitados.
También se puede charlar en unas mesas camillas instaladas en los laterales de la iglesia. Son como aquellas que tenían todas las abuelas en los pueblos. Y allí se sienta el cura junto a Lucía López, responsable de prensa de Mensajeros por la Paz y autora de Padre Ángel, la humildad y la rebeldía, un libro en el que narra cómo nació y creció la obra del sacerdote asturiano.
Lucía, dijiste en la presentación del libro que el padre Ángel "es capaz de encontrar planetas con vida en cualquier parte". ¿Cómo lo hace?
Lucía López: Ya me gustaría saberlo. Cuando tu día a día está en contacto con su actividad te das cuenta de que es una persona con un ritmo frenético, un poco genio en el sentido de que saca ideas de cualquier sitio y también soluciones. Por eso digo que encuentra vida y que da esperanza a personas que llegan destrozadas cuando se encuentran con él.
Hablas del día a día. ¿Cómo es trabajar con él?
Una oportunidad. El padre Ángel te da acceso a personas que tienen un testimonio de haber sufrido mucho, que sufren porque no tienen techo, cariño ni comida. Entonces te das cuenta de que a ti no te falta de nada y que también por eso eres responsable de ayudarles a ellos.
A muchos les sorprende, otros incluso lo critican, que el padre Ángel ayude mucho a los necesitados pero que, al mismo tiempo, tenga mucho trato con los poderosos: políticos, grandes empresarios...
L.L: Él dice que el dinero no nos hace mal, sino que nos da oportunidades para ayudar a los demás. Que si él estuviera enfadado con los ricos porque tienen dinero, no podría haber ayudado con ese dinero y ese compromiso a todas las personas en situación de pobreza a las que él ayuda.
Padre Ángel: A veces pasas de tomarte un café en una mesa con mantel y cucharas casi de plata a ir a otro lugar en el que te lo tomas en un vaso de plástico. Y uno se rebela contra eso y uno dice: 'Vamos a intentar que estos algún día puedan tomar café también en una vajilla'. El papa Francisco lo tiene muy claro: todos somos hijos de Dios, los que tienen y los que no tienen nada. Y yo me quedo con eso. Al final, los poderosos, el Trump por ejemplo, tiene corazón, tiene unas manos, unos pies y hasta un detalle, que hasta bajando del avión intenta ayudar a la mujer en las escaleras. Yo lo veo así. Los demás lo vieron como que era un machista. Depende de cómo lo mires. Pero es verdad que los ricos también tienen un corazón y lo que a veces hay que hacer es descubrirlo o que ellos lo descubran. No hay ser humano en la Tierra, ni un Carlos Slim ni un Amancio Ortega, que no sea capaz de decir 'algo tengo que hacer' si va a la Cañada Real. Es imposible que no te conmueva.
Pero es que a veces es muy difícil ver la parte buena de alguna gente. Hablaba ahora mismo de Trump...
P.Á: Es muy difícil ver la parte mala de algunas personas. Pero hay que reconocer que hay gente, sobre todo la poderosa -desde la cúpula eclesial o de los políticos o de los empresarios- que se creen dueños y amos de lo que hay a su alrededor. Y algunos que se creen el amo de los que trabajan con ellos. Y hay que decírselo. Por ejemplo, alguien como Trump, que lo primero que oyes de su boca es que refugiados no, inmigrantes no, las vallas cuanto más altas mejor. Alguien dijo que esto no era ni cristiano. Es lo que te sale del corazón y hay que decírselo. Y le molestará, pero a mí me molesta cuando lo dice él. Lo que hay que hacer es dialogar. Y estoy convencido de que si consigo hablar con Trump estaremos de acuerdo en algo.
En el libro se habla de la rebeldía del padre Ángel. ¿Qué actos de rebeldía diaria se ven en él?
