El mal menor: Perú vota dividido entre memoria antifujimori y miedo al comunismo
Tras una crudísima campaña, los peruanos eligen presidente: a un lado, un maestro rural de izquierda conservadora; al otro, una Fujimori en pleno proceso judicial.
El pasado 11 de abril, siete de cada diez peruanos votaron por un candidato distinto a Pedro Castillo o Keiko Fujimori y, sin embargo, fueron ellos dos quienes lograron llegar a la segunda vuelta, él con un 18,9% de los votos, ella con un 13,4%. El resultado que nunca nadie imaginó —Castillo era casi un desconocido— dio un vuelco al tablero político, social y económico, y enseguida las distintas fuerzas del país se fueron alineando.
La mayoría, incluidos grandes medios de comunicación y referentes internacionales como Mario Vargas Llosa, hicieron algo hasta entonces impensable al ponerse del lado de Fujimori, hija y ex primera dama del autócrata Alberto Fujimori (en prisión por crímenes de lesa humanidad) y acusada ella misma de lavado de dinero, organización criminal y obstrucción a la justicia, delitos por los que la Fiscalía solicita 30 años de cárcel.
Para una buena parte de la sociedad peruana, estos crímenes, o más bien la opción de votar a Fujimori este 6 de junio, cuando se celebra la segunda vuelta, es un mal menor. El mal mayor sería, en su opinión, votar por Castillo, a quien la oposición define como un Hugo Chávez o un Fidel Castro en potencia, presentando a su supuesto Gobierno como confiscador de iPhones o incluso del dinero que tienen los peruanos en sus fondos de pensiones. Tristemente, en un lugar en el que el coronavirus ha matado a más de 180.000 personas —Perú es el país con mayor tasa de mortalidad per cápita del mundo—, la pandemia apenas ha entrado en esta campaña electoral, ni el precarísimo sistema de salud peruano será un factor decisivo por el que la gente decida su voto este domingo.
El legado fujimorista
Henry Guillén, psicólogo social peruano, reconoce que “el argumento referido al ‘chavismo’ o la amenaza de ‘convertirnos en Venezuela’” se ha utilizado en ocasiones anteriores, pero en estas elecciones “se ha agudizado más”. “Pedro Castillo viene de una militancia sindical, y aquí se ha usado esa característica para estigmatizarlo, supuestamente por vínculos con Sendero Luminoso”, explica. En Perú esta práctica no es nueva, y de hecho tiene nombre: es el ‘terruqueo’, que significa acusar a alguien de ‘terruco’ (terrorista) por tener ideas de izquierdas, dando a entender que es afín a cualquiera de los grupos terroristas, como Sendero Luminoso, que operaron en Perú principalmente durante los años 80 y 90.
Keiko Fujimori conoce bien esta argucia, y eso juega a su favor. Para una parte de los peruanos, su padre pasó a la historia como la persona que acabó con el terrorismo en Perú, independientemente de que para lograr esta ‘hazaña’ diera un autogolpe en 1992, tomara de forma ilegal las instituciones, llevara a cabo una durísima represión contra cualquier persona considerada sospechosa de terrorismo y ordenara varias masacres contra inocentes, por las que ahora cumple condena.
En el año 2000, Alberto Fujimori huyó a Japón, renunció y fue inhabilitado por el Congreso, y desde entonces el movimiento antifujimorista ha ido creciendo, al mismo tiempo que Fuerza Popular, el partido de Keiko Fujimori, iba ganando congresistas. Al margen del antifujimorismo —que no ha dejado de movilizarse con marchas y plantones multitudinarios—, la revelación de esta campaña ha sido el anticastillismo. Si tras la primera vuelta del 11 de abril Pedro Castillo aventajaba a Keiko Fujimori por 18 puntos (48% - 30%) en intención de voto, ahora la distancia es de apenas un punto (44% - 43%).
En estos dos meses, el papel de la prensa ha sido clave para ajustar los sondeos. “Los medios de comunicación, casi un monopolio en el Perú por todo lo que maneja el Grupo El Comercio, han hecho una campaña bastante agresiva contra Castillo a través de diarios, televisión y redes sociales”, sostiene Henry Guillén, que cree que esto ha calado sobre todo en la capital, Lima, donde Keiko Fujimori tiene mayor apoyo.
La idea ‘capital versus provincias’ es fundamental en el Perú en general, y en estas elecciones en particular. La brecha entre Lima —donde viven un tercio de los 32 millones de habitantes del país— y el resto de las regiones es profunda, y se refleja no sólo en cuanto a condiciones económicas, sociales, de servicios e infraestructuras, sino también en el clasismo y racismo que despliega un sector de la sociedad limeña hacia sus compatriotas ‘de provincias’. Y justamente Pedro Castillo, un maestro de 51 años de ascendencia campesina y humilde, no es de Lima, sino de Cajamarca, una región de la sierra norte de Perú.
