El Orgullo y Ciudadanos: historia de dos errores
El movimiento LGTB+ debe defender sus reivindicaciones al margen de las luchas partidistas.
Llevo muchos años asistiendo a la manifestación del Orgullo. Durante varios colaboré en su organización, como socio y voluntario de COGAM, el Colectivo LGTB+ de Madrid, que, junto con la Federación Estatal (FELGTB), organiza esta gran manifestación política a favor de la igualdad de todas las personas con independencia de su orientación sexual o identidad de género.
Durante todos esos años me he sentido muy orgulloso de participar en el Orgullo, y he defendido su indudable potencial como herramienta política para seguir avanzando en la consecución de nuestros objetivos. Este año, sin embargo, también he sentido vergüenza, al comprobar que una manifestación inclusiva se ha querido transformar por parte de algunos en una manifestación excluyente. Es sencillamente intolerable que se trate de impedir el ejercicio de un derecho fundamental, como el derecho de manifestación, a quien libre y voluntariamente quiere ejercerlo. Y es un error de manual no sumar a favor de nuestra causa a un partido político que quiere manifestarse en defensa de ella.
Pero la historia, como siempre, viene de más atrás... Dadas las inmensas dimensiones sociales, políticas y económicas que adquirió el Orgullo desde hace ya años, las controversias hace tiempo también que nos acompañan. Era ya un clásico de cada verano decidir si las entidades organizadoras de el Orgullo debían invitar o no a representantes del PP a la pancarta de cabecera o a que subieran al escenario, etc.
Todas las personas y asociaciones que integramos el movimiento LGTB+ somos conscientes de lo que cuesta pelear por alcanzar esa igualdad. En nuestro país, la legal, en buena medida, ya la hemos conseguido, pero para la real aún queda un largo trecho que recorrer. Y también somos conscientes de que en ese largo y tortuoso camino, a partir de cierto momento (porque no siempre sucedió así), fueron los partidos progresistas o de izquierdas los que nos acompañaron, posibilitando la consecución de los derechos de los que hoy disfrutamos, con un indiscutible protagonismo del PSOE, mientras que los partidos de derechas, particularmente el PP, pusieron piedras en el camino para que no fuera así. Todos tenemos memoria de ello.
No obstante, conseguida esa igualdad legal (flecos al margen), desde hace algunos años vengo defendiendo (dentro de COGAM, como socio, y del PSOE, como militante) la necesidad de abrir espacios para que las reivindicaciones del movimiento LGTB+ no queden únicamente identificadas con los partidos progresistas o de izquierdas. Simple y llanamente porque si queremos seguir avanzando en pos de esa igualdad real debemos incorporar cada vez a más personas, colectivos y fuerzas políticas, de diferentes espectros ideológicos. Debemos incorporar -resulta evidente- a todos aquellos que se quieran sumar a la defensa de esta causa justa. Por eso critiqué en su momento que no se permitiera al PP participar en la manifestación de el Orgullo, una vez que dio el paso de querer estar ahí, y que no se haya permitido ahora a Ciudadanos (C’s) hacerlo, en iguales condiciones que otros partidos políticos. No voy a entrar en el caso del PP, que puede ser más problemático, dado su pasado, pero sí en el de Cs, porque es más reciente y más “escandaloso”. Cs, partido por el que se puede sentir mucha, poca o ninguna simpatía, siempre ha apostado por la defensa de la igualdad de las personas LGTB+. Siempre. Desde sus posiciones, que podrán gustarnos más o menos en otros aspectos, siempre ha estado a favor de nuestras reivindicaciones. Por eso creo que no haberle permitido participar en las mismas condiciones que otros partidos en la manifestación del Orgullo ha sido un grave error, cuyas consecuencias solo hemos empezado a ver. Un error de las entidades organizadoras de el Orgullo al que se suma otro error igualmente grave: el cometido por el propio partido Cs, que con su sobreactuación durante el desarrollo de la manifestación y posteriormente ha evidenciado un tacticismo partidista poco escrupuloso e inteligente.