L.L: Él es un rebelde porque dice que la rebeldía es no quedarse parado ante lo que pasa. Por eso él hace denuncia. Es una rebeldía humilde porque no denuncia para hacer daño, sino para intentar construir algo mejor. También le consideramos rebelde porque tendemos a juzgarle en el plano religioso, en lugar del civil. No pensamos en él como ciudadano, sino como cura. Y consideramos a los curas mucho más sumisos que rebeldes. Con lo cual, que él haya sido cura pero no se haya dedicado solo a la liturgia, sino que haya aceptado que los problemas sociales le interpelen, pues parece que es una rebeldía. Y es un rebelde en contra de esos católicos al uso que siguen la doctrina, que se creen muy católicos por eso, pero que luego no son capaces de mirar al que está tirado en la calle.
¿Y de esos católicos hay muchos?
P.Á: Sí. Hay muchos bautizados pero hay pocos catequizados. Bautizar es echar agua. Pero ser cristiano de verdad es ser consecuente con la doctrina de Cristo de compartir. Es verdad que un 80 o un 90% de los españoles son católicos de nombre. Practicantes son el 30 o el 40%. Y de los de verdad sólo son unos pocos. Pero, siendo verdad eso, hay un montón de personas, sobre todo en las misiones, que dan el do de pecho y compensan a los que no lo damos. Yo he conocido a hombres y mujeres, religiosos y no religiosos, que han perdido la vida y la salud por estar en misiones con los demás. Eso es el cristianismo de verdad. Y para eso tampoco hay que estar bautizado. A veces creemos que sólo los bautizados somos los que hacemos el bien y tenemos caridad. O los que son de derechas o de izquierdas. Y el patrimonio de hacer el bien no es de los blancos ni de los rojos. Es de todos. Lo que pasa es que hay algunos que llevan la bandera y creen que por ser curas o monjas ya hacemos el bien.
¿Por qué sorprende ver a un cura como usted?
Yo creo que soy un cura normal, con sentido común. Los demás también lo son. Cristo era normal. Y por ser normal lo mataron. Hay un montón de misioneros y de hombres en la sociedad a los que apartan por ser normales, por ser honrados, por decir las verdades. Yo no me considero anormal. Más bien un tío con sentido común.
Casi todos los años hay alguna petición para que le nominen o le den el Nobel de la Paz. ¿Cómo lo ve?
Como un acción de cariño, de que la gente te quiere. No hace falta creérselo ni pensar que eso sea posible. Pero si lo hicieran, el Premio Nobel no se lo dan a una persona. Tampoco lo fue cuando nos dieron el Príncipe de Asturias. Es en nombre de un montón de ONG. Si algún día nos dieran el Nobel de la Paz no sería a mí, aunque pusieran nombre y apellidos, sino al fruto de esta sociedad: las ONG, la gente que trabaja, son merecedores de que se les quiera y aplaudan. Yo me sonrío. Es como si me dicen: algún día vas a poder ser obispo. Pues vale. Pero ni me lo creo ni creo que sea posible ni que haya unos méritos personales para eso. ¿Méritos para las ONG? Pues sí, pero tampoco lo necesitan ni necesitamos esos premios para poder enarbolar una bandera.
¿Tiene usted enemigos?
¡Sí! Aunque, en honor a la verdad, no muchos. Pero los que tengo son de los míos, de los que están a mi alrededor o de mi propia ideología. A veces creen que me excedo, que me paso, que hay que estar más callado. Pues no. El papa Francisco dice que vale más hacer cosas y pedir perdón que andar pidiendo permiso cada vez que haces algo. Y algunos de los míos lo que quieren es que pida permiso para no dármelo. Que pida permiso para bautizar a los hijos de gays o de papás que no estén casados... Yo no voy a pedir permiso para rezar o bendecir. Pido permiso para casar, para sacramentos que se necesitan de verdad las leyes. ¿Pero pedir yo permiso para bendecir a alguien? Eso no me lo van a quitar a mí. Ni a ti. No hay nadie que te pueda prohibir bendecir.