“Ni bien Castillo pasó a segunda vuelta, se convirtió en un candidato que generaba amenaza”, razona Guillén. “Lima se ha llenado de carteles con la etiqueta de ‘NoAlComunismo’, se han viralizado fake news respecto a Castillo y sus vínculos con Sendero Luminoso, medios de comunicación como Willax han difamado a varios dirigentes de izquierda que lo acompañan”, enumera el psicólogo social. En un mitin a principios de mayo, el líder ultraconservador Rafael López Aliaga comenzó gritando “¡muerte al comunismo!” para acabar pidiendo directamente la “muerte a Castillo”, a lo que las masas respondieron coreando “¡muerte!”.
El miedo como fuerza de voto
“Sabemos que el miedo es un detonante fuerte de adhesión en las elecciones, y se está apelando a eso”, apunta Guillén. Él mismo recibió este sábado un SMS que decía: “Revisa tu AFP [fondo de pensiones]: esa será la cifra que Castillo te quitará en su gobierno”.
Para Said Masías Carranza, historiadora del Arte peruana, “lo peor es que estamos muy acostumbrados a este tipo de campaña”. Masías nació en Perú hace 31 años, y aunque lleva 18 viviendo en Madrid, la política y la actualidad de su país de origen le duelen tanto como si estuviera allí. Miembro de Peruanxs en Madrid, un colectivo de migrantes peruanos surgido en 2016, Masías trata de “llevar el contexto político e histórico de Perú a nuestros compatriotas aquí en Madrid”.
Aunque la plataforma es “apartidista”, en este caso se declaran ante todo antifujimoristas. “Sería muy duro volver a una etapa que ya se daba por finalizada [con Fujimori]. Hubo tantos crímenes, tantos desaparecidos, tantas personas asesinadas, el caso de las esterilizaciones forzadas… hay tantos casos abiertos que si volviera el fujimorismo, sabemos que esto quedaría impune”, lamenta Masías. “Si vuelve el fujimorismo, los sectores más afectados van a ser los más pobres, gente de clase baja, nuestras familias, al fin y al cabo”, recalca.
A Castillo lo quieren más fuera de Lima
La población indígena, tradicionalmente apartada y estigmatizada por las élites (pese a ser la etnia quechua o mestiza mayoritaria en el país), también teme una vuelta de la política de Fujimori. “Su propuesta apela a retrocesos fuertes en políticas públicas, políticas de memoria, interculturalidad y las demandas de las comunidades indígenas, con proyectos extractivos que se encuentran en zonas donde hubo y habrá conflictos sociales”, advierte Guillén.
“Para mí, el fujimorismo sobre todo significa el despojo territorial, significa que a los pueblos indígenas nos vean como objetos y no como sujetos de derecho”, corrobora Melania Canales Poma, mujer quechua y presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP), en el documental Nunca más señora K, estrenado esta semana.
La brecha entre ricos y pobres —acentuada por el contexto de pandemia, que ha situado a 3 millones de peruanos por debajo del umbral de pobreza— también pesa para muchos electores. Castillo dice querer acabar con ella mediante propuestas como la nacionalización del sector minero y energético o la limitación de importaciones, y lo que la oposición teme es que este maestro rural acabe con el sistema económico neoliberal que reina en el país desde hace tiempo. En lo que sí coincide Castillo con su rival Fujimori es en no apoyar el matrimonio igualitario, el aborto o la eutanasia.
Las dudas que genera Pedro Castillo
“Para quienes respaldan a Keiko Fujimori en esta segunda vuelta, lo que está en juego es el mantenimiento del modelo social, político y económico frente a una alternativa marcada por la incertidumbre ante un posible cambio de modelo [con Castillo]”, razona Carlos Malamud, investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano y catedrático de Historia de América en la UNED.
El partido por el que se presenta Castillo, Perú Libre, se define como de izquierda marxista-leninista, pero el candidato ha ido desligándose poco a poco de las propuestas más radicales y ha nombrado a un equipo técnico al margen del partido. Además de tener en cuenta estos gestos de desradicalización, quienes han decidido votar por él como el ‘mal menor’ están convencidos de que el gobierno de Castillo no tendrá carta blanca en el país, pues su partido carece de mayoría en el Congreso, y tampoco goza de apoyos en el Poder Judicial, justo al contrario que en el caso de Fujimori. “De llegar Keiko al poder, tendría casi mayoría en el Congreso por sus alianzas, y además se sabe cuán infiltrado está el fujimorismo en el Poder Judicial, y sus vínculos con grupos empresariales de mucho poder”, explica Henry Guillén.
En cuanto a la candidatura de Castillo, señala Guillén, “actualmente es más una coalición de diferentes grupos de izquierda que se han desvinculado muchas veces de regímenes totalitarios, aunque esto no ha calado tanto en los medios ni en la población”.
