El móvil en la familia
Por Flor María Santos, voluntaria en proyecto de intervención familiar en Fundación Amigó:
Las nuevas tecnologías están cambiando y condicionando desde hace ya varios años las relaciones humanas en distintos ámbitos, el amistoso, el familiar, el laboral e incluso el de pareja.
Estos cambios no tienen a priori por qué resultar negativos, y de hecho en muchos casos no lo son. Sin embargo, es necesario tener una visión crítica, sin caer en excesivos tremendismos pero que nos lleve a un análisis responsable del uso de aquellas.
La llegada a la familia de un nuevo miembro se suele recibir con alegría; cuando ese nuevo miembro es el móvil de nuestro hijo o hija, se debe recibir con precaución, nunca con ligereza y siempre precedido de unas normas y límites de uso acordes a su edad. Pero, ¿a qué edad deberíamos darle un móvil a nuestro/a hijo/a? Muy sencillo… depende, y depende fundamentalmente de eso, de su edad y momento madurativo.
Si tenemos en cuenta que, por norma general, el móvil que le compraremos tendrá acceso a Internet, deberemos valorar varios aspectos y responder a diferentes preguntas. Por ejemplo: ¿a qué edad permitiría usted que su hijo o hija pudiese hablar con personas desconocidas e incluso quedase con ellas? ¿Cuánto tiempo permitiría que su hijo o hija hablase con quién quisiese, cuando quisiese y durante el tiempo que quisiese sin pedirle permiso y sin darle explicaciones? ¿A qué edad permitiría usted que viese vídeos e imágenes de contenido sexual explícito? ¿A qué edad le permitiría usted que pudiese ceder el uso de su imagen personal mediante fotos o vídeos y los expusiese públicamente? ¿A qué edad y a quién le gustaría que su hijo o hija le contase dónde está o qué es lo va a hacer en cada momento? ¿A qué edad permitiría que su hijo o hija hiciese todo eso sin su conocimiento y autorización? ¿Con ocho, con nueve o quizá con diez años? Mucho me temo que bastante más tarde.
Internet y con él, las redes sociales en las que nuestro hijo o hija pueda estar dado de alta no son meras diversiones sin importancia, sino que van afectar de manera considerable al carácter, comportamiento y desarrollo intelectual y personal del menor, y debemos planificar y valorar en qué medida, cuándo y cómo debemos dejarle a merced de esa influencia sin control ni supervisión, exactamente igual que lo haríamos con sus amistades y los lugares que frecuenta. Si un niño o niña no puede fumar, conducir, ni beber alcohol hasta que alcance una edad considerada, en líneas generales, adecuada para que pueda tomar una decisión libre o sea capaz de hacer un uso aceptable de esa facultad, parece lógico pensar que el acceso a la red deberá hacerse también cuando los/as niños/as hayan alcanzado esa edad, que lamentablemente no está estipulada por la Administración como en esos otros casos, sino que queda a discreción de las madres y padres, que en muchos casos no cuentan con la información necesaria, no ya sobre el uso y disfrute de estos dispositivos, sino sobre el momento madurativo ideal para que su hijo/a acceda a él y que, en la mayoría de los casos no va más allá del momento en que lo pida, o del que al familiar ingenioso se le ocurra la idea de que será un buen regalo de comunión o de fin de curso.
Una vez informados y una vez decidida la edad en que le daremos el móvil a nuestro hijo o hija, este nunca se le entregará como un derecho. La comida, el vestido y la educación, entre otros, son derechos que debemos asegurarles y que les generarán unas obligaciones, el móvil no; este será un privilegio que valorando diferentes factores hemos decidido que empiece a utilizar, y digo empiece, porque el uso que de él deberá hacerse siempre por fases, y que le generará igualmente obligaciones y responsabilidades.
Al igual que ante las primeras peticiones de salir solo o por la noche, no cedemos a sus deseos sin más, sino que le vamos dando mayores márgenes de libertad según el momento, de su edad y de cómo haga uso de esa libertad. Así debe ser, a mi entender, la introducción del uso del móvil, yendo de menos a más, como, en general, el sentido común nos dicta, sabiendo que una vez le permitamos regresar a las diez a casa, no será fácil volver atrás y marcarle de nuevo las nueve, así mismo los permisos en el uso del móvil y por extensión con juegos virtuales, tablet, etc., deberán hacerse siempre de forma restrictiva y solamente avanzar una vez que estemos seguros de que nuestro/a hijo/a será capaz de gestionar no solamente la parte positiva, divertida y amable de aquellos, sino también la parte más cruel y dañina, como es el abuso, la adicción y la posibilidad de que a través de aquel sufra acoso o acceda a contenido inapropiado a su edad. Si las propias aplicaciones establecen un mínimo de edad para registrarse y acceder a ellas, ¿por qué son cada vez más los niños y niñas que de la mano de los/as adultos/as se abren una cuenta ignorando esta recomendación? ¿El motivo? Se minimiza el impacto y no se piensa en cómo le va afectar a una mente en desarrollo y completamente influenciable toda la información que a partir de ese momento va a recibir de una fuente desconocida, manipulable y en incontables ocasiones interesada.
Estas decisiones que se van tomando en el uso de los móviles y dispositivos varios se deben tomar en clave familiar, son todos los miembros de la unidad quienes debaten y llegan a acuerdos sobre este uso, las madres y padres explicarán el porqué de sus decisiones de forma clara a los/as menores, advirtiendo de los peligros de un uso temprano e inadecuado de los mismos, e insistiendo en que con el paso del tiempo, iremos aumentando la confianza en ellos/as para que finalmente se gestionen de manera autónoma, que es al fin y al cabo el objetivo de la educación en general: guiar, acompañar, vigilar y proteger hasta el momento en que su capacidad de decisión y acción sea plenamente responsable.
Cada uno de nosotros/as somos los que vemos, lo que experimentamos, lo que vivimos. El ser menor implica que el niño/a es manipulable e influenciable, por lo que debe tener una protección especial, su desarrollo cerebral está incompleto, su mundo emocional se está formando, y no podemos delegar, bajo ningún concepto, la responsabilidad ineludible que nos corresponde como adultos/as de informarnos y dejarnos aconsejar sobre la mejor manera de introducir estos elementos en nuestra vida y no arrepentirnos cuando la actitud triste, distante, apática y en algunos casos incluso violenta de nuestros hijos e hijas nos sorprenda y nos haga darnos cuenta de que hemos dejado en sus manos algo que debería estar en las nuestras.
Disfrutemos en familia de las ventajas que nos aportan las nuevas tecnologías, enseñémosles a diversificar el ocio, a manejar las nuevas tecnologías como les enseñamos todo lo demás que les afecta en su vida y ayudémosles a crecer desde la responsabilidad y la libertad que solo nos da el tener pleno conocimiento de aquello que se elige.