Cuando habla de los suyos, ¿se refiere a las cúpulas eclesiásticas o gente de más abajo?
Hablo de obispos, de curas, de feligreses. Aquí ha venido mucha gente, no digo a insultarme, pero sí a enfadarse conmigo y a decir que por qué entran animales en la iglesia, que por qué están sentados ahí medio dormidos los pobres porque no tienen dónde sentarse, y que hay que respetar a Cristo. Algunos, cuando les dan la mano, corren a lavarse porque tienen miedo a poder contagiarse de algo. Yo, al contrario.
¿Ha notado cambio desde que se fue Rouco Varela y llegó el cardenal Osoro?
Sí, pero yo con Rouco Varela vivía bien también. Él nunca me dijo a mí directamente nada, pero sabía que no le gustaba que, por ejemplo, hiciera misas por internet, que las hice durante dos años. También intentamos abrir una iglesia 24 horas y me duró dos meses porque no estaba bien visto eso e hicieron todo lo posible entre algunos para que me la cerraran. Luego tuve la oportunidad de seguir soñando y cuando llegó este nuevo cardenal, que para mí era un referente, pudimos tener esta iglesia. Pero incluso aquí algunos se quejaban porque no estaban de acuerdo con que rezaramos por algunos.
¿Y el papa Francisco qué ha cambiado?
Todo. Ha dado testimonio de que la Iglesia que quiere y en la que hay que creer es la de los pobres. Y la primera frase que dijo: '¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y de los pobres!'. Yo estaba allí y miraba a otros que estaban conmigo y casi nos teníamos que pellizcar para creer que aquello lo estaba diciendo un papa. Esto que tenemos no sé si sería posible con otro papa y con otro obispo que Francisco y Osoro. Claro que cambian las cosas. Igual que no es lo mismo que sea presidente Felipe, Aznar o Rajoy.
Algunos políticos, sobre todo los del Gobierno, insisten que la crisis es ya algo pasado. ¿Qué cree usted?
Echa una mirada detrás de ti y dime si la crisis ha acabado. Aquí está la crisis. Hay que decirles que vengan a la iglesia de San Antón, que vayan a un comedor de Cáritas, que estos que están aquí no son actores ni artistas ni han venido hoy porque tú estás aquí. Son reales. Gente de carne y hueso.
¿Cuál es el mayor problema de los políticos?
El no ser líderes con alegría, el no tener ilusión. Aquel que tiene ilusión, aunque se equivoque, seguro que hace algo.
Decía usted hace poco que los políticos andan hasta encorvados ¿Tienen razones?
Hay algunos políticos que trabajan y que están ilusionados porque, si no, no sería posible que aguantasen horas y horas en el Congreso, en el Senado, dejando a la familia y a los hijos. En Mensajeros por la Paz decimos muchas veces que queremos y creemos en los políticos. Y hay que animarles a ser buenos políticos. Y también hay que animar a algunos a que se vayan.
Si Jesús viviese ahora. ¿A qué partido votaría?
Al mío. Cristo votaría a los partidos que son blancos, no a los azules ni a los rojos ni a los verdes ni a los morados. Cristo votaría a todos los partidos. No hay un solo partido al que uno no pudiera votar. Todos los partidos quieren lo mejor para la sociedad. Luego lo cumplen o no. Pero yo, cuando son las elecciones, a mí me ilusionan todos. Es verdad que a veces les ves que cambian de cara. Pero lo que dicen, y lo dicen con corazón y con alma, es que quieren subir las pensiones, que no quieren que haya gente durmiendo en las calles. Pero luego les vas a pedir urinarios y no te los dan.
Pero, ¿usted cree que los partidos hacen las promesas de corazón? ¿Que cuando prometen subir las pensiones tienen de verdad la intención de subirlas?