Carlos Malamud también reconoce el “llamativo cambio de discurso de Castillo, mucho más drástico que en el caso de Fujimori, que sigue bastante fiel a su discurso inicial”, pero al mismo tiempo al profesor no le gustaría estar “en la piel” de un peruano este domingo electoral. “El problema es que los ciudadanos tienen que elegir entre el furor y el delirio”, opina.
Keiko quiere “mano dura”
A Malamud no le gusta de Castillo su “escasa o nula experiencia en la gestión pública” y que “su programa electoral y su equipo técnico no generan confianza”, dice. Por otro lado, “el currículum de Keiko Fujimori es el que es”, admite. “En primer lugar es la hija de su padre, y aunque esto no tendría por qué ser necesariamente una mácula, en repetidas ocasiones ha reivindicado su legado, y ella también está acusada de corrupción”, recuerda el profesor. Fujimori no ha dejado de repetir esta campaña que su propuesta es de “mano dura” y que quiere una “demodura” para el país, reconociendo que está “trabajando otra vez de la mano” con su padre.
Es como si sobre la hipotética presidencia de Castillo hubiera incertidumbre y sobre la de Fujimori, certezas. Keiko Fujimori ha dicho que indultaría a su padre —que cumple 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad—, ha negado crímenes del fujimorismo como las esterilizaciones forzadas a más de 270.000 mujeres en su mayoría indígenas, y ella misma está en medio de un proceso judicial que podría irse al traste de ser elegida presidenta. El fiscal que lleva su caso, José Domingo Pérez, se reconoce “legítimamente preocupado”, a la vez que estupefacto por el hecho de que una persona acusada formalmente de delitos de lavado de dinero, organización criminal y obstrucción a la justicia —por los que cumplió 13 meses de prisión preventiva— pueda convertirse en presidenta del Perú, algo hasta ahora inédito.
“De darse [la victoria de Keiko Fujimori], quien va a tener la conducción del Ministerio del Interior es la persona a la que estoy investigando, a la que he acusado por graves delitos”, advierte Pérez, fiscal del Equipo Especial Lava Jato, en el documental Nunca más señora K, en el que cuenta las amenazas y vejaciones que ha sufrido este tiempo por acusar a Fujimori.
Para Said Masías Carranza, “es increíble que una persona en un proceso judicial haya podido candidatear”. “Si llega Keiko al poder, logrará la inmunidad, y nosotros tendremos que olvidarnos de todo por lo que está acusada”, lamenta la historiadora. En estas elecciones, la peruana distingue entre dos tipos de voto: “Está la opción del voto con memoria, de las personas que de una u otra manera conocen lo que pasó hace 20 años, y luego el voto del miedo, que se articula a través de los medios de comunicación”.
Ella, que emigró con su familia desde Perú a consecuencia del fujimorismo, reconoce que entre sus compatriotas migrantes ha calado mucho el miedo al supuesto comunismo de Castillo. Con 152.381 votantes inscritos, España es el segundo país extranjero, después de Estados Unidos, con más electores peruanos, aunque en la primera vuelta sólo participaron alrededor de un 30%.
En España podría ganar Keiko
En abril, Keiko Fujimori quedó en cuarta posición (12% de los votos) entre los residentes en España, pero este domingo podría ganar. El candidato que más votos obtuvo en abril desde España fue el ultraderechista Rafael López Aliaga (18,6%), que ahora hace campaña por Fujimori. En segunda posición quedó la candidata de izquierdas Verónika Mendoza (14,4%), que ahora pide el voto por Castillo, quien hace dos meses sólo recibió el 6,7% de los apoyos en España. “El voto migrante es mayoritariamente de derechas, y a veces no hay una conciencia social clara”, plantea Masías.
De vuelta a Perú, el resultado tampoco está nada claro. “El voto antifujimorista es muy fuerte, y desde el 2011 se ha consolidado casi como una voz propia”, explica Henry Guillén. Sin embargo, “parecería que al menos en regiones como Lima, la ‘amenaza del comunismo’ vale más” que cualquier cosa, y mucha gente que nunca hubiera pensado votar por Keiko ahora se está inclinando por ella”, añade.
Sean cuales sean los resultados este domingo, el panorama que dibuja Carlos Malamud es sombrío, fruto de la profunda crisis política del país —con cuatro presidentes en los últimos cinco años y seis expresidentes acusados o condenados por corrupción— y de la enorme polarización y las acusaciones vertidas durante la campaña, en la que ya corren noticias falsas sobre un supuesto fraude electoral. “Es muy posible que la otra mitad de la población [cuyo candidato pierda] conteste el resultado, y no sería descartable algún brote de violencia en relación con esto”, advierte el investigador. “Y esto, evidentemente, tendrá consecuencias”.