Pero lo peor es que con su veto a Cs el movimiento LGTB+ ha dado un paso atrás en la consecución de su principal objetivo, que no es otro que lograr que la lucha por la igualdad de las personas LGTB+ se extienda cada vez más a otros sectores sociales y políticos, en los que algún día habrá que penetrar si es que queremos que dicha igualdad no sea solo legal o formal, sino también real y efectiva. Además, hemos perdido la oportunidad de contribuir a la división del bloque de derechas que desde muy diferentes frentes se quiere montar. Si se hubiera permitido participar a Cs en el Orgullo en iguales condiciones que otros partidos políticos, con toda seguridad eso hubiera abierto una brecha en el bloque de derechas que se está formando, y que no solo desde ciertos sectores de la derecha se tiene intención de formar. Y es que hay muchos intereses partidistas, desde la izquierda y la derecha, en que la sociedad y la política se polaricen cada vez más, evitando los pactos transversales. Es, en mi opinión, la política en su peor expresión, aquella que antepone la división al acuerdo, el interés partidista y sectario al interés general.
Pero el movimiento LGTB+ no es un partido político, ni puede mostrarse hacia fuera como el brazo armado de determinado(s) partido(s) político(s) en materia LGTB+. Por el contrario, el éxito del movimiento LGTB+ depende de que sea absolutamente independiente de todos los partidos políticos, y que a todos trate de influenciar, para que, más deprisa o más despacio, vayan asumiendo sus reivindicaciones.
Las batallas políticas de los partidos políticos no son cosa del movimiento LGTB+. Evidentemente, Vox, a la vista de su programa político, merece todo nuestro rechazo. Como lo mereció el PP en determinado momento. Que hoy PP y Cs se apoyen en Vox para conseguir gobernar en ciertos sitios nos puede parecer un gravísimo error, tal y como se está poniendo ya de relieve. Y, lógicamente, si alguno de esos gobiernos de PP y Cs apoyado por Vox adopta alguna medida que vaya en contra de nuestra dignidad nos tendrá enfrente, de igual modo que nos tendrá enfrente cualquier otro gobierno, de cualquier otro signo político, que tome decisiones que supongan asimismo un retroceso en la igualdad conseguida. Pero lo que no podemos ignorar es que los pactos entre partidos para alcanzar el poder no son más que política partidista. Una política partidista similar a la que practican otros partidos, que, por ejemplo, pactan, negocian o se apoyan en partidos nacionalistas o independentistas para alcanzar asimismo el poder en determinados territorios, y que, por cierto, a algunos también nos puede gustar muy poco porque consideramos que, en el fondo, alguno de esos partidos desprende un hedor insolidario o, peor aún, totalitario, insoportable.
COGAM y FELGTB no deberían entrar ahí. El movimiento LGTB+ debe defender sus reivindicaciones al margen de las luchas partidistas, y si hay alguien, persona o partido político, que se quiere sumar a esa defensa de nuestra dignidad, hay que abrirle las puertas, aunque después podamos ser muy críticos si toma decisiones que supongan un cercenamiento de nuestros derechos y libertades.
Entre los partidos políticos hay claras intenciones de utilizar en beneficio propio el movimiento LGTB+, manipulándolo, adulándolo o vilependiándolo. Desde hace tiempo me preocupa ver cómo el éxito alcanzado por el mismo, tras largos años de lucha incansable, se puede torcer por decisiones equivocadas o por manipulaciones partidistas. Por eso me parece imprescindible abrir una reflexión profunda, no solo en el seno del propio movimiento LGTB+, sino de alcance social, sobre el rumbo que se ha de seguir en el futuro. Al fin y al cabo, la igualdad, en cualquiera de sus manifestaciones, es algo que incumbe a toda la sociedad, no solo a determinadas partes (asociaciones o partidos) de ella.