Sí. De corazón creo que es de verdad. Y además las suben si pueden. ¿Quién no va a querer subir las pensiones? Lo que pasa que después lo han dicho de boquilla, no se puede, a veces no hay dinero...
Decía antes que Jesús, si viviese, votaría a su partido. ¿Cuál es su partido?
Se me nota cuál es mi partido. (Risas).
¿Y cuál es?
Yo votaría a cualquier partido, pero mi partido es el partido de la Iglesia. Ahora lo que habría que preguntar a la Iglesia es a qué partido vota. Yo no estoy de acuerdo en que ni el rey, ni los obispos, ni los curas no digan a quién votan. Yo creo que deberíamos decir a quién votamos porque no es ningún pecado votar a Podemos o votar al PP. Tú coges a un obispo, a un cura o a los reyes y te dicen: 'No, yo estoy por encima del bien y del mal'. Pues no. Usted mójese. Repito que no es pecado ser de Podemos o del PP. Y hay algunos que no lo dicen porque creen que eso es un pecado.
Usted dice que ha votado prácticamente a todos los partidos...
Sí. Pero estoy mal hecho como votante. Voto más a los amigos que a los programas. Yo no sé votar.
También dijo alguna vez que por la mañana es de Rajoy y por la tarde de Carmena. ¿Eso cómo se puede compatibilizar?
Eso fue algo de los periodistas porque por la mañana había estado con Rajoy desayunando y por la noche había ido con Carmena a la cena. Pero no todos se dejan ni me invitan a tomar café. Hay algunos a los que les he invitado a venir a la iglesia de San Antón y no han venido todavía. Hay otros que han venido, casi todos.
¿Quién no ha venido?
(Risas) No me preguntes quién no ha venido. Será porque no ha tenido tiempo. Seguro.
Cuando empezó Podemos, dijo que Iglesias no es el diablo. Ahora dice que no es pecado votar a Podemos. Lo sigue creyendo, entonces.
Eso me ha causado muchos problemas y algunos pensaban que ya me había hecho yo de Podemos. Lo dije antes incluso de las elecciones europeas. La televisión pública me preguntó qué opinaba de Pablo Iglesias y dije que no es el demonio, que es un hombre exactamente igual que los demás. No dije otra cosa rara, ni que le quería ni que lo dejaba de querer. Yo veía, y lo sigo viendo, que es el tío que ha revolucionado la política. Y esto lo tienen que admitir todos. Claro que Pablo Iglesias no es el demonio. Ni Rajoy es tampoco el Espíritu Santo. Son políticos. Unos nuevos, otros llevan muchos años e incluso a esos hay que respetarlos y creer en ellos. Este país y esta sociedad está viva y a veces necesita savia nueva. Aunque sea roja.
¿Se alegró cuando Pedro Sánchez ganó las primarias del PSOE?
Tenía el corazón partido y yo apostaba por el perdedor. Sí me he alegrado de que haya salido Pedro Sánchez y a la media hora de salir le mandé un mensaje a él y a Begoña, su mujer, porque la gente a veces no piensa en lo mucho que sufre la pareja. Y me contestó enseguida. Y Pedro Sánchez sí estuvo en esta iglesia.
¿Le respondió Pedro Sánchez? Dicen que Rajoy le envió un mensaje y que no contestó porque quizá no lo vio. Usted tuvo más suerte entonces.
Pero es posible que sea verdad. Yo tengo muchos WhatsApps y mensajes y muchos de ellos no los leo. Leo los que me interesa. Si me lo mandas tú o me lo manda Lucía lo leo por si acaso (Risas).
Usted es partidario de que voten los niños. ¿Qué cambiaría?
Habría una visión nueva de la sociedad y del mundo. Si votasen los niños quizá saldrían unos políticos más normales. A los niños no se les tiene en cuenta. ¿Tienen que aceptar lo que digan los mayores? No hombre. Ojalá llegue el día en que los niños tengan voto de verdad. Yo creo que llegará.